Image: La eternidad según Van Gogh y Schnabel

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Cine

La eternidad según Van Gogh y Schnabel

Van Gogh está de moda. A los trabajos de Dorota Kobiela, Hugh Welchman y Giovanni Piscaglia se suma ahora Van Gogh, a las puertas de la eternidad, entrega en la que el director y artista Julian Schnabel trata de capturar la forma de crear y de vivir la soledad del pintor holandés a través de la magistral interpretación de Willem Dafoe.

1 marzo, 2019 01:00

En una de las cientos de cartas que envió a su hermano Theo, Vincent Van Gogh escribió: “¿Qué soy yo a ojos de la mayoría? Un don nadie, un excéntrico o alguien desagradable que no tiene ni tendrá un sitio en la sociedad. En otras palabras, peor que la morralla. Muy bien, dando por hecho que eso sea cierto, entonces quisiera mostrar lo que hay en el corazón de ese excéntrico, de ese don nadie”.

Hoy, casi 130 años después de su muerte, ese don nadie que murió en un cuartucho de Auvers-sur-Oise habiendo vendido tan solo un cuadro, ese excéntrico que a través del color y las perspectivas afiladas abrió la puerta al expresionismo, esa persona desagradable que atemorizaba durante sus brotes psicóticos a los vecinos de Arlés, es el pintor más cotizado del mercado del arte y uno de los más exprimidos por la cultura popular. Los episodios más oscuros de su vida, tales como su muerte o la automutilación de su oreja izquierda, continúan debatiéndose en ciclos y exposiciones. Los libros y las películas que abordan su vida no paran de aumentar.

Sin que haya habido efemérides de importancia ni hallazgos recientes sobre su biografía, en los últimos dos años han llegado a las salas españolas tres filmes muy diferentes sobre el autor de Los girasoles. En 2018 se estrenó Loving Vincent (Dorota Kobiela y Hugh Welchman), un lunático homenaje al pintor conformado por 65.000 fotogramas que son en realidad 65.000 lienzos pintados a mano. Y esta misma semana se han estrenado otras dos obras sobre él: el documental Van Gogh, de los campos de trigo bajo los cielos nublados (Giovanni Piscaglia), que narra la historia de unión espiritual entre el artista y la mayor coleccionista privada de su obra, Helene Kröller-Muller; y el drama Van Gogh, a las puertas de la eternidad, en el que Julian Schnabel (Nueva York, 1951) trata de capturar el acto creativo del pintor desde dentro. “El Vincent Van Gogh que se ve en la película surge de mi respuesta personal a sus pinturas, no solo de lo que se ha escrito sobre él”, asegura el director.

Extravagante superstar de la nueva pintura en los años 80 (su obra se exhibe en los principales museos de arte contemporáneo de todo el planeta), Schnabel recondujo su carrera en los 90 hacia la dirección de cine. Por ahora todas sus películas han abordado existencias reales: debutó con Basquiat (1996), ganó el Premio Especial del Jurado del Festival de Venecia con su biopic sobre el poeta cubano Reinaldo Arenas, Antes que anochezca (2000), y recibió el premio al mejor director del Festival de Cannes por La escafandra y la mariposa (2007), adaptación del libro que el periodista Jean-Dominique Beaby escribió valiéndose únicamente de su capacidad para parpadear con el ojo izquierdo tras sufrir un ataque cerebral. En Van Gogh, a las puertas de la eternidad, Schnabel conecta de nuevo con su primera gran pasión. “El hecho de que yo mismo sea pintor es algo que probablemente conlleva que mi enfoque sea diferente. Es un tema muy personal. Es algo en lo que he estado reflexionando toda la vida”, asegura.

La película arranca cuando Van Gogh decide en 1886 abandonar la niebla de París para instalarse en Arlés, una pequeña población del sur de Francia, en busca de una nueva luz para sus pinturas. Allí, la naturaleza le embriaga hasta el éxtasis y pinta la mayor parte sus obras maestras, pero su salud mental se va deteriorando. La visita de Gauguin acaba con el famoso y trágico episodio de la oreja seccionada y Van Gogh empieza a pasar cada vez más tiempo en hospitales y sanatorios. Pero más que el mero relato de los acontecimientos, el filme de Schnabel trata de capturar el acto de extrema fisicidad que implica la creación de un cuadro y reflexiona sobre la búsqueda de la eternidad por parte del artista. “Todos nos moriremos un día”, apunta. “Pintar es una práctica que de alguna forma se dirige a la muerte. Está relacionada con la vida, pero es diferente, y te da acceso a ese otro lugar que es la eternidad. El arte puede transgredir la muerte. En la película, Vincent aún no tiene admiradores, pero eso no le impide hacer lo que se vio obligado a hacer. Cuando le ves en el campo sonriendo mientras se vierte barro en la cara, te das cuenta de que no era un hombre infeliz. Era una persona que sentía que estaba en el lugar correcto en el momento adecuado, en completa conexión con la vida y la naturaleza”.

Willem Dafoe, a pesar de superar ampliamente la edad con la que murió Van Gogh, fue el elegido por Schnabel para interpretar al artista. “Van Gogh tenía 37 años cuando murió. Willem tiene 63, pero Van Gogh estaba bastante envejecido a los 37 años y Willem está en muy buena forma”, observa Schnabel. “Era un papel muy exigente, pero Willem fue capaz de hacer todo lo que Van Gogh hacía, como trepar y escalar para alcanzar las vistas que ansiaba contemplar”. El actor recibió además clases de pintura por parte de Schnabel, que quería que Dafoe no solo pintara de verdad en la película sino que se involucrara física, emocional e instintivamente en los lienzos. “Puede decirse que Willem está interpretando un personaje, pero también está encarnando un espíritu. Es la única persona que quería que interpretase ese papel. Y lo que sucedió es que la profundidad de su exploración, su resistencia física y su imaginación fueron mucho más allá de lo que estaba escrito en el guion”.

En primera persona

Van Gogh, a las puertas de la eternidad, película que nació de la visita que hizo Schnabel acompañado por el guionista y escritor francés Jean-Claude Carrière al Museo de Orsay para ver la exposición Van Gogh / Artaud: El hombre suicidado por la sociedad, trata de poner al espectador en la piel del pintor. Por ello, el filme fue grabado en gran parte a mano, utilizando una plataforma especial. En ocasiones, era el propio Willem Dafoe el que sostenía la cámara para capturar su propia perspectiva. Además, Schnabel optó por crear imágenes con dos profundidades de campo. “Pensé que esa podría ser la perspectiva de Vincent. Es una forma diferente de ver las escenas de la naturaleza”, finaliza el director.

@JavierYusteTosi