Image: Cante de las Minas

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Escenarios

Cante de las Minas

Blanca del Rey se despide de los escenarios con una 'soleá del mantón' en la catedral flamenca de La Unión

29 julio, 2011 02:00

Blanca del Rey, en el Corral de la Morería. Foto: Paco Manzano

Pitingo, Estrella Morente, Farruquito, Tomatito y Diego el Cigala desfilarán a partir del miércoles por el mítico escenario del Festival Internacional de Cante de las Minas, que en su 51 edición acogerá la última actuación de Blanca del Rey. El Cultural ha hablado con la bailaora de ese "agridulce 8 de agosto", broche de oro a su carrera.

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  • El antiguo mercado público de La Unión, en Murcia, es un edificio modernista de 1907 diseñado por el arquitecto catalán Víctor Beltrí. Ahora la Catedral del Cante, un espléndido teatro con aforo para 1.200 localidades, es sede del Festival Internacional de Cante de las Minas, una de las celebraciones más destacadas de la programación flamenca, que ahora cumple su 51 edición. Este ya mítico escenario, por donde han pasado las máximas figuras de la danza, el cante y la guitarra, es el que ha escogido la gran bailaora Blanca del Rey para decir adiós a una brillante carrera profesional.

    Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología, creadora de espectáculos ya legendarios, como Del sitar a la guitarra, junto a Yehudi Menuhin y Ravi Shankar, Carte Blanche, en colaboración con Maurice Béjart, o Flamenco a bocajarro, representado en coliseos de todo el mundo, Blanca del Rey declara que "así es cómo hay que irse, en perfecta forma, con energía y con ganas, pero me niego a ser víctima de la decadencia. Hay personas que aun habiendo caído físicamente en el deterioro, no tienen más remedio que continuar; otras no pueden prescindir de los aplausos. Ésa es una trampa. Me entusiasma bailar, es mi vida, pero no a ese precio".

    A quienes han tenido el privilegio de ser testigo de las últimas actuaciones de Blanca del Rey les cuesta creer que una artista en plenitud de facultades -fuerza arrolladora, técnica perfecta y deslumbrante riqueza expresiva- resuelva dar ese paso tan drástico como definitivo. La lucidez y agilidad gestual, o incluso la profusión de sutiles matices en el desarrollo creativo de su baile, contradicen una decisión que en ella no tiene retorno: "Esta última etapa la estoy viviendo con tristeza y, al mismo tiempo, con alegría. He repasado lo que he hecho, lo que he descubierto en mi vida a través del flamenco, de una manera profunda, y estas reflexiones me llevan a valorar más lo que dejo. Pero seguiré coreografiando, escribiendo e investigando, dirigiendo El Corral de la Morería, un lugar histórico, considerado por la crítica especializada como el mejor tablao del mundo".

    Por él han pasado relevantes personajes de la política, las finanzas y el arte, como Rudolf Nureyev, quien, entusiasmado y como poseído por la belleza del baile de Blanca, se subió de un salto al escenario y la acompañó, como pudo, en el final de unas alegrías. O Lana Turner, llorando y queriendo arrodillarse ante ella, exclamando que lo más valioso que se llevaba de este mundo era el amor de sus hijos y el baile de Blanca del Rey, a la que su amigo Mijaíl Baryshnikov, cada vez que recala en Madrid, siempre va a ver, manteniendo interminables charlas sobre la danza y el flamenco.

    Como la primera vez Blanca se prepara con tesón y entusiasmo para el Festival Internacional del Cante de las Minas y, dado lo especial de esa ocasión, diseña su repertorio como si fuera a aparecer por primera vez ante el público. "No sé cómo voy a reaccionar. Es algo en lo que no pienso, pero será una despedida agridulce. Por lo que aparto de mí, que es como si me arrancaran algo, y por lo que significa esa actuación".

    Quiere montar una minera, estilo que según ella nunca se ha bailado; duda entre las alegrías o las guajiras, para terminar con su original y hermosísima obra, la soleá del mantón, que enseña en lecciones magistrales cuando acude invitada a importantes ciclos flamencos: "El mantón tiene una filosofía, no es un objeto inerte, sino un elemento vivo, con entidad, el protagonista de un sentimiento que tú le insuflas. Cuando susurras algo al oído de una persona, su gesto cambia. Yo le susurro al mantón para que se mueva y baile; hay que enamorarlo, darle alas y no palizas, como por desgracia suele ocurrir ahora".

    El lugar y el momento elegidos por Blanca del Rey no pueden ser mejores: un prestigioso acontecimiento sostenido por carteles de calidad con nombres de primer nivel que atrae todos los años a públicos multitudinarios llegados de numerosos países. Por otro lado, el Festival no es una iniciativa única que responda a directrices más o menos exclusivas, sino el proyecto común de una comarca que con el tiempo ha llevado a cabo una transformación alquímica en la que el duro trabajo para sacar el mineral de las entrañas de la tierra se convierte ahora en estructuras flamencas -taranta, cartagenera, minera, fandango minero, murciana o levantica- conformando la identidad musical de la región.

    El concurso, que constituye el elemento básico del Festival, es el más acreditado de todo el país y el que otorga los premios mejor dotados económicamente. Mayte Martín, Vicente Amigo, Niño de Pura, Miguel Poveda, Paco del Pozo o Curro y Carlos Piñana, entre otros muchos artistas, han sido agraciados a lo largo de estas últimas convocatorias.

    El público más exigente
    Y después, claro está, se abre paso el cartel con las figuras más representativas del momento. En esta edición, del 3 al 13 de agosto, Pitingo, Estrella Morente, Farruquito, Tomatito y Diego el Cigala. "Siempre que vas al Festival de las Minas se te ponen los nervios a flor de piel, allí acude un público entendido y críticos exigentes. A mí siempre me ha causado respeto, aunque cada vez que he ido me han tratado con muchísimo cariño. Pero el hecho de que se te pongan los nervios a flor de piel también es positivo porque, como yo digo siempre, te mantiene alerta", manifiesta El Cigala, que prepara un concierto con estilos del flamenco tradicional, acompañado por un grupo eminentemente jerezano encabezado por el guitarrista Diego del Morao.

    "Ahora que he escogido ese Festival para actuar por última vez -concluye Del Rey- pienso que una de las cosas que más me han gratificado en estos años es que genios de la categoría de Menuhin, que le encantaba bailar conmigo sevillanas, Shankar, Maya Plisétskaya o Béjart, me tratasen con tanta deferencia y me ofrecieran la oportunidad de compartir con ellos su danza y su música".