Image: Agridulce crónica del sueño americano

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Cine

Agridulce crónica del sueño americano

23 mayo, 2014 02:00

Un momento de A 20 pasos de la fama, con testimonios de Springteen, Jager y Sting

¿Justicia histórico-cultural o estrategia de márketing? Llega a nuestras pantallas A 20 pasos de la fama, película de Morgan Neville ganadora del Oscar a Mejor Documental que narra el ignorado trabajo de los coristas.

Los documentales con derecho a Oscar parecen estar abonados al rock & roll. O más bien al negocio de la celebridad musical. Si Searching for Sugar Man desvelaba el prolongado, para algunos incomprensible anonimato de un músico, Sixto Rodriguez, que según disparatada hipérbole (la que escuchamos en la película del recientemente desaparecido Malik Bendjelloul) tendría que ser tan célebre como Bob Dylan, el último documental agraciado con la estatuilla de los académicos de Hollywood tiene por propósito colocar en primer plano las voces de coristas afroamericanas que han acompañado, abrillantado o definido inmortales temas y artistas de la música popular: desde el Gimme Shelter de The Rolling Stones a composiciones recientes de Sting, pasando por los estereotipos músico-sexuales de Ike & Tina Turner o las imprescindibles voces que dan la réplica a David Bowie en el clásico Young Americans y a los pataleos y contorsiones de Ray Charles y Joe Cocker. Unas seis décadas de ‘anonimato' que A 20 pasos de la fama se propone poner fin. ¿Justicia histórico-cultural o maniobra de márketing?

No solo son documentales hermanados por su temática general, sino por sus exuberantes estrategias formales y narrativas. La fórmula es eficaz: un ritmo que no decae, con la música entrando y saliendo del primer plano en un incesante entrelazado de temas y grabaciones (podemos prácticamente "escuchar" la película sin necesidad de verla), carreras y vidas truncadas en un atractivo tour de turista por determinados greatest hits de la música popular. Los académicos (y el público masivo) sin duda se sentirían tan jóvenes como compasivos frente a esta nueva y agridulce crónica del sueño americano, si bien la película no deja de dar vueltas sin solución de continuidad alrededor de un mismo tema: la línea fronteriza que separa a un intérprete de un autor. Aunque más o menos común en todas las background girls retratadas, el caso paradigmático es el de Judith Hill (iba a ser la paternaire vocal de Michael Jackson en su última gira), que aún determinada a no aceptar más trabajos de corista para impulsar su carrera en solitario, se "camuflaba" entre las coristas de Kylie Minogue.

No es por tanto A 20 pasos de la fama un estudio cultural -como sí lo era, por ejemplo, el documental Gimme Shelter de los hermanos Maysles, o la serie de la Historia del blues que Martin Scorsese produjo para la BBC- sino más bien una película feel good, llena de estímulos, en torno a un reivindicable capítulo de la historia del pop.

Las voces y los rostros conductores del relato -Dr. Mable John, Merry Clayton, Tata Vega, Lisa Fisher, etc., cada una contando su historia- reciben el sello de garantía en los testimonios de Bruce Springsteen, Stevie Wonder, Mick Jagger, Sting o Sheryl Crow, así como diversos productores. El rescate de algunos fragmentos de la arqueología audiovisual del rock, algunos inéditos, salvan a la película de ser un estricto "documental radiofónico". La primera línea del Boss, abriendo la película - "Cantar de fondo sigue siendo una posición muy singular. Pero el salto al frente es complicado. Es un salto conceptual"-, es tanto la tesis como el destino de un filme que no logra añadir más capas a su discurso, al que le basta con las voces de sus musas y sus saltos en el tiempo para seducir al espectador. Y la música, claro, aunque sea como un apéndice del perverso sueño del estrellato. "Algunas personas cantarán para ser famosas, otras simplemente lo hacen para cantar", dice Lisa Fischer.