Image: El teatro se hace telediario

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Escenarios

El teatro se hace telediario

Coinciden en la cartelera madrileña Subprime y Recortes, dos montajes muy diferentes pero que hablan de la necesidad de una escena urgente que ejerza como espejo de la actualidad | Hablamos con sus protagonistas

7 marzo, 2013 01:00

Un momento de la representación de Subprime. Foto: Jesús Alcántara


El ritmo de portadas de los periódicos engulle cada mañana la posibilidad de pensamiento. El ciudadano lee, almuerza viendo el telediario y se queja en el muro de las lamentaciones que son las redes sociales. Pero no hay lugar para digerir todo esto y la celeridad de los acontecimientos tiende a erosionar la incredulidad de cada cual. La cultura, en cuanto a periodista de su tiempo, debiera reclamar esas pausas, sentar al público a reír y a reivindicar su derecho a la alegría, claro, pero también a meditar sobre aquello que acontece. Por su inmediatez, el teatro podría ser un espejo cóncavo de la actualidad, pero el miedo de los empresarios a los números rojos habla, en cambio, de la banalización de los montajes, de la ausencia de riesgo, de reposiciones, de clásicos y de comedieta norteamericana. Por fortuna, hay excepciones. Esta semana coinciden dos de ellas en la cartelera de Madrid, el estreno de Subprime, en torno a la corrupción política y económica, y Recortes, que aborda la flagrante mengua de fondos en la sanidad.

Tras varios meses de gira, el thriller Subprime, escrito en 2008 por Fernando Ramírez Baeza, que se basó en su experiencia profesional en el mundo de las finanzas, se representará en la capital, en el Teatro Fernán Gómez, muy cerca de los lugares reales que inspiraron sus intrigas, una circunstancia que, opina el equipo, le otorga un sentido especial al estreno. Su director, el venezolano Ricardo Campelo, confiesa que cuando comenzaron los ensayos el contenido de la pieza era sólo un pronóstico, mientras que el tiempo ha ido convirtiéndolo en un diagnóstico. Asombrada por los hechos del día a día, la compañía se planteó posicionarse a la hora de representarla: "Nos sentamos y les pregunté si queríamos ser livianos y hacer un thriller o ser artistas y contar lo que está pasando", recuerda este director de 33 años. El reparto, integrado por Pep Munné, Chete Lera y Federico Aguado, le mostró enseguida su compromiso.

"Queríamos presentarla tal y como el hombre contemporáneo entiende la realidad, a través de un diálogo entre lo que sucede en escena y el contenido audiovisual", amplía Campelo. Imágenes pregrabadas, retransmisiones en directo, conexiones online, y hasta una rueda de prensa se reproducen en Subprime, que apunta con ellas a la saturación de pantallas que padecemos. Pero, además, el texto plantea una serie de hechos que al espectador le recordarán a ejemplos reales, como el de la concejala de Los Yébenes, que les sorprendió mientras preparaban la obra. "Queríamos que el mensaje fuera diáfano pero no panfletario, intentar proponer una catarsis. Durante el tiempo que hemos estado con ella hemos visto risas, indignación y, sobre todo, ganas de comentar lo que han visto por parte de los espectadores, eso es lo más importante", agradece el director.

"Nos habíamos quedado cortos"

Chete Lera interpreta en Subprime al vicepresidente del Gobierno ("así es, hija", se ríe), un monstruo de Frankestein hecho con tornillos de políticos de aquí y de allí, sin señalar nombres concretos: "Soraya y yo en poco nos parecemos", bromea. Además de la capacidad para hacer que el público le dé al coco, este actor pontevedrés celebra que la obra se deje ver muy bien, que sea entretenida. "Es fácil de seguir y la gente se va entusiasmada porque hay cosas muy reconocibles, duelos muy interesantes. Respecto al texto, enseguida nos dimos cuenta de que nos habíamos quedado cortos", comenta. ¿Por qué cortos? Pues porque la trama, a la que el público asiste como un voyeur desde la butaca, evoca demasiado los tejemanejes habituales de los grandes poderes, esos que se producen muchas veces en su propio beneficio y bajo la premisa de intentar medrar, en una estrategia en la que se caben el chantaje, la extorsión... "¿Les suena?", pregunta Lera. Aunque el parecido con la realidad es evidente, los actores han querido dotar a sus personajes de cierta humanidad. Y continúa el actor: "A veces les veo unas ojeras a Rajoy y a Cospedal... y me pregunto por qué habrán dormido tan mal. Eso es lo que va a ver el espectador de Subprime, lo que sucede en los despachos cuando no hay cámaras. Yo pagaría por ver los gritos de Rajoy y Zapatero en una sala".

La alegría no se negocia

Este jueves la Sala la Cuarta Pared acoge el estreno absoluto de Recortes, una pieza de argumento y forma muy diferentes a Subprime pero que también posee la cualidad de ser un teatro urgente, hecho desde y para el presente. Mariano Barroso dirige a Alberto San Juan y Nuria Gallardo en esta representación basada en textos del proyecto escocés Theatre Uncut y que retratan la truculenta situación de la sanidad pública. "Más que un montaje de denuncia, lo que plantea Recortes es qué hacer ante lo que sucede, son dos piezas de corta duración que presentan a dos personas con distintas posiciones frente a un problema", expone Barroso, que se interesó por este texto precisamente por esa actitud de los personajes: "Tienen en común el usar la energía de la agresión para generar nuevas formas de vida, de respuesta. Entre ellas está la ironía, empleada con el objetivo de mantener la dignidad y la alegría".

Alberto San Juan, Nuria Gallardo y Mariano Barroso, actores y director de Recortes.


A juicio de Barroso, no se trata de un teatro político, pero sí urgente, pues sabe aprovechar la ventaja de la inmediatez de un arte que permite "hablar de lo que está en la calle, codificarlo y propiciar que la gente lo digiera y lo disfrute". Sencilla pero directa al corazón, define el director, esta propuesta se enmarca en una tendencia de compromiso que empieza a hacerse realidad entre tanta comedia ligera y de evasión. "Este tipo de teatro también puede ser comercial, porque trata cosas que nos afectan a todos. Nosotros tenemos esa responsabilidad y hasta cierto punto debemos reaccionar, pero no es fácil programar este tipo de funciones, hay muchos impedimentos, como el miedo", se lamenta, y prosigue: "La gente ya no se cree nada. Lo que falta son formas para dar salida a la reivindicación. Ya existe este movimiento de búsqueda. Pasó en Argentina después del corralito. Los que se quedaron vivieron una explosión creativa a nivel teatral". Ricardo Campelo coincide con él: "El teatro tiene que provocar esta catarsis ahora, ayudar a recuperar la rebeldía".

La propia Subprime encierra en sí misma esta rebeldía, pues es una obra contra las mezquindades de la Administración que sólo se ha estrenado en teatros públicos: "Me pregunto cómo me lo han permitido, el que caigan en esta 'trampa' es una muestra de la fragilidad del sistema. La obra se desarrolla en Castellana 42, unos números más arriba del Fernán Gómez. Nos encantaría que viniera la gente de Castellana, del Congreso y de Génova a verse en el espejo. Les hemos mandado invitaciones a todos, incluso a Bárcenas", desea Campelo. Chete Lera remata: "Si este personaje apareciera, sería un pelotazo para nosotros. Igual hasta le parecían algo naif las perversidades que cuenta la obra. Aquí está pasando algo muy gordo, no sólo en España sino en el mundo entero. Que el teatro trate estos temas y encima acierte resulta muy reconfortante para los que lo hacemos y para los que vienen a verlo".