Harris Dickinson en el Festival de Cannes. Foto: Doug Peters.

Harris Dickinson en el Festival de Cannes. Foto: Doug Peters.

Cine

Harris Dickinson debuta como cineasta: "Protestar desde casa no sirve, creo en la acción local"

Célebre como actor por 'El triángulo de la tristeza' y 'Babygirl', debuta con éxito con una película premiada en Cannes sobre un joven vagabundo y su caída a los infiernos.

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Harris Dickinson (Londres, 1996) ha ganado celebridad como actor con dos papeles “glamourosos”. En la ganadora de la Palma de Oro El triángulo de la tristeza (2022, Ruben Ostlund) daba vida a un modelo e influencer un poco tontotrón y dominado por su novia pero buen chico. En Babygirl (2024, Halina Reji), daba vida al objeto de deseo de Nicole Kidman en un Nueva York de lujo.

Se suele decir que la primera obra de un autor es siempre autobiográfica y en el caso de Urchin podría parecer muy alejada de su estatus de estrella del cine.

El “urchin” (golfillo o pícaro en inglés) del título, interpretado por Frank Dillan, es un joven vagabundo que acaba en la cárcel después de un robo con violencia. A pesar de las apariencias, el propio Dickinson asegura que es cercana a su experiencia.

A la salida, parece abrirse una luz en su tortuoso camino de chaval adoptado (y nada atendido por sus padres) cuando encuentra trabajo en un hotel como ayudante de chef. Pero ya se sabe que la alegría en casa del pobre nunca dura mucho y el desdichado Urchin pronto volverá a caer en los infiernos.

Narrada sobre todo en su primera parte con un tono jovial que contrasta la inevitable energía juvenil con sus trágicas circunstancias, Urchin encuentra momentos de luz (a Inglaterra su maravillosa música popular le ha hecho mucho bien) en una historia conmovedora que acaba siendo devastadora sobre esa famosa “espiral de la pobreza”.

En un cineasta británico, la huella de maestros del cine social como Ken Loach o Mike Leigh parece casi obligada. Y añade de su propia impronta: “Me atraen lo surrealista, lo abstracto, el cuento adulto, el mito y la fantasía oscura. Creo que todo eso puede convivir con el realismo social”.

Urchin abre con una mujer sin hogar frente a una predicadora. ¿Esa escena estuvo en el guion desde el principio?
Sí. La viví en la vida real: una mujer intentando dormir y, a dos metros, una predicadora gritando con un altavoz. Dos polos opuestos conviviendo. Esa imagen contenía mucho de lo que la película quería explorar.

Pregunta. ¿De dónde nace su deseo de contar una historia tan marcada por lo político y lo social?

Respuesta. Crecí viendo a personas cercanas atrapadas en comportamientos cíclicos. Tenía un guion con dos personajes que colisionaban, pero entendí que la película debía centrarse en Mike y en su mundo interior. Me interesa el cine sociopolítico sin juzgar ni al protagonista ni a los sistemas que lo rodean. No quiero decir al público qué está bien o qué está mal. Me guía una pregunta: ¿Cuánta tolerancia tenemos hacia alguien que lucha contra sí mismo y también hace daño?

P. ¿Por qué era importante mostrar que Mike no es un personaje idealizado, sino alguien que también es violento y comete errores graves?

R. Tendemos a dar por perdidas a ciertas personas. Me interesaba poner a prueba el límite de nuestra empatía. Cada capítulo de la película ofrece a Mike una mano tendida: el chef, Andrea, incluso la víctima... Solemos pensar: “Ha hecho algo malo, que pague”, pero después de la pena, ¿qué? ¿Cómo se reconstruye alguien con tanto trauma? La película no pretende dar respuestas ni culpar a nadie.

P. ¿Cuánto hay de autobiográfico en la película?

R. Más de lo que parece. Trabajé en el mismo hotel que aparece en la película y también recogiendo basura. Combiné empleos mientras hacía castings. Pero yo siempre tuve familia a la que recurrir; Mike no. Él ha agotado todas sus redes. En otras circunstancias, quizá yo podría haber acabado igual.

Frank Dillane en 'Urchin'.

Frank Dillane en 'Urchin'.


P. ¿Qué le impuso más respeto: el primer día de rodaje o el estreno en Cannes?

R. Cannes me dio muchísimo miedo. Es como enseñar tu diario al mundo. Rodar me entusiasma; en el set no siento nervios, solo adrenalina. Pero sentarme a ver la película con el público es intimidante.

P. Sus elecciones como actor —Beach Rats, El triángulo de la tristeza o Babygirl— suelen romper expectativas. ¿Es una decisión deliberada?

R. No me gusta que me digan qué hacer. Me atrae ir contra lo esperado. He tenido la suerte de trabajar con directores que han visto distintas facetas en mí. A veces solo quieres trabajar, pero cuando puedo elegir busco aquello que me desafíe.

P. ¿Siente que ahora controla más su carrera?

R. En parte, sí. Pero sigo en un punto en el que tengo que perseguir a los directores que admiro. No me siento en posición de relajarme.

Harris Dickinson en 'Urchin'.

Harris Dickinson en 'Urchin'.


P. ¿Qué le impulsó a realizar el trabajo social que también alimentó la película?

R. Frustración política. Sentía que protestar desde casa no sirve. Me impliqué en organizaciones comunitarias y esa experiencia alimentó el guion. Creo en la acción local, no en obsesionarse con cambios legislativos.

P. Si tuviera que rodar la primera escena de su propia historia como artista, ¿cuál sería?

R. Mis hermanos poniéndome películas que no debía ver, o nosotros colándonos en el cine del barrio. Fue cuando sentí que el cine era un secreto al que podía acceder.