'Condenados': un claustrofóbico 'thriller' sobre una vengativa funcionaria de prisiones

En el filme, premiado en Sundance y en Seminci y objeto de remake hollywoodiense protagonizado por Jake Gyllenhaal, el cineasta construía la acción en la mente del espectador, ya que casi todo quedaba fuera de campo.

En su segunda entrega, Condenados, que compitió en la sección oficial de la Berlinale y del Festival de Gijón, Möller vuelve a apostar por un suspense confinado en un único escenario, el de una cárcel, mostrando su querencia por ambientes claustrofóbicos, algo que acentúa gracias a la estrecha relación de aspecto de la imagen.

En el centro trabaja Eva, una funcionaria de prisiones de mediana edad muy implicada con los reclusos, a los que imparte lecciones de matemáticas y clases de yoga, pero que también sabe imponerse cuando es necesario. Su existencia da un vuelco inesperado cuando reconoce a un recluso que acaba de ingresar en el presidio.

La intrigante primera parte del filme es un dechado de virtudes en el manejo del suspense, con el cineasta manteniendo oculto el vínculo entre funcionaria y prisionero, mientras Eva pide el traslado al ala de la cárcel donde se encuentra este, con los convictos más peligrosos, y comienza a utilizar su autoridad para castigarle de manera injustificada.

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La actriz Sidse Babett Knudsen realiza un trabajo encomiable para expresar a través de la mirada y la expresión el volcán de emociones que estallan en su interior cuando recurre a la violencia, mostrando a una mujer tan avergonzada como orgullosa de sus actos.

El cineasta, además, vuelve a jugar aquí con el fuera de campo, a donde destierra la vida personal de Eva, ya que el metraje no abandona en ningún momento los muros de la cárcel, retratada siempre con pulsión naturalista. La película establece así un paralelismo entre ambos personajes, ambos confinados: él, en una celda; ella, a nivel emocional. Es solo a partir de la revelación del vínculo entre ambos, que acerca el relato a la tragedia clásica, que el filme pierde algo de fuerza, con el guion tomando un camino un tanto previsible.

Sidse Babett Knudsen y Sebastian Bull Sarning

En cualquier caso, el relato pergeñado por Gustav Möller rebasa la anécdota para elevarse como una atinada reflexión sobre lo que queremos en las sociedades occidentales que sean nuestras cárceles, si lugares destinados al castigo y la venganza o espacios donde el perdón, la rehabilitación y la reinserción deben ser el objetivo último.