Image: Philippe Lioret: Me hice más ciudadano después de dirigir Welcome

Image: Philippe Lioret: "Me hice más ciudadano después de dirigir Welcome

Cine

Philippe Lioret: "Me hice más ciudadano después de dirigir Welcome

El director francés presenta en Madrid su última película, en torno a las leyes de inmigración en Francia, y por la que mereció el Premio Lux de cine del Parlamento Europeo

29 abril, 2010 02:00

Arriba, Philp Lioret durante el rodaje de Welcome. Abajo, un fotograma de la película.

Marta Caballero
¿Qué Europa es esta en la que un director -a saber: culto, informado y comprometido- tiene que hacer una película para ponerle cara a la inmigración y convertirse en un ciudadano mejor? Es lo que ha declarado en la presentación de Welcome, su último filme, el francés Philippe Lioret, que confiesa que hasta que no se puso frente a los jóvenes afganos que habitan en el Norte de Francia con el deseo de cruzar hacia Inglaterra el inmigrante era para él "un arquetipo".

El cineasta, autor de títulos como El extraño (2004), prefirió con esta historia abordar un tema de mayores dimensiones que los que habitualmente trata en su cinematografía, de tintes intimistas. "Quise hacer una película con aliento y meter al espectador en una historia que fuera precisa y justa, pero yo sólo soy un cineasta, no un político", ataja. Prescindiendo del tópico que afirma que el arte tiene poder para cambiar el mundo, lo cierto es que este director no puede tener queja de los resultados de Welcome, cinta que, además de llevar un año en las salas francesas, mereció, entre otros galardones como el de Mejor Guión en Gijón, el Premio Lux del Parlamento Europeo, y esto a pesar de que sus administraciones no salen muy bien paradas en su relato. Porque, de hecho, el tema de esta trama sobre un muchacho afgano que quiere cruzar a nado el Canal de la Mancha para reunirse con su novia, y sobre su entrenador de natación (recién divorciado y en plena crisis de edad), es la ley francesa que condena a aquellas personas que ayuden o protejan a los inmigrantes ilegales.

"Los espectadores son sensibles a la parte emocional de la película, a esas dos historias de amor que se dan de bruces contra el absurdo del mundo, y supongo que los eurodiputados también lo fueron", comenta el director, y amplía: "Sé que la película se proyectó en la Asamblea Nacional Francesa por petición de la oposición para intentar cambiar esa Ley. Tal vez si los funcionarios hubieran votado después del pase, estaríamos ante una ley derogada. Por desgracia, votaron tres semanas después". De momento, los franceses siguen teniendo que pagar multas de 30.000 euros y penas de cárcel por la ayuda a los ilegales, pero la verdad es que Welcome se ha anotado un tanto con el premio de las altas esferas de la Unión: "Entiendo que si la película mereció este reconocimiento, los diputados de alguna forma estaban diciendo que esa ley no les gustaba", se felicita Lioret.

Uno de los aspectos más llamativos de la historia es que, a pesar de la falta de veracidad que transmite a priori, el director la tomó de las vidas reales a las que tuvo acceso en Calais. Una de ellas fue la de un chico que, efectivamente, se marchó nadando y del que nunca se supo nada más. "Son ilustraciones de personajes reales", sentencia, y como tales, difíciles de digerir desde la comodidad europea. "Esos chicos hacen lo que sea para salir de su país, donde lo que les espera es que les enseñen a utilizar armas y, más tarde, a inmolarse, normal que quieran venirse a la acera soleada del mundo", cuenta Lioret, que confiesa que, de darse la circunstancia, acogería ilegalmente a uno de estos jóvenes en su casa. "¿Qué pensarán en esos países cuando les devolvemos a sus hijos como si fueran ganado para que los lleven directamente al paredón? ¿No deberíamos juzgar a estos gobiernos supuestamente pacificadores por practicar esta especie de terrorismo", se pregunta el cineasta.

La Francia de nuestros días tampoco es, a ojos del Lioret, el paraíso, pues en su película habitan tipos con casas, ordenadores y trabajos sumidos, en cambio, en una rotunda soledad y avocados a la incomunicación. "El mundo real en Francia me gusta tan poco que prefiero refugiarme en mi ficción, aunque siempre con un ojo abierto a la realidad", revela el director. En este sentido, la película se inclina hacia el pesimismo absoluto ("la madre de Bambi murió, no podía darle otro final más alegre", expresa) pero salpicado a veces de cierta luz. La que se encuentra, por ejemplo, entre la relación paternal entre el protagonista, el francés interpretado por un contundente Vincent Lindon, que acaba por apelar "hijo" al joven inmigrante al que entrena y protege (el debutante Firat Ayverdi), en lo que se averigua como una parábola de la forma en que deberíamos acoger al los que vienen de fuera. "En el 2050 en el mundo habrá 1.000 millones de inmigrantes. Cuando veo que el Gobierno francés los estigmatiza pienso, por favor, qué falta de visión global", condena.

Con todo, el militante cineasta asegura ser "un simple cuentacuentos". Y pese a que habrá agitado alguna que otra conciencia en Estrasburgo y Bruselas, promete pasar a otra cosa en su próxima película: "No quiero ser el portavoz de este problema, creo que Welcome, con su dosis emocional, lo hace por sí misma. Pero algo me ha quedado después de rodarla. Ahora, después de conocer la problemática y de ver la fuerza y la valentía de estos chicos, me siento mejor ciudadano".