Image: La felicidad según Mike Leigh

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Cine

La felicidad según Mike Leigh

El británico estrena Another Year, una historia coral de lucha contra la soledad

14 octubre, 2011 02:00

Jim Broadbent y Ruth Sheen en Another Year.


Una cuestión que parece obsesionarle al británico Mike Leigh: ¿qué es la felicidad? Y a partir de la pregunta raíz, sus ramificaciones: ¿en qué consiste?, ¿cómo se logra?, ¿realmente es posible?... En su anterior filme, Happy (2008), el discurso sobre la felicidad recaía en la actitud de Poppy (Sally Hawkins), una colorida profesora de Londres cuyo infundamentado, hiperbólico optimismo resultaba tan exasperante como la propia película. Modulando esta vez el tono, en su décimo largometraje, Another Year, Leigh propone como ideal de la felicidad la serena plenitud de Tom (Jim Broadbent) y Gerri (Ruth Sheen), un matrimonio londinense de clase media que es todo complicidad, amor y entendimiento. En contraste con su perfecto amor otoñal, el resto de vidas a su alrededor -sobre todo las de sus amigos Mary (Lesley Manville) y Ken (Peter Wright)- parecen abocadas a colarse irremisiblemente por el sumidero de la soledad y el alcohol.

Superviviente junto a Ken Loach de cierto brit realism con veneno político, Leigh centra su objetivo en los conflictos dramáticos de la sociedad urbana, de modo que la conciencia de clases siempre ha jugado un papel muy importante en su cine. En Another Year, sin embargo, Leigh pone en escena, a lo largo de las cuatro estaciones de un año (con sus distintos climas anímicos), una forma de injusticia mucho más esquiva, la que divide a la sociedad entre los que no están solos y los que sí, bien porque no han podido formar una familia -Mary y Ken-, bien porque ésta ha desaparecido -Ronnie (David Bradley), el hermano de Tom-, o bien porque aún no han encontrado a alguien con quien formarla -Joe (Oliver Maltman), hijo del matrimonio feliz. Con tonos y dinámicas que se quieren deudores de Renoir, Rohmer y Berg- man, el centro neurálgico del relato se concentra en la institución familiar, sobre la que gra- vita la propia definición de felicidad que ofrece el filme.

Verdad actoral
En la mayoría de las películas, los personajes no parecen tener personalidad, solo atributos. Si algo distingue a los mejores filmes de Mike Leigh -Secretos y mentiras (1996), El secreto de Vera Drake (2004), etc.- es que sus criaturas aspiran a trascender su naturaleza ficticia para convertirse en personas, tipos comunes en un mundo común. La fuerza tragicómica de Another Year no está sujeta a intrigas, se debe casi por completo a la verdad que transmiten sus actores, en posesión de unos diálogos que respiran autenticidad. Una vez más, Leigh pone al descubierto sus orígenes teatrales y televisivos, con una puesta en escena que privilegia la palabra y el énfasis de los primeros planos (subrayando la preocupación de Tom y Gerri, el patetismo de Ken y Mary, la soledad de Joe y Ronnie) sobre otras consideraciones formales.

No es casual que Leigh reserve el último plano de Another Year a Lesley Manville. En el protagonismo colectivo del filme, sobresale su meticulosa encarnación de Mary, capaz de absorber toda la dignidad que aún puede quedarle a un personaje tratado con tanta crueldad narrativa. En busca de la risa fácil, sin embargo, su personaje-espejo, el obeso y borrachuzo Ken, se pliega a la exagerada interpretación de Bradley y al punto de vista paródico de Leigh, introduciendo en la película una nota caricaturesca que atenta contra su proyección naturalista. Another Year deposita en Mary el meollo de su moraleja (sí, es un filme con "mensaje"): en determinado punto de la vida -al cumplir los cincuenta- la esperanza se agota, ya es demasiado tarde para casi todo. Incluso para intentar ser feliz.