Image: La energía femenina despierta Toronto

Image: La energía femenina despierta Toronto

Cine

La energía femenina despierta Toronto

13 septiembre, 2016 02:00

Una imagen de Certain Women

Kelly Reichardt, con Certain Women, y Mia Hansen-Love, con El porvenir, llevan por fin algo de verdad a las pantalla del Festival Interncaional de Cine de Toronto

Finalmente algo de verdad se coló por las pantallas de TIFF. La trajo Kelly Reichardt con Certain Women. Su cine es el de los pequeños pero profundos gestos, de la inmensidad espacial de la América profunda realzando la soledad y el perpetuo vagabundeo de sus personajes, de las batallas cotidianas de la mujer en el patriarcado social… Autora de River of Grass, de Old Joy, de Wendy & Lucy, de Meek's Cutoff -y con eso ya le basta y le sobra para ocupar un relevante capítulo en la historia del cine americano-, Reichardt es una pintora de lo cotidiano, artista superdotada para evocar momentos existenciales encapsulados en silencios, miradas, espacios en blanco. Aquí se inspira en diversas historias de la escritora Maile Meloy vagamente conectadas que, en verdad, funcionan de forma autónoma, como tres breves relatos que acontecen en el pueblo de Montana y sus alrededores. En el primero Laura Dern es una abogada con un cliente desquiciado, en el segundo Michelle Williams es una madre en busca de unas rocas para construir su casa familiar, el último se centra en una nativa americana (Lily Gladstone), cuidadora de caballos, que se enamora de una profesora de clases nocturnas interpretada por Kristen Stewart.

Rodada en 16 milímetros, el grano de Certain Women tiñe su imagen de ocres y tonos anaranjados para expresar una desolación tan bella como irresistible. Un paseo nocturno en caballo, bajo la luz de las farolas, se carga de un extraño, conmovedor romanticismo, y allí donde parece no estar ocurriendo nada (las tramas son mínimas, como fragmentos de existencias arrancadas al tiempo), percibimos subterráneamente una corriente casi metafísica, inscrita en los sonidos del viento, de los trenes, de la naturaleza, del tiempo y su cotidianidad. Es un cine al alcance de muy contadas sensibilidades para ponerlo en escena, que huye de grandilocuencias y de subrayados como la peste, que concentra en un saludo sin correspondencia a través de los cristales o en la reacción silenciosa de una despedida toda una cosmogonía de emociones.

Una imagen de El porvenir de Mia Hansen-Love

Mia Hansen-Love también ocupa un lugar notorio en el radar del cine propulsado por el instinto y la sensibilidad femenina. Su nueva película, El porvernir, que se estrena en salas españolas el 23 de septiembre, se pregunta acaso lo mismo que ya se preguntó la directora francesa en su anterior filme, Edén, alrededor de la figura de un DJ que dejó de ocupar el centro de un universo desvanecido: ¿cómo empezar la vida otra vez?, ¿qué camino seguir cuando a la profesora de Filosofía interpretada por Isabelle Huppert le abandona su marido, sus hijos se marchan de casa, muere su madre y vive la decadencia del negocio editorial alrededor de la filosofía, esa necesidad cultural que desaparece de los colegios? Nathalie, que así se llama el personaje de Huppert, busca un nuevo lugar de partida en el aislamiento comunal de jóvenes anarquistas que leen el manifiesto de Unabomber, pero solo encuentra en una gata negra llamada Pandora el lugar donde colocar sus preocupaciones.

El guion observa y sigue a su personaje sin juzgarlo, convoca situaciones realmente dramáticas pero sin darles más importancia que a cualquier otra banalidad existencial, privilegiando siempre la experiencia sobre el drama. En el mejor de los casos, el cine de Hansen-Love pasa por filmar a personas existiendo, abriéndose paso por las embestidas del tiempo. La directora sortea la aparente facilidad con la que la película podría haber caído en la pedantería filosófica o en el retrato irónico de la burguesía intelectual para centrarse en la grácil, inteligente determinación de Nathalie por otorgar un nuevo sentido a una vida saldada en el desencanto y la pérdida. En un momento dado, la profesora entra en un cine que proyecta Copia certificada, y la escena que escoge mostrarnos Hansen-Love del hermoso filme de Kiarostami dialoga directamente con la situación de Nathalie, que creyó estúpidamente que el amor de su marido iba a durar para siempre. Hermoso, delicado, grácil y sutil, El porvenir nos habla de la inestabilidad del mundo contemporáneo desde la convicción de su personaje: si la felicidad se resiste a llamar a la puerta, persiste la esperanza.

@carlosreviriego