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Cine

'Próxima', la encrucijada de una madre astronauta

A los trabajos interestelares y filosóficos de Alfonso Cuarón, James Gray, Claire Denis y Damien Chazelle se añade ahora 'Próxima', de Alice Winocour, un viaje protagonizado por Eva Green a los confines de un drama familiar

11 diciembre, 2019 00:49

En los últimos tiempos, toda una serie de cineastas, de muy distintas procedencias y ambiciones, encuentran en el espacio interestelar el refugio para dar rienda suelta a sus traumas. El manto de estrellas en la oscuridad infinita se presta como escenario de abstracción y depuración radical para lidiar con las emociones más arraigadas. Podríamos pensar que la conciencia del cosmos conduce nuestros pequeños problemas a la insignificancia más absoluta, pero toda una serie de buenas películas nos han hecho entender más bien lo contrario: que nuestra microscópica existencia se hace más y más grande en un contexto de aislamiento y de inmersión extremo. Alfonso Cuarón lo entendió así en Gravity, y desde su incontestable éxito industrial y creativo no han sido pocos los que han seguido la estela de su artefacto para explorar la tensiones entre el drama interior y el exterior.

Limbo cosmológico

El más próximo en el tiempo fue el estreno del último trabajo de James Gray, su magnífica odisea espacial Astra, donde Brad Pitt partía al cosmos para enfrentarse al característico conflicto paterno-filial en la filmografía del autor de Odessa, quien parece haber alcanzado ya un punto sin retorno. También han colocado recientemente a sus personajes en el limbo cosmológico autores como Claire Denis –con la intrigante y sorprendente High Life– o Damien Chazelle, quien con la crónica lunar de Neil Armstrong completó su mejor película, First Man, extrañamente la única interesada realmente por el conflicto interior de un personaje para quien los asuntos familiares adquieren mayor trascendencia y envergadura que la histórica misión de pisar nuestro satélite por primera vez. En esa línea se mueve también Próxima, la notable película de Alice Winocour que llega el viernes, 13, a las salas españolas tras competir en San Sebastián.

Winocour establece su tesis incluso antes del primer plano. Sobre la pantalla en negro, la astronauta Sarah (magnífica Eva Green) explica la mecánica de una nave espacial a su hija pequeña, Stella (Zélie Boulant), convirtiendo la ingeniería aeronáutica en breviario de un cuento infantil.

Acto seguido, la primera imagen nos muestra a Sarah entrenando en la Agencia Espacial Europea de Colonia: su misión pasa por controlar un incendio (de los múltiples que apagará, metafóricamente hablando) en el interior de la nave. El contraste entre la atención maternal y su carrera profesional, es decir, la posibilidad de poder conciliar o no su vida como madre divorciada y su sueño de ser la primera mujer en una expedición a Marte, queda de este modo plenamente articulada. Nos encontramos por tanto en los confines de un drama familiar bajo las formas de un filme de aventura espacial en un planteamiento general propio de la ciencia-ficción. La originalidad del argumento neutraliza los clichés de los que, no en vano, la película no logra huir del todo.

Próxima construye su personaje protagonista con atención a las complejidades cotidianas de su existencia, pero sobre todo desde la certeza de que los sueños de infancia se vuelven agridulces –o pierden su carácter utópico– cuando entramos en la edad adulta: no hay sueño posible sin sacrificio. Esa es la enseñanza que, de algún modo, Sarah transmite a su hija Stella a lo largo del relato, a medida que la madre va preparando a su hija para hacerla comprender (y aceptar) que tendrá que desaparecer un año de su vida y conceder temporalmente la custodia completa al padre. El drama de su batalla por ser aceptada en el entorno laboral alienante, romper prejuicios y sacrificar su vida personal en pos de la realización profesional, contrasta una y otra vez, de corte en corte (como el mencionado prólogo de arranque), con las obligaciones de una madre a tiempo completo que corre el riesgo de convertirse, casi literalmente, en una extraterrestre para su hija de siete años.

Alice Winocour maneja el último tramo de la película con extraordinaria sensibilidad y espectaculares ideas visuales

A la expedición marciana le precede una larga temporada de aislamiento para que los astronautas se preparen para aguantar psicológicamente la soledad de una misión espacial de larga duración. Pocas películas, de hecho, han logrado hacer al espectador consciente de este fenómeno. El tratamiento sobre el guion, coescrito entre Winocour y Jean-Stéphan Bron, del personaje interpretado por Matt Dillon, compañero sexista de nuestra protagonista en la expedición marciana, es poco menos que expeditivo, bosquejado con brocha gorda; si bien la interpretación de Eva Green, realmente magnética y comprometida con la necesidad de adaptar dos roles tan aparentemente incompatibles, y la química que logra irradiar cuando comparte pantalla con la pequeña Boulant, nos anuncian que el desenlace del relato tendrá que estar a la altura de la emoción que van tejiendo entre ambas.

Una estrella más

Somos prisioneros de su separación anticipada. Afortunadamente, Winicour maneja el último tramo con extraordinaria sensibilidad y magníficas ideas visuales –el cohete ascendiendo, la madre convertida en una estrella más del cosmos…– consolidando la íntima conmoción de ambas criaturas de modo que la extrañeza de la situación parezca extremadamente familiar.

No en vano, aunque llevada al extremo, la historia no es más que el desafío cotidiano de la conciliación familiar de una mujer con un trabajo muy exigente reservado casi por completo a los hombres. Es posible que Próxima no explore realmente ningún territorio ignoto en el cine, pero tiene el coraje y la determinación de armonizar dos géneros tan aparentemente alejados como el drama familiar y la aventura galáctica. El tratamiento visual también nos hace partícipes de ese contraste, fundiendo la estética glamurosa y de espacios asépticos con el carácter experiencial de metraje grabado con dispositivos portátiles y vídeos caseros, de modo que lo trascendente y lo cotidiano se anudan y entretejen sin solución de continuidad. Un verdadero logro.

@carlosreviriego