Paul Mescal y Andrew Scott en 'Desconocidos'

Paul Mescal y Andrew Scott en 'Desconocidos'

Cine

'Desconocidos', una encendida y serena reflexión sobre la perenne batalla del colectivo LGTBI

Andrew Haigh enraíza su discurso estético en las nociones de extrañamiento y estilización para un relato pasional en el que colisionan el tormento y el deleite.

23 febrero, 2024 01:32

La preocupación acerca del transcurso del tiempo anida en el corazón del cine de Andrew Haigh. En la delicada Weekend (2011), el británico sopesó cuanta pasión romántica podía caber en un único fin de semana, una tarea que le llevó a actualizar Breve encuentro (1945), de David Lean, incorporando una sensibilidad queer.

Luego, en 45 años (2015), por la que Charlotte Rampling fue nominada al Oscar, Haigh compuso un punzante estudio de las expectativas y frustraciones acumuladas por una mujer tras décadas de matrimonio. Comprendido como un bien a atesorar o como una losa con la que cargar, el tiempo siempre deja huella en la tersa escritura y en el detallista trabajo de puesta en escena del director de Yorkshire.

Ahora, con la inquietante y emotiva Desconocidos, Haigh redobla, desde la premisa inicial, su apuesta por explorar los pliegues y espejismos que perfila la percepción subjetiva del paso del tiempo.

Un hombre de mediana edad llamado Adam –un guionista de cine que vive en un edificio desolado en el extrarradio de Londres- se reúne con sus padres en un típico barrio residencial, pero resulta que los padres aparentan la misma edad que el protagonista. Así es como Haigh inaugura un cóctel de retruécanos temporales que resquebrajan la cronología del relato y dan pie a una narrativa suspendida, inclinada hacia la melancolía y la reflexión.

[El Japanese Film Festival desembarca en Madrid y Barcelona con una nueva ola de cineastas nipones]

Una dimensión filosófica

¿Hasta qué punto los ejercicios de memoria familiar nos devuelven un reflejo de nuestro propio camino hacia la vejez? ¿Existe un precio a pagar por el apego a la cara más benigna, incluso terapéutica, de nuestra imaginación? Todos estos interrogantes planean por una película que, desde una aparente estasis, persigue con ahínco una dimensión filosófica que la acerca al universo de Andréi Tarkovski, quien hibridó de forma ejemplar el drama psicológico y la ciencia ficción en la esencial Solaris (1972).

En cuanto a su despliegue formal, cabe destacar que Desconocidos se desmarca del rigor realista que había definido el cine de Haigh hasta la fecha, aunque en su labor como realizador de dos capítulos de la serie de Netflix The OA (2016-2019) el británico ya incursionó en la frontera entre el drama costumbrista y la fantasía sobrenatural.

Ahora, en su nuevo largometraje, el director de Lean on Pete (2017) enraíza su discurso estético en las nociones de extrañamiento y estilización. Una apuesta arriesgada que convierte cada secuencia en un tránsito atmosférico por escenarios inicialmente reconocibles –el hogar de una familia acomodada, un impersonal edificio de un suburbio londinense, un club de ambiente LGTBI– que pasan a albergar situaciones al borde de lo onírico.

No sería descabellado pensar en lo nuevo de Haigh como una variante del cine de David Lynch –el deje nostálgico lo pone aquí el synth pop de Frankie Goes to Hollywood y Pet Shop Boys– pasado por el filtro surrealista y angustiado de Charlie Kaufman.

Desconocidos se presenta como una adaptación libre de la novela Strangers del japonés Taichi Yamada, quien falleció el pasado mes de noviembre. Con su trama poblada por figuras que, desde un más allá, sustraían la energía vital del protagonista, el relato de Yamada bebía de la tradición nipona del Kaidan –que se traduciría como “narraciones extrañas”–, un género literario de temática sobrenatural, característico del periodo Edo, que apelaba a la tradición oral y tendía a difuminar la frontera entre el mundo de los vivos y los muertos.

De hecho, el conjunto de la película de Haigh podría verse como una versión extendida de aquella inolvidable escena de Cuentos de la luna pálida (1953), el clásico de Kenji Mizoguchi, en la que un hombre regresaba a su hogar para degustar el más dulce y efímero reencuentro con su esposa… ya fallecida.

Por si todo lo anterior no fuera suficiente, Haigh condimenta su nueva incursión en el drama intimista con un relato pasional en el que colisionan el tormento y el deleite.

Seres indomables

Del lado de la aflicción, Desconocidos logra imbricar los traumas de juventud del protagonista con su relación con un hombre, el joven Harry, que en un primer momento parece liberado de todo lastre identitario. Luego, del lado más sensual y festivo, la película saca partido de la óptima elección de casting de la dupla protagonista.

[Anna Cornudella, la directora española que manda al ser humano a hibernar en la Berlinale]

Andrew Scott –quien había dejado destellos de carisma como el Moriarty de la serie Sherlock (2010-2017) y como el sibilino C. de Spectre (2015)– envuelve al personaje de Adam con un manto de reserva meditativa, mientras que Paul Mescal, listo para convertirse en superestrella de la mano de Gladiator 2, exuda el atractivo propio de los seres indomables.

De hecho, la pareja, que se entrega a una simbiosis romántica, trae a la memoria el ardiente duelo amoroso que mantenían Tony Leung y Leslie Cheung en Happy Together (1997) de Wong Kar-wai. Así, más allá de sus malabarismos narrativos, Desconocidos acaba articulando una encendida y a la vez serena reflexión sobre la perenne batalla del colectivo LGTBI contra los prejuicios impuestos por la ‘heteronormatividad’.

Desconocidos

Dirección y guion: Andrew Haigh, a partir de la novela 'Strangers', de Taichi Yamada

Intérpretes: Andrew Scott, Paul Mescal, Claire Foy, Jamie Bell, Carolina Van Wyhe.

Año: 2023.

Estreno: 23 de febrero.