La directora argentina Albertina Carri. Foto: Vitrine Filmes

La directora argentina Albertina Carri. Foto: Vitrine Filmes

Cine

Albertina Carri estrena '¡Caigan las rosas blancas!': "La pornografía tiene rasgos con los que vale la pena jugar"

La cineasta argentina recupera para esta película a las protagonistas de 'Las hijas del fuego', su anterior obra, donde ya trabajaba este género. 

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"¡Más plantas! ¡Más plantas!". En los primeros minutos de metraje de ¡Caigan las rosas blancas! somos testigos de la frustración de Viole, directora de una película pornográfica que, por alguna razón, no cumple las expectativas de la creadora durante el rodaje en lo que a atrezzo vegetal se refiere.

Por mucho que insista, Viole no conseguirá más plantas para su filme. Tampoco cumplirá ninguno de los objetivos que se plantee a lo largo de la trama a la que asistimos en ¡Caigan las rosas blancas!.

Dirigida por la argentina Albertina Carri, nos encontramos ante una película en la que el fracaso es, en sí mismo, el motor de una historia que se presenta veladamente deshilachada.

Tanto Viole como el resto de protagonistas —en total cuatro mujeres jóvenes que mantienen entre sí relaciones sexoafectivas de límites difusos— de ¡Caigan las rosas blancas! aparecen en Las hijas del fuego (2018), anterior trabajo de Carri. En ella, la cineasta experimentaba con los códigos particulares de la pornografía.

En esta ocasión, sin embargo, la argentina cambia de tercio para moverse por varios géneros cinematográficos, según el punto del relato en el que se encuentre. Transita, así, de la road movie al terror, pasando por el formato documental. Recorre, además, temas como el poscolonialismo y la tensa relación que mantiene el hombre con la naturaleza.

Pregunta. Se nos define la película al final de la historia como "una historia tremendamente pornográfica". ¿En qué sentido?

Respuesta. Es un chiste interno. Se hacen muchas referencias a mi película anterior, Las hijas del fuego, donde juego con el género pornográfico. ¡Caigan las rosas blancas! trabaja un montón de géneros cinematográficos. Para mí la pornografía tiene rasgos particulares como lo explícito y el hiperrealismo con los que vale la pena jugar. Es un juego polisémico.

P. En el filme nos encontramos con el género del terror, la road movie, el documental... ¿Qué es lo que le ha empujado a trabajar con tantos formatos?

R. Me ha interesado sobre todo la posibilidad de entrar a determinados marcos, a determinadas normas establecidas, y escaparme de ellas. Ha sido algo así como descorrer el velo de distintas miradas.

Una escena de '¡Caigan las rosas blancas!'.

Una escena de '¡Caigan las rosas blancas!'.

P. En el momento en el que la película parece construir una estructura sólida, se nos desmadeja...

R. Es, de alguna manera, una película "degenerada". Continuamente entramos en un género u otro para destruirlo y construir algo más a partir de ello, siempre dirigiéndonos hacia lo misterioso, lo mágico.

»También se construye algo en torno al tema de la conectividad. Las protagonistas van perdiendo las baterías, la señal del móvil, las cámaras digitales dejan de funcionar... Con todo ello, se van adentrando en un territorio incógnito.

P. ¿Qué lugar ocupa el fracaso en esta película?

R. El fracaso es uno de los temas centrales de la película, pero visto desde un punto de vista distinto al habitual. No es algo terminal, sino más bien la apertura a nuevas posibilidades. ¡Caigan las rosas blancas! es una película sin certezas, se niega a trabajar sobre afirmaciones.

P. ¿De dónde nace el deseo de crear esa sensación de incertidumbre?

R. En gran parte de que me parece que actualmente estamos viviendo en una coyuntura mundial muy particular. Los discursos más protagónicos y que más están marcando nuestro presente contienen afirmaciones y certezas muy rotundas, cuando en realidad lo que sentimos todos es que estamos sumidos en una gran incertidumbre. Estamos en una época en la que reflexionamos mucho sobre hacia dónde queremos ir en términos de humanidad.

P. ¿Por qué decidió retomar a las protagonistas de su anterior película para ¡Caigan las rosas blancas!?

R. La experiencia del rodaje de Las hijas del fuego fue muy intensa y nos permitió modificar muchas estructuras conocidas por nosotras. A raíz de esto surgieron muchas ganas de seguir trabajando juntas. A partir de ahí decidí que el juego con el género pornográfico ya estaba cerrado y que me interesaba hacer otro viaje distinto. Un viaje que ampliara la discusión de alguna manera y que interpelara a otros niveles.

P. Al principio de la cinta nos encontramos a Viole siendo la máxima autoridad del rodaje. En la escena inmediatamente posterior, la vemos "disfrutando" de ser maniatada por su pareja. ¿Podemos leer un sentido alegórico de este momento? ¿Usted, como directora, se ha sentido maniatada a nivel artístico?

R. Sí, casi literalmente. Es el problema que tiene el artista cuando está encerrado en sí mismo y desea trasladar lo que tiene en su interior a los demás.

»La cinta va trabajando a lo largo de todo su recorrido sobre ciertos tópicos del mundo cinematográfico con respecto al dinero y a la producción de las películas, a todo ese tipo de problemas a los que se enfrenta un cineasta...

Un fotograma de '¡Caigan las rosas blancas!'.

Un fotograma de '¡Caigan las rosas blancas!'.

P. En su filmografía podemos ver cómo los hombres van perdiendo presencia paulatinamente. Finalmente, en ¡Caigan las rosas blancas! dejan de aparecer en pantalla. ¿A qué se debe esta desaparición del sexo masculino?

R. Es una consecuencia natural de la película anterior. Se trata de una temporalidad muy particular en la que, sencillamente, los hombres no entraban.

P. En película nos topamos con un único personaje español, una especie de vampira (Luisa Gabasa) que atrae hacia sí a las jóvenes y realiza un discurso sobre su historia y la llegada de España a América... ¿Qué relación mantiene el filme con el colonialismo?

R. Ese personaje responde a un género cinematográfico muy poco conocido, el de las "vampiras lesbianas". Como tal, habla la lengua que vampirizó nuestro territorio, el español. Pero, por otro lado, ella también cuenta su propia historia, cómo la vampirizaron a ella también. Nos refleja una realidad en la que todos nos vampirizamos los unos a los otros.