Image: Dennis Hopper o el triunfo del fracaso

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Cine

Dennis Hopper o el triunfo del fracaso

3 septiembre, 2010 02:00

Dennis Hopper. Foto: Íñigo Ibáñez.

La Mostra se pone canalla recordando la obra y la figura de Dennis Hopper, fallecido el pasado mes de mayo. Proyecta The Last Movie, filme de 1971 en el que dejó las claves de su personalidad y de toda una época. Jorge Berlanga recorre su legado.

Nunca fue un ángel. Un tipo duro, un ser frágil, desquiciado, iluminado, conflictivo, inconstante, genial, intuitivo, seductor, amante de todos los vicios, maldito por excelencia y leyenda del cine contra todo impedimento. La carrera de Dennis Hopper siempre estuvo llena de altibajos, marcados por una vida intensa de condición irregular y, sin embargo, fue capaz de participar nada menos que en 115 largometrajes. Una filmografía notablemente extensa para un sujeto repetidamente condenado por la industria de los grandes estudios con una biografía salpicada de obligadas etapas de ostracismo. Caído en diversas ocasiones y vuelto a levantar, dado varias veces por muerto profesionalmente, tuvo siempre la capacidad de renacer con películas míticas, una contada selección de obras maestras insólitas y rompedoras que inmortalizaron su figura tanto como convulsionaron la historia del cine. Hopper siempre tuvo la suerte de encontrarse con personajes afines, cineastas atípicos con gusto por el riesgo y con talento transgresor. Podemos remontarnos a sus inicios, viendo a ese joven guapo y pendenciero, con pinta de delincuente juvenil y con ganas de comerse el mundo, al que descubre con su acertado ojo de tuerto ese director fuera de la ley que fue Nicholas Ray, dándole un papel en una de sus películas de culto, Johnny Guitar, rematando luego con otro de más presencia en Rebelde sin causa, que marca una revolución cinematográfica y que supone su encuentro con James Dean, del que dijo: "Yo me creía el mejor actor del mundo hasta que conocí a Jimmy". Un relación que llegó hasta la apasionada intimidad en un triángulo junto a Natalie Wood donde hubo de todo.

La magia continuó poco después con Gigante de George Stevens, hasta que la muerte repentina de Dean provocó el primer golpe en su carrera. La posterior muerte de su padre, también en accidente de automóvil, le llevó a una pelea con Henry Hathaway en el rodaje de Infierno en Texas que le supuso la expulsión de la película y la etiqueta de conflictivo que equivalía a cerrarle las puertas de Hollywood. Decidió irse a Nueva York a estudiar con Lee Strasberg en el Actor's Studio, pero lo que hizo fue introducirse en la órbita de la Factory de Warhol, codearse con el mundo de extravagantes artistas pop de los 60 y convertirse en un excelente fotógrafo. Stuart Rosenberg le dio la oportunidad de volver a la pantalla en 1967 con un papelito en La leyenda del indomable junto a Paul Newman. En plena fiebre psicodélica estaba germinando su primera gran resurrección.

Con un dinero que tenía Peter Fonda en pleno arrebato hippie, decidieron enfrentarse a Hollywood demostrando que se podía hacer cine en plena libertad con un par de Harleys, carretera, drogas y desafío a la autoridad, y encima con éxito comercial. Easy Rider supuso un acontecimiento explosivo. Palma de Oro en el Festival de Cannes y nominada al Oscar al mejor guión (¡cuando el guión fue prácticamente improvisado!). El subidón llevó a un eufórico y extradopado Hopper a embarcarse en la película que iba a ser la revolución definitiva, The Last Movie, con la que el Festival de Venecia le homenajea estos días y con la que pasó un año de absoluto delirio. ¿Cuántas vidas podían quedarle a este personaje irredento? Todavía unas cuantas, marcadas por títulos memorables: El amigo americano, Apocalypse Now, La ley de la calle (con intento de suicidio incluido) y Terciopelo Azul. A partir de los 90 vuelve a los grandes estudios con Waterworld, Speed, Amor a quemarropa y Basquiat, entre muchas otras, incluida Elegy de Isabel Coixet. El año pasado, con un pie en la tumba, por fin le dieron una estrella en el Paseo de la Fama. Su última batalla perdida fue lograr el divorcio de Victoria Duffy antes de morir. Pero lo que nos queda de él es su invencible rebeldía, su lúcida demencia y su capacidad para iluminar escenas con su particular presencia y energía. Con toda la autoridad triunfal que le dieron sus fracasos.