Image: El silencio según Keith Jarrett

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El silencio según Keith Jarrett

24 mayo, 2013 02:00

Keith Jarrett, durante un concierto en Sevilla. Foto: EM.

El pianista norteamericano Keith Jarrett publica hoy nuevo disco junto a Gary Peacock y Jack DeJohnette. En Somewhere el legendario trío sigue reinventando el cancionero americano con intrépidas versiones de Miles Davis, Harold Arlen o Leonard Bernstein.

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  • Es un artista total que encuentra adeptos en los dominios del pop o la música clásica e incondicionales en el jazz, su género natural. También es el padre de todos los pianistas que hoy nos visitan, como Brad Mehldau, probablemente su discípulo más aventajado. E igualmente es un artesano del sonido y el silencio, cuya admi- nistración hoy se traduce en un lenguaje propio y exclusivo henchido de espiritualidad. Hoy sale a la venta su último trabajo, Somewhere (ECM/Distrijazz), y el lanzamiento, como todos sus títulos, es celebrado con tintes de acontecimiento musical. Se llama Keith Jarrett (Allentown, Pensilvania, 1945) y es uno de los últimos salvaguardas de un jazz histórico al que sigue empeñado en darle nueva vida.

    La grabación de este maestro pianista se argumenta sobre el concierto que ofreciera en la localidad suiza de Lucerna junto a los miembros de su trío, el formado por el contrabajista Gary Peacock y el baterista Jack DeJohnette. Esta reunión lleva más de tres décadas reinventando el cancionero americano, siempre desde una perspectiva altamente creadora, enfrentándose en este nuevo trabajo a versiones de temas firmados por autores gigantes, como Miles Davis, Harold Arlen o Leonard Bernstein. Y es que la actitud interpretativa de Jarrett siempre fue manifiestamente transgresora, innovadora, por mucho que el temario que ataque sea pretérito. De ahí que no extrañen sus denuncias a artistas conservadores como Wynton Marsalis: "Nunca escuché nada suyo que significara algo para mí, no puedes aprender a imitar a todo el mundo sin un déficit real".

    En este sentido, el pianista nunca ha dejado de crecer, sumando a su cocina todas las especias del jazz, reinventando lenguajes como el gospel o el blues y descubriendo estructuras armónicas audaces y hermosas. Cuenta, además, con una pulsación rítmica limpia y precisa, que suele apoyarse en un combate literalmente físico con el teclado, a lo Glenn Gould. Famosa es su interpretación en ese álbum monumental de 1975, The Kölhn Concert, el disco de piano más vendido de la historia del jazz, donde las notas se reparten el protagonismo con los gemidos y gritos que se escuchan de fondo.

    La historia de Keith Jarret siempre ha estado rodeada de sucesos asombrosos. Empezó a tocar el piano a los tres años, y a los siete ya firmaba sus primeras composiciones. Formando en la música clásica, pronto el pianista sintió la llamada del jazz y sus amplias posibilidades creativas e interpretativas, matriculándose primero en el Berklee College of Music de Boston y desembarcando en la capital del jazz, Nueva York, después. Tras batirse el cobre con jazzistas de ley como Roland Kirk o Art Blakey recala en el cuarteto del saxofonista Charles Lloyd, su primer gran mentor, para después militar en la banda eléctrica de Miles Davis en 1971, que le consolida como una referencia pianística ineludible en el particular mapa del jazz.

    Posteriormente Jarrett descubre que puede y quiere caminar solo, liderando sus propios proyectos y fichando por la prestigiosa escudería alemana ECM, de la que hoy es su principal estandarte. Ahí tiene registrada prácticamente la totalidad de su producción discográfica, liberada tanto a piano solo como en trío, sus dos formatos favoritos. Asimismo el catálogo de la compañía se amplía con sus grabaciones sobre repertorios clásicos de Bach, Mozart, Händel o Shostakóvich, así como decenas de directos, como éste de Lucerna que ahora ve la luz. Paralelamente acude a la llamada de artistas cómplices, como el saxofonista Jan Garbarek o el contrabajista Charlie Haden.

    Jarrett posee una de las personalidades jazzísticas mejor definidas del género, por lo que su influencia en las nuevas generaciones se antoja inevitable. Sin embargo, el regio jazzista no deja de plantearse retos, porque para él la música es como la vida: un camino en permanente movimiento y evolución.