Image: Michael Haneke

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Cine

Michael Haneke

“Tengo un sexto sentido para detectar el dolor cuando miro el mundo que me rodea"

15 enero, 2010 01:00

Michael Haneke. Foto: C. Bilan

Llega una de las películas más importantes de 2010. La cinta blanca, ganadora de la última Palma de Oro en Cannes y del Premio a la Mejor Película Europea, es una profunda y apasionante reflexión sobre el caldo de cultivo que condujo a la sociedad alemana al suicidio nazi. En esta entrevista, el emblemático director alerta contra los males del absolutismo y pide al espectador que sea él quien saque sus propias conclusiones.

La filmografía de Michael Haneke (Múnich, 1942, aunque creció en Austria) se ha movido siempre en el terreno de la transgresión y lo prohibido. Cirujano de las pulsiones más oscuras e inconfesables del alma, su diagnóstico sobre el mundo en que vivimos suele dejar al espectador aterido obligándole a plantearse de nuevo sus creencias.

Ahí está ese adolescente amoral capaz de las mayores tropelías de Benny’s Video (1992), película visionaria que anticipó las costumbres de una juventud encerrada en su cuarto con la tecnología como única compañera; su mordaz y brutal visión de la estampa burguesa de Funny Games en sus dos versiones (austríaca, de 1997, y estadounidense, de 2007), o la que quizás ha sido hasta la fecha su criatura más conocida, La pianista (2001), ese filme que penetra como un estilete en la intrincada alma de una mujer reprimida víctima de los males del puritanismo, que vuelve a ser uno de los temas de La cinta blanca. Esta extraordinaria película está ambientada en la Alemania de 1913, justo antes de la I Guerra Mundial. Se trata de una de las pocas obras maestras aparecidas en los últimos años en la que Haneke lanza un contundente "Yo, acuso" contra la tendencia de las sociedades a crear espacios de "pureza" y uniformidad excluyentes que pueden derivar, como sucedió en su país, hacia la barbarie nazi.

- Es su tercera victoria en Cannes tras La pianista y Caché (2005). La crítica la ha proclamado también como su mejor película...
- Ignoro si es la mejor, eso le corresponde al ojo de cada observador. Generalmente, mis películas no están dirigidas a la crítica ni a la audiencia. No formulo respuestas ni cierro finales felices. Quiero que cada cual trabaje con su propia inteligencia. Son películas perturbadoras y sombrías, no son comerciales ni las realizo para complacer a nadie más que a mí mismo. Pero, en este caso, agradezco las críticas recibidas.

- Pese a ser una película alemana, ha contado con la colaboración de Jean-Louis Carrière, guionista de Luis Buñuel. ¿Cuál ha sido su aportación?
- Es un excelente colaborador. Su talento me ha aportado algo de humor sutil. Estamos ante una torpe historia de amor entre dos jóvenes amantes, un fiero lazo de amor entre un niño y su madre y el dolor de un hombre ante la muerte de su esposa. En estos ámbitos es donde más se ha dejado notar su influencia.

Origen del mal
- ¿Por qué ubicar la historia en un pasado tan lejano?
- Este es un viejo proyecto de hace una década. El origen de la historia son unos niños educados en un ambiente protestante de gran rigidez con valores absolutos. Quería hablar de la perversión que supone un ideal cuando es presentado así. Es un problema universal, no sólo alemán.

La cinta blanca es, de nuevo, una cruel historia sombría donde Haneke muestra la decadencia moral y social, las relaciones personales, la violencia y la cadena de eventos que permitieron que los fascistas alemanes se convirtieran en la fuerza política que lideró los destinos del país. Sin embargo, y fiel a su estilo (rodada en blanco y negro sin apenas grises), el director no lo muestra de forma directa sino que su cruda y fría narrativa se erige en una metáfora que no admite interpretaciones.
- Esta es la primera vez que usa una voz en off. ¿Lo consideró necesario como herramienta narrativa?
- Responde más bien a un cine que se hacía en el pasado. Forma parte del estilo que mi director de fotografía, Christian Berger, ha logrado para mostrar la fría y ascética vida de los protagonistas. La voz en "off" es más bien un arcaismo que complementa el estilo del filme y que le otorga un cierto distanciamiento a la historia

- Se ha escrito mucho acerca de los múltiples referentes que asoman en esta obra, desde Brecht a Handke, pero a mí me recuerda a Friedrich Dörrenmatt y su Besuch del alten Dame (La visita del rencor).
- Sí, estoy de acuerdo. Hay algo de Dörrenmatt, empezando porque todo transcurre en una pequeña villa dominada por la envidia y el letargo burgués. Los personajes de la película son muy difíciles de identificar o encorsetar en un punto de vista concreto. Tampoco es sencillo entender sus motivos. De hecho, los niños son los únicos que tienen nombre. De nuevo, dejo que el espectador sea quien se haga su propia composición de lugar sobre lo que sucede.

El embrión televisivo
- ¿Es cierto que con sus 143 minutos fue inicialmente concebida como una serie de capítulos para la televisión, un poco al estilo de Heimat, de Edgar Reitz (en la que se retrataba la historia de Alemania desde 1919 hasta 2000)?
- Así es. Yo comencé mi carrera profesional en la televisión austríaca, en el Üsterreichisches Rundfunk, la ORF. Ahí adapté a Kafka (El castillo), a Joseph Roth y a Peter Rosf... Fue un gran tiempo de aprendizaje para un músico y actor frustrado como yo. Aunque considero mi mayor influencia al escritor realista alemán del siglo XIX Theodore Fontane. Otro placer de esta película ha sido recuperar a actores con los que había trabajado años atrás, como Branko Samarovski (71 fragmentos de una cronología del azar, 1994), o Susanne Lothar (El castillo, 1997). En cierto modo, ha sido un regreso a mis orígenes profesionales.

- Los niños tienen un gran papel protagonista. ¿Se acordó de aquel famoso consejo de Hitchcock que recomendaba no trabajar nunca con ellos?
- El casting fue muy complicado. Probamos a unos 7.000 niños. Nos inspiramos en fotos de niños de la época, buscábamos que resultaran creíbles en esas estampas. Lo verdaderamente complicado es ese proceso de selección. Si aciertas y encuentras a personas con talento, como fue el caso, después el trabajo es sencillo.

Entre el éxito y la polémica
- Al igual que Caché, donde mostraba las secuelas de los excesos coloniales en Argelia, La cinta blanca opera como una narración cautelar acerca de la emergencia de los extremistas. Y aunque sucede en 1913, se puede comparar con determinados fenómenos actuales.
- No me corresponde a mí establecer paralelismos. De nuevo, es un trabajo para la audiencia. Pero, desafortunadamente, la Historia demuestra que el extremismo encuentra fácilmente sitios donde prosperar en todas partes. Pronto veremos surgir nuevos grupos, cada vez más radicales, me temo.

Pocos directores pueden presumir del catálogo de premios de Haneke. La Palma de Oro en Cannes (concedida por un Jurado presidido por Isabelle Huppert, protagonista de La pianista) culmina una trayectoria de galardones que puede terminar en la próxima ceremonia de los Oscar, donde será candidata segura, y probable ganadora, en la categoría de mejor producción extranjera. En el mismo Cannes ya había triunfado como director por Caché, y La pianista se llevó el Gran Premio del Jurado. Por la primera también se llevó el Premio Especial de los 50 años de la Seminci, entre un larguísimo etcétera.

- El éxito de sus películas contrasta fuertemente con la desazón y polémica que suelen provocar. ¿Cómo se lo explica?
- No me paro ni un momento a pensar en ello. Simplemente creo que perturba la jerarquía de la violencia establecida, donde los niños son las primeras víctimas y las mujeres, las segundas. Después vienen los animales, víctimas de tremendas crueldades.

Dirección de actores
- Usted siempre ha creado poderosos personajes femeninos. Lo volvemos a ver en La cinta blanca.
- Mis actrices son lo más importante de mis películas, adoro ensayar ad nauseam con ellas. De toda la creación de una película, mi parte favorita es la dirección de actores. Es lo que les repito continuamente a mis alumnos en la Escuela de Cine de Viena, donde imparto clases dos veces a la semana, si mis compromisos me lo permiten.

- Han jugado papeles decisivos dos actrices francesas de enorme prestigio, Juliette Binoche e Isabelle Huppert. ¿Quién debe más a quién?
- ¡Yo a ellas, sin duda alguna! Mis primeras películas eran críticas hacia la sociedad austríaca. El descubrimiento de ambas me permitió ampliar mis horizontes temáticos. Soy yo el que está en deuda con ellas, no hay ninguna duda.

- Siempre me he preguntado qué le llevó a Estados Unidos a hacer un "remake" de una película propia, la terrorífica Funny Games, con Tim Roth y Naomi Watts.
- Bueno, no tengo mucho que decirle, considérelo un experimento…
La carrera como director de Michael Haneke se ha extendido a los escenarios. Ha dirigido producciones teatrales a partir de Brecht, Kleist, Strindberg y Goethe en Berlín, Múnich y Viena, donde reside. En 2006, montó un particular Don Giovanni, de Mozart, para la Bastilla, perteneciente a la Opera de París. Y en 2012 los espectadores españoles podrán ver su versión de la ópera bufa de Wolfgang Amadeus Mozart Cosí fan tutte en el Teatro Real de Madrid. La producción estaba destinada para Nueva York pero una indisposición de Haneke abortó el proyecto. Casi treinta años después, este montaje verá la luz en Madrid bajo la dirección musical del alemán Thomas Hengelbrock.

- ¿Qué proyectos cinematográficos tiene entre manos en estos momentos?
- Voy a volver a trabajar con Isabelle Huppert. Ninguno de los dos podemos esperar. Y creo que voy a lograr que Jean-Louis Trintignant salga de ese retiro que se ha autoimpuesto. él será un hombre debatiéndose entre un cuerpo que le traiciona y su mente, todavía muy joven. Y le aviso que, de nuevo, será una historia dolorosa. Tengo un sexto sentido para detectar el dolor cuando miro el mundo que me rodea.

Del engendreo nazi al totalitarismo

Los niños protagonistas de La cinta blanca se convertirán, 20 años después y tras la humillante derrota alemana en la I Guerra Mundial, en los perpetradores del engendro nazi. Haneke lo valora de esta manera: "Considerar a estos chavales como la raíz del nazismo es una forma de verlo", dice el director con su habitual forma de expresarse, poco dada a las opiniones contundentes. De hecho, añade, "la autointerpretación es funesta para un artista". Sin embargo, sí queda bastante clara su postura al afirmar que "cuando la rigidez se convierte en un fin en sí mismo y cuando una idea se convierte en ideología, entonces es peligrosa para todo el mundo que no comulgue con ella. La película utiliza el ejemplo del fascismo alemán para hablar de las condiciones mentales que hacen de caldo de cultivo en todo tipo de terrorismo, venga de la derecha o de la izquierda, esté motivado por motivos políticos o religiosos. En el momento en el que la gente se sienta sin esperanza, infeliz o humillada, se agarrará a la primera flecha que sea lanzada". En este sentido, La cinta blanca es ya una obra fundamental en la larga lista de títulos que denuncian el totalitarismo.