Image: Santi Amodeo

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Cine

Santi Amodeo

"Resacón en las Vegas ha enaltecido la comedia"

8 noviembre, 2013 01:00

Santi Amodeo regresa al cine con ¿Quién mató a Bambi?. Foto: Quim Vives

La comedia española atraviesa un momento dulce. Una clara muestra es '¿Quién mató a Bambi?', el regreso de Santi Amodeo a la dirección tras siete años de silencio. Concebida como una 'action comedy' de aspiración popular, el autor de 'Astronautas' lleva la propuesta a su territorio creativo, importando la poética de los Coen al disparate nacional.

Uno de los pecados del último cine español es haber pasado de puntillas por películas como Astronautas (2003) y Cabeza de perro (2006). Su energía post-punk y su singularidad estética deberían haber posicionado a Santi Amodeo (Sevilla, 1969) entre los autores más apreciados de nuestras fronteras. Siete años han transcurrido desde entonces. Siete años en los que el director sevillano ha tratado de levantar varios proyectos, hasta que le propusieron realizar el remake del filme mexicano Matando cabos (2004), bajo el diseño de una action comedy que, entre sus gestos promocionales (la distribuye Sony Pictures), le concede al mismísimo Andrés Iniesta un pequeño papel. "Me interesó la idea -explica Amodeo-. Yo siempre quise hacer algo parecido a Un pez llamado Wanda, una comedia de gran factura, muy cinematográfica. Quería elevar el género a un lugar al que la comedia española no está acostumbrada".

El esperado regreso de Amodeo se disputa por tanto en las tensiones propias de una gran producción que no le hace ascos a las persecuciones en coche y las escenas con 300 figurantes, pero cuya vocación de llegar al espectador de los ‘multiplex' no renuncia al sello personal de su cine. De ese choque entre la expresión autoral y el compromiso comercial proceden finalmente las grandes fascinaciones que despierta ¿Quién mató a Bambi?, y que ha contado con un extraordinario reparto de actores entregados a la causa: Ernesto Alterio, Quim Gutiérrez, Julián Villagrán, Clara Lago, Enrico Vecchi...

-Al ser ésta una producción más grande, ¿cómo ha lidiado con los compromisos?
-Me han concedido la libertad que necesitaba a medida que avanzaba la producción. El acuerdo al que llegué con la productora es que íbamos a hacer un filme de clara vocación comercial, y a partir de ahí, con esa noción siempre clara, es cuando vas conquistando tu espacio. En el montaje hubo pequeñas batallas, pero puedo decir que el corte final es mío. Era la primera vez que jugaba en esta liga y lo cierto es que no puedo quejarme de los resultados, porque al fin y al cabo he podido hacer la película que yo quería hacer.

-Es una comedia disparatada pero rodada en un código realista. ¿Cómo buscó ese tono?
-Esa ha sido una de las claves y uno de los grandes riesgos, pero creo que hemos acertado. El guion sobre papel es casi un cartoon, donde todo es muy disparatado, pero decidí que había que filmarlo con realismo. Quería que fuera una película muy física, y por lo tanto no hay efectos digitales, y les pedí a los actores que trabajaran sus papeles como si estuvieran en una obra de Chéjov, con una intención completamente realista y hasta dramática.

-La comedia española no suele trabajar en ese registro...
-Creo que en España la tendencia suele ser la de soltar muy rápido el chiste, y eso es a veces contraproducente. Yo tampoco he renunciado a algunos detalles de sitcom, a algunos gestos de los actores que puedan aproximarse a la caricatura, pero el marco y el tono general que les propuse fue el absoluto realismo, que se creyeran lo que estaban diciendo y haciendo. En algún momento les dije que pensaran que están en una película de los Coen.

-Como El gran Lebowski...
-Sí, las resonancias son muy claras. En esta película no he escondido mis cartas. En otras me ha dado más pudor destacar referencias, pero aquí he sido más desvergonzado. Quizá porque es un remake y eso te permite ser más juguetón con el material.

Los Coen siempre han tenido predilección por tipos ahogados en su propia inoperancia, superados por las circunstancias que siembran. En ese espectro se resuelve ¿Quién mató a Bambi?, cuya trama pone en relación dos secuestros exprés que se complican más allá de lo concebible. "Gran parte del humor surge de observar a unos tipos que siempre toman la decisión equivocada o la más torpe. Y lo hacen completamente en serio. Ahí nace el patetismo y el humor". El realizador sevillano ha sido especialmente fiel a la poética coeniana en el tratamiento de la violencia: "Eso quise llevarlo hasta el límite y hacerla totalmente explícita. Confiaba en que el espectador lo aceptara como parte de la propuesta, si bien la violencia también es lúdica, festiva".

-Muestra un claro interés por retratar nuestro tiempo. ¿Siente esa necesidad de que su cine reaccione frente a los acontecimientos del presente?
-Sin duda, pero es que ahora mismo sería imperdonable no hacerlo. Es imposible pasar por encima de la situación que vivimos. La crisis económica nos ha convertido a todos en unos buscavidas, y por eso podemos comprender mejor a los personajes de ¿Quien mató a Bambi? Todos conocemos casos de gente dispuesta a hacer locuras para salir de la miseria. Aunque tampoco he querido cebarme en eso, lo he utilizado apenas como pretexto. En todo caso, la comedia te permite sobrevolar la difícil situación con el humor. Por un lado, te permite evadirte de la realidad, pero siempre partiendo de ella. Es algo complejo, puede que contradictorio, aunque creo que es el alimento de la gran comedia.

-¿Qué siente por los personajes de la película?
-Cariño. Mucho cariño. Siempre intento que todos los personajes me caigan bien.

-Pero hay mucho patetismo en ellos, les retrata a veces sin piedad, sobre todo los conflictos de clases...
-El patetismo de ellos es también el mío. Yo no me miro con condescendencia, considero que mis defectos son los de mis personajes. Me gusta mucho el humor incómodo, como el de Ricky Gervais, y juego con ello. La situación está tan difícil, que no he querido ser ambiguo. No he tenido miedo a caer en algunos estereotipos, sobre todo en lo referente a las clases sociales. El currito siempre acabará recibiendo el último golpe, así están las cosas. Me puedo permitir reirme de ciertos personajes, pero no de todos.

-De algún modo, el humor del filme entronca con la cultura española, como el taxista bizco (Manolo Solo), pero la película se alinea más claramente con algunas conquistas de la última comedia americana...
-Mis referentes son en su mayoría anglosajones. Adoro comedias españolas como Total, de Cuerda, que la descubrí hace poco y me pareció algo muy cercano a lo que hace Muchachada Nui, pero lo cierto es que la gran renovación de la comedia la encontramos en el cine americano. Películas como Resacón en Las Vegas y Supersalidos han enaltecido y renovado el género. A muchos nos han abierto los ojos. Lo cierto es que soy un espectador bastante omnívoro. Me vuelve loco Holy Motors, pero también me encantan las películas de superhéroes. Siempre he querido hacer un filme de superhéroes en España. Pero es tan difícil...

-Las comedias suelen dar mayor protagonismo al texto que a la imagen. Algo muy propio de su cine es la energía estética, que también está muy presente en este filme...
-Le doy mucha importancia a la vertiente estética. Creo que ese ha sido por ejemplo uno de los grandes saltos de calidad de la comedia americana, que ha adquirido una conciencia más cinemática y menos teatral del género. Y ese cuidado por la imagen, por entregar ideas visuales interesantes, lo he querido desde luego trasladar a mi película. Por ejemplo, considero un desafío expresar cinematográficamente las relaciones que tenemos con los móviles y las redes sociales. Creo haber encontrado un modo de tratarlo cinematográficamente, aunque en esta película apenas lo he esbozado.