Image: Margin Call, codicia e impunidad

Image: Margin Call, codicia e impunidad

Cine

Margin Call, codicia e impunidad

El guionista J.C. Chandor debuta en la dirección con un 'thriller' financiero en torno a la crisis económica

21 octubre, 2011 02:00

Kevin Spacey en 'Margin Call', de J.C. Chandor


En The Girlfriend Experience, Steven Soderbergh se recreaba en el retrato de la sofisticada clase social post-yuppie, aquella que contempla el funcionamiento del mundo como una eterna transacción comercial aderezada con deportivos, prostitutas de lujo y cocaína. El filme, quizá uno de los más punzantes a la hora de mostrar los comportamientos de la fauna de Wall Street, transcurría durante la campaña presidencial de 2008, cuando la amenaza de la burbuja financiera estaba tomando cuerpo y su estallido era inminente. Por su parte, Charles Ferguson en Inside Job también dedicaba un capítulo a los excesos nocturnos de Wall Street, pero sobre todo se encargaba de identificar a aquellos que "rompieron" el mercado con sus irresponsables operaciones de riesgo destinadas a enriquecer a unos pocos privilegiados, desactivando así la perversa idea de que toda la sociedad era responsable del cataclismo económico.

Tres años después del crack en Wall Street, llega a nuestras salas otra propuesta en torno a la crisis económica, Margin Call, dirigida por el guionista debutante en la dirección J. C. Chandor. En gran medida, se ofrece como un cóctel de género del documental de Ferguson y de la pieza indie de Soderbergh.

Un 'thriller' financiero. Por un lado, trata de explicar con tensión, refugiándose en las coordenadas de un 'thriller financiero', qué ocurrió en las 24 horas precedentes al 15 de septiembre de 2008, encerrándose en un importante banco de inversión donde uno de sus jóvenes empleados descubre que el mercado está al borde del desplome. Desde su vertiente más interesante, Margin Call evoca el olor a codicia, el cinismo de la clase financiera. Con sus sueldos millonarios, viven como reyes de la Gran Manzana y se refieren al resto de ciudadanos -aquellos que pagarán con sus empleos y sus casas los excesos que ellos han cometido- con la expresión "gente real". Desde el recién llegado al presidente de la compañía, el filme traza una línea de responsabilidades recorriendo una jerarquía empresarial que respeta la jerarquía de los actores -Zachary Quinto, Stanley Tucci, Paul Bettany, Demi Moore, Kevin Spacey, Jeremy Irons-, y donde la moralidad y los intereses de cada uno están claramente desarrollados.

Una escena en el ascensor, donde dos altos ejecutivos hablan del futuro fin del bienestar ignorando la presencia de la señora de la limpieza, emerge como una acertada metáfora de la estructura social. En Margin Call, los únicos personajes que desfilan por la pantalla son especímenes con trajes de 5.000 dólares inmersos en un mundo de abstracción, que hablan en claves y galimatías -índices históricos y valores volátiles-, negándole así al espectador un mínimo de inteligencia y de deferencia: como éste nunca va a entender lo que ha ocurrido, parecen pensar los responsables del filme, no nos tomaremos la molestia de explicarlo.

"No sé cómo la hemos cagado de esta forma", dice uno de los personajes, y en frases como ésta Margin Call quiere convencernos de que nadie tenía conciencia de lo que estaba pasando, encubriendo aquello que Inside Job mostraba con los testimonios de agencias de crédito que no detuvieron la sangría de hipotecas sub-prime porque se estaban enriqueciendo a su costa. Por muy convincente que sea la atmósfera funeraria que dibujan los fríos escenarios del filme, o el pulso que Chandor logra imprimir a unos acontecimientos tan imprecisos como los que describe, o la energía de unas interpretaciones capaz de dar cuerpo a las ideas que encarnan, no resulta fácil finalmente comulgar con el cínico y redentor discurso de Margin Call. En algo sí lleva razón: todos salieron impunes (y multimillonarios) del atolladero.