Fotograma de 'Los Muértimer'.

Fotograma de 'Los Muértimer'.

Cine

'Los Muértimer' y 'Sin cobertura': cómo hacer una buena comedia familiar según sus directores

Álvaro Fernández Armero y Mar Olid nos dan las claves de dos estrenos veraniegos que demuestran la buena salud del género en nuestro país.

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La comedia familiar se ha convertido en el refugio del cine español en un mercado dominado por Hollywood, en el que la asistencia a salas no acaba de recuperarse tras la pandemia. No hay que reprochárselo: en toda Europa, Francia incluida, las películas locales más exitosas son comedias familiares.

Mientras Padre no hay más que uno 5 supera los 12 millones de euros (y los 10 millones de entradas vendidas en toda la saga), llegan a los cines más propuestas para avivar el fuego del género. Este jueves, Los Muértimer, de todo un veterano de la comedia con títulos como Si yo fuera rico y Ocho apellidos marroquíes. Y el próximo viernes 22 de agosto le tocará el turno a Sin cobertura, de Mar Olid.

Más "película para adolescentes", Los Muértimer está basada en un exitoso cómic de la joven autora francesa Léa Mazé. Nos traslada a un pueblo remoto de aire victoriano y gótico en el que habita felizmente la familia Muértimer. Víctor Clavijo y Alexandra Jiménez dan vida a un matrimonio denostado por sus vecinos pero que se toma su profesión de sepultureros absolutamente en serio.

El protagonista es su hijo Nico (Diego Montejo), un chaval obsesionado con los muertos y los espíritus que sufre bullying en el colegio. Su vida cambia cuando aparece una estudiante francesa, Gabrielle (Iratxe Emparan), que se instala a vivir con ellos y, por primera vez, cree en él. La investigación de un asesinato con toque paranormal y fantasmas será la chispa que acabe formando un nuevo grupo de amigos.

Sátira sobre este mundo moderno en el que no sabemos despegarnos del móvil, Sin cobertura se mueve en un terreno más modélico de comedia familiar. En la piel de los "padres", Ernesto Sevilla, en paro y ex "malasañero", y su mujer, Alexandra Jiménez, indiscutible reina patria del género. En este caso, vemos a una familia con dos hijos adolescentes que no tendrá más remedio que dejar las pantallas cuando, por un accidente, viaja en el tiempo a la Edad Media.

"La película se coloca en un terreno de película de aventuras que se ha hecho muy poco", dice Álvaro Fernández Armero. "Surge de una cierta nostalgia de películas como Los Goonies y del cine de aventuras con adolescentes que en España se ha hecho muy poco, por lo que es una película muy peculiar".

Protagonizada por varios jóvenes de unos 14 años, edad de descubrimiento y apertura al mundo, un misterio del pasado acaba formando la pandilla. "Yo tengo muy mitificado ese verano de los catorce años en el que dejas de ser el niño y empiezas a ser un adolescente. Vas con la bici por ahí, te comienzan a gustar de verdad las chicas, comienzas a salir tú solo… Es una época irrepetible, adherida a tu memoria emocional".

"Hay un enganche muy evidente de la sociedad con el móvil. Al final, los hijos suelen reproducir lo que ven en sus padres". Mar Olid, cineasta.

El filme busca una estética propia, con muchos toques de humor socarrón. Para el cineasta, el principal reto fue crear un mundo original: "Los Muértimer ya tiene un peso, te lleva rápidamente a Los Addams. No podía hacer un tipo de comedia surrealista, a lo Tim Burton, un retrato de esta familia fuera de la realidad. Hay un naturalismo con el que hay que conciliar esas partes que quería que fueran excéntricas. Naturalismo, excentricidad… un registro un poco más alto que el de los demás. ¿Pero hasta dónde?".

Uno de los aspectos más sorprendentes del filme es que los acosadores del joven protagonista acaban siendo sus amigos cuando la investigación criminal en el cementerio los une. "La película despega a partir de ese momento y se convierte en un relato de aventuras, amistad e investigación. Es muy relajante ver cómo los personajes empiezan a llevarse bien y se disfruta mucho. Las peripecias arrancan con el grupo, y era algo que me apetecía hacer: que cada uno tuviera su propio proceso de catarsis y expiación".

Todos conocemos a esos padres con el móvil todo el día en la mano que se quejan de que sus hijos no apartan la mirada de TikTok. En Sin cobertura, acabarán todos en plena Edad Media, enfrentándose a la mismísima corte real pero también aprendiendo a comunicarse sin teclado de por medio.

"Hay un enganche muy evidente de la sociedad con el móvil. Al final, los hijos suelen reproducir lo que ven en sus padres. Y si tu padre está todo el día con YouTube, pues querrás ser youtuber para llamar la atención. Yo en un momento dado decidí darme de baja de las redes sociales porque me daba cuenta de que estaba perdiendo mucho tiempo con ellas", explica Mar Olid.

Y es que, como decía Chaplin, "la comedia es un drama visto de lejos": aunque la obsesión con el móvil de la familia nos haga gracia, también nos remueve algo por dentro. "Sin cobertura es una comedia familiar para divertirse, pero la comedia siempre ha permitido hablar de temas de fondo en la sociedad. En mi anterior película, Al otro barrio (2024, con Quim Gutiérrez), también era muy divertida, pero allí surgían temas importantes como el clasismo".

El matrimonio formado por Ernesto Sevilla y Alexandra Jiménez es uno de esos en los que, después de tantos años, han aprendido a tolerarse (aunque cada vez les cuesta más), pero han dejado de comunicarse.

Porque la familia de Sin cobertura no es que no se quiera, es que no se comunica. "Lo que más me gustó del guion de Olatz Arroyo es la forma en que esta familia, cuando no tiene más remedio que unirse y dejar el móvil, comienza a hablar y a reconectar los unos con los otros. Eso es muy bonito".

En plena Edad Media, en una Castilla de caballeros, torneos con lanza y reyes codiciosos, los protagonistas de Sin cobertura se lanzarán a vivir una verdadera aventura que los pondrá en riesgo, pero también sacará lo mejor de ellos mismos. Y eso que, como dice el personaje de Ernesto Sevilla, "no flipaba tanto desde mis tiempos en Malasaña".

La película muestra una Edad Media maravillosa en algunos aspectos —la gente tenía que hablar para comunicarse— pero también brutal en otros. "No es una Edad Media perfecta ni mitificada. Vemos un machismo atroz que hoy, por suerte, ya no existe de esa manera y otras lacras como la intolerancia religiosa, que no hemos superado en el siglo XXI".