Javier Cámara. Foto: Xavi Torres Bachetta.

Javier Cámara. Foto: Xavi Torres Bachetta.

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Javier Cámara: "Mi carrera tiene más que ver con aquello que he rechazado que con lo que he aceptado"

El actor estrena 'Yakarta', serie en la que trabaja de nuevo con Diego San José, interpretando a un exjugador olímpico que entrena a una joven promesa del bádminton.

Más información: 'Yakarta', un desvío hacia la redención que consolida a Diego San José como creador de primer orden

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Con dos premios Goya a sus espaldas (Truman, Vivir es fácil con los ojos cerrados) y una Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes colgando en su pechera, Javier Cámara (Albelda de Iregua, 1967), lejos de contratar a un jardinero que le riegue los laureles del éxito mientras él los contempla desde una cómoda distancia, no ha cesado a la hora de plantearse nuevos retos artísticos: la excepcional Yakarta (Diego San José, 2025) es el último ejemplo.

Después de haber trabajado con Pedro Almodóvar, Isabel Coixet o David Trueba, de ser un rostro habitual en las producciones capitaneadas por Cesc Gay o, ya desde sus inicios, de establecerse como un icono televisivo; en lugar de gozar de una confortabilidad profesional ganada a pulso, Cámara se puso a las órdenes de Paolo Sorrentino (The Young Pope, The New Pope) para, acto seguido, cruzar el Atlántico y enrolarse en una producción titánica como Narcos (Chris Brancato, 2015-2017). Todo eso mientras atravesaba la frontera de los 50.

Pregunta. ¿Qué le llevó a tomar esas decisiones, a priori arriesgadas, que lo alejaban de su zona de confort en una época en la que tenía un estatus plenamente consolidado?

Respuesta. Creo que todo esto tiene más que ver con aquello que he rechazado que con lo que he aceptado, que a veces es más importante. Lo de trabajar con Paolo Sorrentino fue muy buscado, primero porque me apetecía, después porque supuso una huida hacia adelante tras haber hecho un casting muy potente en Francia para el que pensé que me habían elegido. La directora estaba convencida, yo también; pero al mes y medio de la prueba me llamó, llorando, diciéndome que habían visto que algo no funcionaba y que no me cogían. Me quedé bloqueado y me dije, se acabó lo de tener una carrera internacional, sobre todo porque yo hablo un poco mejor el francés que el inglés y pensé que esa oportunidad era la buena.

»Y de repente surgió la opción de trabajar con Sorrentino. Ahí me dije: “Tiro esta moneda al aire y a ver qué pasa”. Me apetecía mucho jugar a un juego al que yo nunca había apostado, que era el de dar el salto a proyectos internacionales. Y eso sucede en un punto en el que creo que ya tengo solvencia para atreverme a dar ese paso. Ahí aparece la opción de participar en la tercera temporada de Narcos, que además era un papel en castellano, con acento. Tenía ganas de ver cómo era aquello, no tanto de vivir la aventura de ir fuera como de ver cómo funcionaba una serie potentísima, donde se invierten cuatro o cinco millones por episodio, un presupuesto con el aquí ni soñamos. Quería ver qué había detrás de todo aquello. Pasé seis meses rodando Narcos y estuve casi un año con Sorrentino entre The Young Pope y The New Pope.

»Eran dos proyectos totalmente distintos, pero no quería perderme la oportunidad de ver cómo era hacer, no sé, algo como Serpientes en el avión (David R. Ellis, 2006). No era ambicioso con respecto al proyecto porque me interesaba más ver cómo se manejaba ese dineral.

»Me acuerdo que, un poco antes de todo aquello, visité a Álex González que estaba rodando en los estudios Pinewood (Londres) – se refiere a la filmación de X-Men: Primera generación (Matthew Vaughn, 2011)– y me invitó a visitar el plató. Cuando vi aquello me dije, “vale, esto es Disneylandia”. Habían construido un submarino en el set y yo le pregunté a Álex (González) si la película sucedía allí. Me respondió: “no, que va, en el submarino se ruedan cinco secuencias”. Y eso me flipó, poder jugar a eso me flipó.

»Con Sorrentino, en una tesitura muy distinta, encuadrada dentro del cine de autor, experimenté eso. Trabajar en Cinecittà, que es el Vaticano de los actores, y participar del proceso creativo de un artista metido en esa vorágine de personal y dinero, fue maravilloso.

P. The New Pope y la primera temporada de la trilogía de Juan Carrasco son del mismo año (2019). ¿Qué supuso ese tránsito simultáneo entre dos propuestas tan distintas?

R. Diego San José y Paolo Sorrentino aparecen en mi vida al mismo tiempo - nótese la proximidad entre The Young Pope (Paolo Sorrentino, 2016) y Fe de etarras (Borja Cobeaga, 2017), coescrita por San José. De hecho, Sorrentino fue la primera persona a la que le mandé el primer capítulo que rodé en mi vida (el sexto de Vamos Juan), algo que me dio una vergüenza terrible, pero se lo prometí y lo hice. Recuerdo que cuando lo vio me dijo: “sabes que te has saltado el eje” (risas). Esa coincidencia me sirvió para darme cuenta de que los dos proyectos eran igual de importantes, independientemente de la diferencia presupuestaria entre uno y otro, que era abismal.

»Me di cuenta también de que el dinero no es importante. Es decir, cuando tú ves trabajar a un artista, a un director, en el fondo lo que quiere es contar una historia, algo muy pequeñito que le está pasando a un personaje en su fuero interno. Sí, después eso sucede en la plaza de San Pablo llena con 50.000 figurantes, pero lo importante es ese primer plano del rostro de Jude (Law) atravesado por el terror que le supone ser Papa. Y eso, con todas las diferencias que se quiera, no es tan distinto de lo que le sucede a Juan Carrasco.

En su afán por buscarle constantemente el envés a su carrera, Javier Cámara regresó, casi 20 años después, a las tablas de la mano de Pablo Remón con dos obras inequívocamente vanguardistas como Los farsantes y Vania x Vania, pero, sobre todo, ha encontrado un espíritu afín en el guionista Diego San José, quien le brindó la posibilidad de encarnar a uno de los personajes más importantes de la ficción española del nuevo siglo – nos referimos a Juan Carrasco – y que ahora le ha puesto en la piel de José Ramón Garrido, probablemente el papel más complejo que ha tenido que afrontar a lo largo de su dilatada trayectoria. También es, digámoslo ya, su mejor trabajo.

‘Joserra’ es un ex-jugador profesional de bádminton que ejerce como profesor de gimnasia en un instituto de Vallecas y que, en sus ratos libres, entrena a jóvenes a los que aspira a convertir en campeones de España del deporte que a él le llevó a las Olimpiadas de Barcelona 92.

Un buen día, en un pabellón desangelado, descubre a Mar (Carla Quílez), a la que empezará a moldear para que sea la mejor jugadora del país y, al mismo tiempo, el instrumento que le ha de servir para consumar una venganza contra los responsables de la federación. Un desquite que lleva años macerando en un caldo mezcla de rencor, sed de justicia y la necesidad del reconocimiento de una verdad terrible.

Javier Cámara y Carla Quílez en 'Yakarta'.

Javier Cámara y Carla Quílez en 'Yakarta'.

P. ¿Qué ha encontrado en Diego San José?

R. Pues he encontrado a un amigo muy íntimo, yo le llamo el hermano pequeño. Es el hermano listo. El otro día les saqué una foto a él y a David Trueba que son, posiblemente, dos de las personas más listas con las que me he encontrado, con esa facilidad de palabra, … A mí la gente lista me apabulla, me enamora, quiero estar con ellos todo el tiempo porque sé que me harán grande, que me escribirán cosas bonitas y que voy a estar aprendiendo todo el rato.

»A Diego (San José) lo admiro. El otro día dijo en una entrevista dijo que quiere ver cuál es mi límite, quizá por eso siga escribiendo papeles para mí. Así que, como el niño que sufre bullying en el colegio, pienso: “el día que llegue a mi tope me dejará de lado”. Así que tengo que esforzarme para que la próxima cosa que escriba pensando en mí no sea la última.

P. Hablando de límites, en lo interpretativo ¿le ha llevado el Joserra de Yakarta a sitios a los que no había llegado hasta ahora?

R. Hubo escenas que me costaron tanto a nivel personal que me dije “ves, esto es lo que te tiene que pasar con los personajes, te tienen que poner en el límite de qué es lo correcto y de qué no lo es”. Ese juego es muy importante para un actor.

»Diego (San José) es capaz de encontrar la ternura en escenas que son durísimas. Pienso en la secuencia del balcón del quinto episodio, en la que Joserra, sin verbalizarlo, le cuenta a Mar (Carla Quílez) lo que le sucede… Rodar esa secuencia fue muy duro, porque Carla no es una actriz de 25 años haciendo de una niña, es una menor de edad.

»Antes de rodar la escena le pregunté a Carla (Quílez) si la había leído. “Claro que me le ha leído, me la sé” me dijo con ese desparpajo y esa madurez que tiene. Y yo le contesté, “ya sé que te la has leído, pero es que lo que te tengo que decir me da mucha vergüenza”. Me daba mucha vergüenza desnudarme delante de una niña, sentía un pudor enorme por contarle lo que me pasaba —aquí Javier Cámara parece transmutarse en Joserra y los ojos, de repente, le brillan. Si lo piensas, y los lectores se darán cuenta en cuanto vean la serie, eso es algo que no se debería hacer, un adulto no puede contarle eso a un niña, eso no es educación sentimental, es crearle un trauma a alguien. Y, sin embargo, Diego (San José) logra que resulte tierno sin dejar de ser duro—.

P. La trilogía de Juan Carrasco se iba oscureciendo poco a poco y la comedia iba diluyéndose. En Yakarta estamos frente a un drama amarguísimo. ¿Cómo percibe esa evolución?

R. En ese proceso yo me limito a acompañar a Diego (San José). Yo vengo de una comedia muy ligera.

P. Pero, más allá de eso, San José ha encontrado a un actor que puede bascular de un registro a otro y que se pasea con soltura por esa escala de grises que hay entre los dos extremos.

R. Sí, sí, él ha encontrado en mí a alguien al que pedirle cosas… Creo que es un trabajo complementario que incluye a varias personas. De hecho, Elena (Trapé) ha venido para quedarse. Hay muy pocos directores tan finos como ella, muy pocos.

»Pero sí es verdad que, evidentemente, te sientes muy orgulloso cuando alguien no es que te ofrezca papeles de este estilo, es que los escribe para ti. Creo que Diego (San José) es alguien que ha dominado todos los tipos de comedia y que, poco a poco, ha ido quitándole ingredientes porque, en el fondo, se ha dado cuenta de que, para contar ciertas cosas, no necesita ese tono. La respuesta del público en la Seminci, después de ver la serie completa, constató que la gente se puede emocionar viendo una historia que está despojada de todo su artificio.

»De hecho, sobre todo al inicio, hay algunas secuencias más ligeras, como la de la factura del compás, que pueden parecer cómicas, y que están plenamente justificadas, y que cuando, a posteriori, hemos hablando de ellas, Diego (San José) dice aquello de “esa se me escapó”. Con esto quiero decir que él va depurando su estilo cada vez más, va quitándole la armadura de la comedia a lo que escribe porque quiere dejar a los actores desnudos. Y yo, en ese proceso, le voy a acompañar, creo que es un ejercicio lícito para un escritor.

Javier Cámara y Carla Quílez en 'Yakarta'.

Javier Cámara y Carla Quílez en 'Yakarta'.

P. ¿Cómo fue mantener ese cara a cara constante con Carla Quílez, una actriz de la que le separan generaciones, referentes, formación…?

R. Elena (Trapé) hizo un trabajo inconmensurable. Diego (San José) y yo llevábamos cuatro años hablando de esta serie. Y una de las preguntas que nos hacíamos era quién podía dirigirla. Siempre pensamos que, al involucrar a una menor y teniendo en cuenta las cuestiones que se abordan, tenía que estar rodeada de mujeres, y que hacía falta una directora para el proyecto. Ahí apareció Elena (Trapé) que trabajó con Diego (San José) en Celeste (2024). Cuando ella se sumó al proyecto estaba claro que iba a gozar de una libertad absoluta para trabajar esos aspectos, primero porque es la más cauta, y después porque es muy, muy buena.

»Recuerdo que cuando Carla (Quílez) ya había sido elegida para el papel y se había leído los guiones, vino para hablar con los tres —se refiere a Diego San José, Elena Trapé y él mismo. Es decir, había sido seleccionada pero solo había hecho una prueba con una separata del guion, luego tenía que leerse todo el material—.

»Me acuerdo que llegó con su madre y se supone que había que explicarle qué es lo que se quería de ella, qué se buscaba… Elena (Trapé) le dio a ella todo el espacio. Lo único que le pidió, sin darle indicación alguna, fue que hablase de lo que le había parecido el guion. Carla (Quílez) tenía que tener su espacio para contar lo que quisiese porque, más allá de la edad y de cualquier otra circunstancia, tenía que ser la cuarta pata de este banco.

»Estoy enamorado de como trabaja Elena (Trapé), porque va a lo esencial y coloca las cámaras para que suceda lo que ella quiere que pase.Y de Carla (Quílez) qué voy a decir. Más allá de que estuviese muy bien rodeada por Rita Noriega, la directora de fotografía, Marta Murillo de vestuario, y el resto de un equipo en su mayoría femenino, luego se te pone delante, te suelta una de ‘esas’ miradas, hace una de ‘esas’ pausas y piensas que es una de esas personas que ya ha vivido varias vidas. Yo en broma le decía: “Carla, tú te has comido a una vieja”. Es increíble.