Charlotte Gainsbourg  en 'Los pasajeros  de la noche'

Charlotte Gainsbourg en 'Los pasajeros de la noche'

Cine

Los pasajeros existenciales de Mikhaël Hers

La evocación de la geografía parisina y una explícita memoria cinéfila convierten 'Los pasajeros de la noche' en un artefacto muy delicado que manipulan las interpretaciones de Noée Abita y Charlotte Gainsbourg

4 noviembre, 2022 02:36

En Mi vida con Amanda, la anterior y muy sensible película del parisino Mikhaël Hers (1975), el retrato del día a día de la gran urbe gala aparecía tocado por una inevitable aura romántica, que emanaba de la filmación con celuloide de 16mm y del recuerdo de la Nouvelle Vague, que vibraba en los incesantes travellings por avenidas y callejuelas.

Ahora, en la extremadamente delicada Los pasajeros de la noche (que se estrena este viernes, 28), en la que Hers evoca el París de su infancia, la memoria cinéfila se manifiesta de un modo aún más explícito. En una escena que ilustra el impacto de la revelación cinematográfica, un trío de jóvenes se confunde al colarse en un cine y termina viendo Las noches de la luna llena, de Eric Rohmer, en vez de la esperada Gremlins de Joe Dante.

A la salida de la sala, la troupe celebra el equívoco, y más tarde, en la intimidad, una de las chicas – la damisela en apuros de la película, una quebradiza Noée Abita– reflexiona en voz alta ante el enamorado protagonista (Quito Rayon Richter), señalando que, en el cine, “te olvidas de todo. Es como si…”. La frase queda inconclusa, suspendida en el aire, en una demostración de la habilidad con la que Hers evoca el vínculo entre los misterios del arte y la experiencia humana… muy a lo Rohmer.

Además de concebir Los pasajeros de la noche como una cápsula del tiempo del París de los años 80 –la película se abre con las celebraciones tras la victoria de François Mitterrand en las elecciones de mayo de 1981–, Hers esquiva la autoficción al situar en el centro de la acción a una mujer de mediana edad y clase media que debe reformular su existencia tras el fin de su matrimonio.

En la piel de Élisabeth, quien encuentra un rumbo vital al incorporarse a la plantilla de un programa radiofónico de confidencias nocturnas, la actriz Charlotte Gainsbourg vuelve a hacer malabarismos en la frontera entre la vulnerabilidad y la tenacidad más férrea. Si no hubiese tanta verdad en sus mohines, o en esa forma de derrumbarse hundiendo la cabeza entre sus manos, sería tentador describir a Gainsbourg como una dispensadora de sollozos.

['Mi vida con Amanda': la juventud francesa frente al duelo]

Otro de los méritos de Los pasajeros de la noche consiste en acompañar las referencias a la Nouvelle Vague con una mirada afín a sus herederos. El episodio más memorable del filme, en el que una joven pareja salta al río Sena, podría haberlo filmado Leos Carax, mientras que los abundantes paseos en moto remiten al cine sensorial y pop-rock de Olivier Assayas o Mia Hansen-Løve.

De estos últimos, Hers toma prestado el empleo sistemático de unas elipsis que agujerean el relato y se encargan de evidenciar el modo en el que el tiempo se escurre entre los dedos de los protagonistas. Así es como Los pasajeros de la noche esquiva el pozo de la nostalgia, emparejando el ejercicio memorístico con la reflexión acerca de la naturaleza escurridiza y evanescente del curso de la vida.