Natassja Kinski que interpreta a Jane Henderson en el filme durante una de las escenas más emblemáticas

Natassja Kinski que interpreta a Jane Henderson en el filme durante una de las escenas más emblemáticas

Cine

'Paris, Texas' regresa por su 40 aniversario: los paisajes desoladores del visionario Wim Wenders

En la película de cineasta alemán, restaurada ahora en 4K, sentimos la América de John Ford y la de Hopper latiendo juntas.

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Cuando cumplía 70 años, Wim Wenders (Düsseldorf, 1945) fue objeto de una extraordinaria exposición en el Museum Kunstpalast de Düsseldorf, titulada 4 Real & True 2. Era el año 2015. Pudimos descubrir en ella (o a través de su magnífico catálogo) un aspecto crucial del cineasta: su trayectoria como fotógrafo que, en sus palabras, “representa la otra mitad de mi vida”.

Los paisajes “extrañamente silenciosos o silenciosamente extraños” que fotografió por Estados Unidos para los rodajes de su trilogía americana –Alicia en las ciudades (1974), El amigo americano (1977) y Paris, Texas (1984)– conformaban gran parte de las instantáneas seleccionadas.

En ellas, los espacios desiertos parecían habitados por una emoción y por la promesa de un relato. Pensar Paris, Texas es sentir la América de Ford y la de Hopper latiendo juntas. Amplios horizontes y espacios áridos que expresan soledad, extravío, desolación, algo que se ha desvanecido o algo que está por reconstruir.

Pocas imágenes del cine de autor de los ochenta resultan tan icónicas y pregnantes –más aún con la guitarra de Ry Cooder meciéndolas– como las que abren el filme de Wenders. Una figura, Harry Dean Stanton, cruzando el desierto de Chihuahua sin un destino aparente, absorbido por la inmensidad rocosa y colorada. El trauma de Travis, o su búsqueda, cristaliza en la imagen del aislamiento, en una suerte de poética completamente indisociable del relato y la emoción que evocan.

En verdad, todos los elementos del filme se mueven acompasados como un solo organismo. Harry Dean Stanton y Natassja Kinski en la pantalla, Sam Shepard al guion, Robby Muller a la fotografía, Ry Cooder a la música… Wim Wenders reunió un elenco de lujo para orquestar la reaparición de un padre que se propone reconquistar a su hijo y su mujer tras cuatro años desaparecido, en la suspensión amnésica de un trauma ahogado en alcohol.

Harry Dean Staton quien interpreta a Trevor Henderson atravesando los icónicos parajes estadounidenses

Harry Dean Staton quien interpreta a Trevor Henderson atravesando los icónicos parajes estadounidenses

Era a su modo la búsqueda de una dignidad perdida. Y para ello, los espacios y paisajes debían llenar las ausencias explicativas de un guion magistral que obedece a una pregunta que no admite respuestas: ¿es posible recomponer una familia rota, abandonada?

Esa recomposición, por supuesto, apuntaba a un anhelo generacional, que el público sintió como propio, profundamente intenso. Cuarenta años después, Paris, Texas parece hablarnos también de nuestro mundo, tan transformado, de las relaciones humanas que se negocian frente al espejo de la soledad.

Hoy parece hablarnos de nuestro mundo, de nuestras relaciones humanas que se negocian frente al espejo de la soledad

El acierto escénico de la cabina de peep show que ocupa el tramo final del filme, una larga escena de relato confesional en tiempo real, donde Travis ve a su mujer pero ella no puede ver más allá de su rostro reflejado, anunciaba sin querer las ventanas del ciberespacio en las que hoy las personas mantienen sus interacciones personales, su intimidad.

En todo caso, el momento en el que sentimos que la película no fallará, que una y otra vez, por más que la revisitemos, nos sorprenderá conmovidos por su intensa nostalgia, reside en la proyección de unos recuerdos en Súper-8 ’–“hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana”, como dice el niño parafraseando Star Wars–. Aunque apenas sean cuatro años, son otras las personas, como fantasmas, que transitan por sus imágenes en un día de ocio en la playa, cuando la felicidad era posible.

Travis y Jane durante la escena más emotiva del filme

Travis y Jane durante la escena más emotiva del filme

El niño, encarnado excepcionalmente con la frescura de los nueve años de Hunter Carson (quien no lograría desarrollar una carrera significativa), le acepta de vuelta como segundo padre. La road movie que empieza entonces, en la fuga a Houston que emprenden en busca de la madre, insiste no tanto en contarnos un relato como en explorar unas emociones a través, principalmente, de los escenarios y paisajes que ocupan y transitan.

La fascinación por el paisaje americano introduce una cualidad poética en el filme que saca a relucir la vertiente de Wim Wenders más cercana a Antonioni, que siempre ha acompañado su cine, pero que nunca volvería a explorar con tanto acierto después de El cielo sobre Berlín (1987). Son espacios sin identidad (como el banco para coches, los diners o el motel y la nave en la que dormitan por el camino), no necesariamente abstractos, que se asocian a la espera y a la noción de lo incompleto, y que en su grandeza plástica piden a gritos ser habitados, contemplados en la pantalla grande.

Sin duda, el trabajo de Robby Muller resulta crucial para el éxito creativo del filme, y de hecho William Friedkin le contrataría para que fotografiara Vivir y morir en Los Angeles (1985) un año después, justo tras haber visto París, Texas.

Las ondas sísmicas del filme, especialmente en el cine indie norteamericano, siguen dejándose ver hoy. El propio Wenders recuperó su tono, entumecido y elegíaco, años después, tanto en Tierra de abundancia (2004) como en el comeback con Sam Shepard Llamando a las puertas del cielo (2005), aunque sin grandes resultados.

Hunter Carson quien interpreta a Hunter Henderson en el filme

Hunter Carson quien interpreta a Hunter Henderson en el filme

Su regreso con la soberbia Días perfectos (2023), a pesar de las distancias geográficas, guarda más puntos en común de lo que aparenta con Paris, Texas, empezando por el laconismo de un protagonista roto, de pasado incierto, negociando con su trauma.