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'Relic': el terror y sus metáforas

El cine de terror regresa con este filme de Natalie Erika James a las fantasmagorías de Robertson del siglo XVIII para pulsar nuestros miedos e instintos atávicos

12 marzo, 2021 09:59

¿Es una película de terror o es un drama de género? Durante la primera parte de Relic muchos espectadores no tendrán clara la respuesta a esta pregunta. Ambientada en la campiña australiana, la película arranca cuando una mujer de media edad (Emily Mortimer) comienza la búsqueda de su anciana madre (Robyn Nevin) junto a su hija (Bella Heathcote) después de que desaparezca del caserón en el que vive sola. Es angustiante pero no sorprendente, ya que la mujer padece una progresiva demencia que les hacía temer este momento, lo cual les genera culpabilidad. Las mujeres se aturden al descubrir la casa llena de notas (“cierra el grifo”, “apaga la luz”) que sirven a la abuela para recordar las tareas más sencillas. Algunas de esas notas contienen mensajes más inquietantes (“no dejes que entre”) y además parece existir una extraña fuerza en la casona a cuya influencia no son ajenas las dos mujeres.

Hace poco, la película El padre, de Florian Zeller, reciente ganadora del Goya a la mejor película europea, triunfaba en los cines contando la historia de degradación mental de un anciano (Anthony Hopkins) que confunde los recuerdos y además se comporta como un tirano. En Relic, la directora debutante Natalie Erika James nos cuenta también los horrores de la demencia y el dilema entre el “deber de cuidado” a quienes nos cuidaron y la libertad, aunque desde un lugar no solo más terrorífico sino también más inquietante al plantear el miedo inherente que arrastramos todos los seres humanos a repetir los errores y los defectos de nuestros padres. Ahí esta esa “mancha” que la directora convierte en metáfora de esa genética que cargamos queramos o no en la que conviven lo bueno pero también, claro, lo malo.

Sin duda, el referente es obvio, la película más cercana a esta Relic en lo visual y lo conceptual es Hereditary (2018), una de las piezas más importantes de ese “nuevo cine de terror” que protagoniza su propio director, Ari Aster, en la que ya trataba la envenenada cuestión de la “herencia” en el sentido de los traumas y pecados que heredamos de nuestros padres. Si el cine nació a finales del siglo XVIII con las “fantasmagorías” del mago y físico belga Robertson, hay algo en estas películas espectrales que nos conduce a los orígenes mismos no solo de este arte sino de nosotros mismos al abordar nuestros temores primitivos, en los que se mezclan los demonios familiares y los espíritus en una pulsión irracional, atávica pero también esencial. Con un tono menos aparatoso, Relic logra crear una atmósfera malsana y perturbadora con la que aborda otra cuestión también espinosa como la locura o el miedo a la locura, que quizá es peor que la primera.

@JuanSarda