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El Brujo: "En el teatro no se denuncia por miedo"

Ante el aviso de Cultura para que no reestrenara en Madrid El Evangelio según San Juan, el actor exige una modificación del contrato que firmó en 2009 por ser abusivo: "Me obliga a pagarles por representar mi propia obra"

11 abril, 2011 02:00

El Brujo. Foto: Cristóbal Lucas

Está tranquilo y el jueves estrena, vamos que si estrena. A Rafael Álvarez El Brujo le preocupa el malentendido con el Ministerio de Cultura, un desencuentro con mal apaño, pero no le quita el sueño. Asegura que a toda costa quiso evitar el escándalo y que lo supiera la prensa, y así se lo transmitió por carta a la ministra Ángeles González Sinde, pero al final, y ante la falta de respuesta, se ha decidido a contarlo a los cuatro vientos: El actor, director y autor firmó un contrato, en calidad de esas tres cosas, para coproducir junto al María Guerrero su obra El Evangelio según San Juan, un tipo de acuerdo habitual entre el Centro Dramático Nacional y distintas compañías. De hecho, Cultura tiene actualmente 20 coproducciones en activo. Pero lo que no le pareció al Brujo lógico allá por 2009 fueron las condiciones, que le impedían volver a representar la pieza en cualquier teatro de Madrid que no fuera el María Guerrero, "de por vida", con el consabido reparto de beneficios. A saber, 300 euros para el Ministerio por cada día de representación.

Según Cultura, la producción costó 175.000 euros de los cuales 40.000 procedían del Ministerio, además de la sala de ensayos y otras especies que se le dieron a la productora. Por otra parte, el Ministerio afirma que el caché que el actor exigió al María Guerrero era de 194.880 euros, y que la institución recaudó sólo 119.819 euros. Asimismo, mantiene que el acuerdo de coproducción, a diferencia de las subvenciones, obliga a consultar a Cultura en caso de querer volver a representar en Madrid.

La cosa es que él firmó el contrato y leyó la letra pequeña, pero alentado por el entonces director del INAEM, accedió: "Juan Carlos Marset me dijo que no habría ningún problema, que debía ser una irregularidad y que lo miraría". Pero Marset salió del cargo y entró Félix Palomero, y ahí empezó el desencuentro. "En el Ministerio hay un vacío de forma, se producen contratos que están mal. El cine recibe ayudas en función de lo que ingresa y el teatro no. Yo soy un autor, como Buero Vallejo, y estamos hablando de derechos, y la participación del Ministerio en una coproducción es sólo del 30 por ciento. Estoy seguro de que si la ministra de Cultura hubiera tenido la oportunidad de mirarlo estaría de acuerdo conmigo. El problema es que ella está obsesionada con el cine y que el director general de Teatro es un hombre que viene de la música, así que el teatro está donde siempre", comenta.

Sospecha El Brujo que el contrato que él firmó no recoge las mismas cláusulas que las del resto de autores y compañías que han participado en coproducciones. De recogerlas, no entiende el intérprete por qué el resto no ha denunciado. "Vamos a pedir que exhiban todos los contratos, supongo que los de los demás tienen una duración limitada y eso sería agravio comparativo. Lo mío estaba mal hecho, no sé si por despiste o por mala intención, y estoy dispuesto a que se muestre el contrato de El Avaro, el de Urtáin... esta cláusula podría ser contra derecho, pero sobre todo contra el teatro", protesta ante la gestión de un ministerio que, precisamente, lleva muy a gala el tema de los derechos de autor.

Su denuncia quiere ir un poco más allá de su propio asunto. Sostiene El Brujo que el Ministerio "no debe ser una empresa privada y menos en momentos de crisis". En su opinión, esta institución tiene la obligación de proteger a la gente de la escena: "Y, en cambio, al Ministerio se le teme, por eso antes de que me denunciaran -Cultura le envió la señalada carta advirtiéndole que no debía estrenar la obra en Madrid sin mencionar la colaboración del Centro Dramático Nacional (CDN)- cambié la pieza, me cubrí las espaldas con los arreglos suficientes para presentar una producción distinta". En efecto, el montaje que se estrena este jueves en el Infanta Isabel, y que por vez primera no lleva el logo del CDN, dura bastante menos, tiene distinta música y presenta variaciones en el texto. A él le sigue molestando haber tenido que introducir todo este abanico de modificaciones: "¡El ministerio sólo puso 30.000 euros en una producción de 200.000! Y están muy acostumbrados a que el teatro ponga la mano, a que supliquemos, como si esto fuera la Edad Media. Ellos te ponen por delante un contrato abusivo y luego quieren perdonarte la vida", se ofende.

Y va más allá: "En tiempos de crisis no puedes tener 10 ó 12 palcos cerrados por si vienen los funcionarios a ver tu obra en el María Guerrero, esto tiene que salir". Por cierto que el estreno de esta obra en 2009 esos palcos fueron ocupados por Palomero, con quien el Brujo afirma no tener nada personal y a quien saludó cordialmente tras la función, y por la ministra de Cultura, que le hizo llegar una carta de felicitación. "Y ahora no quieren hablar conmigo", se ríe. Con él si han hablado varios abogados de la institución, uno de lo cuales amenazó al representante de El Brujo con no dejarlo volver a actuar en espacios públicos, según confiesa el actor.

Con todo, pretende el cordobés destapar los entresijos de unos contratos que, recuerda, nacieron hace muchos años, en el marco de la creación del INAEM, y "tratar de invocar al Ministerio de Cultura para que haga honor a su nombre y se ocupe del teatro". Y concluye: "Muchos no denuncian por miedo. Yo trabajo solo y, aún así, también me asusto, porque puede que me digan que no puedo trabajar más con los Ayuntamientos. Vamos a llegar a donde sea y este asunto va a ser escuchado, aunque ya sé que hasta que no salga Palomero no voy a poder hacer nada con el Ministerio. Yo tengo la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, y renunciaría a ella de no ser porque los que me la dieron eran mis amigos".