Fotograma de 'El crepúsculo de los dioses'.

Fotograma de 'El crepúsculo de los dioses'.

Cine

'El crepúsculo de los dioses' cumple 75 años: la historia de Hollywood siempre se repite

El clásico del indomable Billy Wilder aún sigue con nosotros, bien sea por su carácter crítico con la industria o por las innumerables obras a las que sigue influyendo.

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"Yo soy grande, son las películas las que se han hecho pequeñas", sentenciaba Norma Desmond (Gloria Swanson) en el relato post mortem del guionista Joe Gillis (William Holden). Hace 75 años —el 10 de agosto de 1950— en Nueva York, un grupo de privilegiados pudo disfrutar, por primera vez, de El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard) en la gran pantalla. Una experiencia que dio un vuelco a Hollywood y, sin quererlo, se anticipó a la miniaturización del cine.

Cuando Billy Wilder (Polonia, 1906) y Brackett escribieron la historia de esa actriz atormentada y extravagante pretendían hablar de la gran crisis de la industria hollywoodiense que llegó con la aparición del sistema Vitaphone —una manera de juntar imágenes en movimiento con sonido—. El nacimiento del cine sonoro fue la primera de las muchas crisis que le quedaban por afrontar a la industria cinematográfica americana.

El fin del monopolio de los estudios, el nacimiento de la televisión, la competencia del cine internacional o las justificadísimas huelgas de trabajadores. La Meca del cine ha conseguido sobrevivir a multitud de retos a lo largo de los años. A día de hoy, enfrenta a otro cambio amenazante, el auge de las plataformas de streaming y el abandono de las salas. En momentos así, es difícil no acordarse de uno de los clásicos de Wilder que además de divertir, removió conciencias y no dejó indiferente a nadie.

En su anverso, El crepúsculo de los dioses es una carta de amor al cine negro y a las películas que tanto cautivaron al director y, sobre todo, escritor, Billy Wilder. Sin embargo, en su cara B, el legendario filme del maestro de El apartamento, es una dura crítica al Hollywood que ponía y pone fecha de caducidad a sus intérpretes. Un azote que algunos grandes productores de la época no supieron encajar muy bien.

Eso le pasó a Louis B. Mayer, productor ejecutivo de la recientemente fagocitada por Amazon MGM (Metro-Goldwyn-Mayer)- Tras asistir a uno de los preestrenos de Sunset Boulevard, acusó a Wilder de haber mancillado la industria que le había dado de comer, gritando que debía ser "desplumado y expulsado de Hollywood".

Dioses que renacen una y otra vez

Algo parecido le sucedió a la Babylon de Damien Chazelle, cuyo aterrizaje en 2022 reabrió viejas heridas entre los cimientos de la 'ciudad de las películas', o eso da a entender su nulo éxito en los Oscar. La película abordaba los excesos de esa industria que acababa de nacer en los años 20 y donde todo valía con tal de que las cintas vendiesen.

Y es que Hollywood adora a sus campeones, pero fulmina a todo el que se atreve a desafiarle. Es por ello que Babylon y El crepúsculo de los dioses dialogan más allá de su temática compartida —ambas tratan sobre el fin del cine mudo— y demuestran lo difícil que es criticar a la industria, bien sea 30 o 100 años atrás.

Eso sí, la película de Billy Wilder ha conseguido mantenerse en el tiempo y en el imaginario cinematográfico del siglo XXI. Norma Desmond ha renacido en la trilogía slasher de X, Pearl y MaXXXine; en las ambiciones alucinógenas del Cisne negro o el fenómeno gore del año pasado: La sustancia.

Norma Desmond en la escena final de 'El crepúsculo de los dioses'.

Norma Desmond en la escena final de 'El crepúsculo de los dioses'.

A partir de esa locura deslumbrante y desbordante que mostró Gloria Swanson poniéndose en la piel de una cautivadora a la par que decadente vieja gloria del cine mudo —que en un principio iba a ser interpretada por Mae West—, muchas han tenido el mismo deseo que ella, gritar a los cuatro vientos: "Soy una estrella, ¡soy una estrella!".

Además, la escena de apertura de El crepúsculo de los dioses ya es un hito en sí mismo, pues se convirtió en la primera película en ser narrada por un personaje fallecido mediante una icónica voz en off. Joe Gillis, el difunto guionista interpretado por el guaperas de William Holden, protagoniza el arranque del relato mientras desde abajo vemos su cadáver flotar en la piscina —escena que fue grabada instalando un espejo sumergido en el fondo—. Pero el comienzo no siempre fue así y le valió a Wilder algún que otro dolor de cabeza.

En los primeros visionados en abierto, el director casi sale herido de muerte ante la inesperada respuesta cómica del público. En un principio, tras el paneo sobre las calles de Sunset Boulevard, un Joe Gillis más que muerto hablaba con otros cadáveres en un depósito. El metraje eliminado, más allá de ir en contra de la moral de la época, despertó las carcajadas de los espectadores. Lo que pretendía ser un momento reflexivo, se convirtió así en puro pitorreo.

El crepúsculo de la edad dorada

Gloria Swanson y Billy Wilder.

Gloria Swanson y Billy Wilder.

A pesar de los descalabros habituales en cuanto a las traducciones de títulos de películas al castellano —Soñando, soñando... triunfé patinando (Ice Princess) o A Todo Gas (Fast & Furious)—, El crepúsculo de los dioses fue un nombre más que acertado para Sunset Boulevard. Su estreno significó el fin de la Edad de Oro hollywoodiense.

Una vez que comienza la década de los 50, los grandes estudios pierden poder, el star-system se apaga poco a poco y desaparece RKO Pictures (Ciudadano Kane, King Kong). Estados Unidos se adentra en la oscura guerra fría y con ella aparece el famoso Comité de Actividades Antiamericanas, quienes, liderados por el senador McCarthy, comenzaron una caza de brujas entre los guionistas, directores y actores del momento.

Los autores que se negaban a cumplir con el estricto código moral de la época fueron condenados al ostracismo por "promover el comunismo". Wilder y John Huston, que en ese momento ya eran figuras de poder en la industria, fueron de los pocos que se atrevieron a protestar.

Aun así, el maestro del guion, cuya madre murió en Auschwitz, siempre ha tenido que recurrir al ingenio para introducir su particular tono rebelde e inmoral en sus comedias. Más allá de su humor, casi todos sus filmes son un ejercicio de funambulismo ético.

Desde que robaba las propinas en sus primeros trabajos como camarero en Viena, pasando por su vida como bailarín y periodista en Berlín y hasta sus comienzos como escritor por su admiración a Lubitsch o Von Stroheim —el mayordomo de Norma Desmond en la película—, Billy Wilder siempre ha sido un ser indomable.

De hecho, cuando su primer contrato laboral se acabó y se vió obligado a renovar su permiso de residencia en México, el director de Con faldas y a lo loco tuvo que liar al consulado estadounidense para que le dejasen regresar a Los Ángeles. Afortunadamente, el cónsul era un cinéfilo empedernido y le permitió volver con una condición. "Es usted escritor, ¿cierto? Pues escriba un par de buenas películas", le dijo. Los siete Oscars, dos Globos de Oro, un BAFTA y una Palma de Oro demuestran que Billy Wilder no incumple sus promesas.