Cine

Avatar

Llega el espectáculo total

18 diciembre, 2009 01:00

Avatar está llamada a transformar la historia del cine. Hoy se estrena en todo el mundo la nueva película de James Cameron, superproducción dotada con las últimas tecnologías. ¿Es oro todo lo que reluce?

Avatar se anuncia como la revolución del cine del siglo XXI. Rodada con novísima tecnología tridimensional, la película de James Cameron se presenta como el nuevo paso evolutivo del medio cinematográfico. Medio que, gracias al 3-D, sumerge al espectador en la acción, donde actores y creaciones digitales se funden y confunden. Puede ser. Pero, ¿por qué lo que veo parece más un videojuego que un filme? ¿Por qué simplemente parece más de lo mismo, solo que, mucho, mucho, mucho más de lo mismo?

Quizá Avatar sea hipercine, que diría Lipovetsky, porque, en esencia, parece lo de siempre, añadiéndole a todo el prefijo ‘hiper’: Hiperrealista, pero con la misma estética de ciencia ficción/fantasy de los últimos cuarenta años. Hiperespectacular, pero con las mismas explosiones, monstruos y batallas de siempre. Sólo el guión no parece hipernada, como no sea hipervisto: Pocahontas y Bailando con lobos, estilo Space Opera a la Star Wars. A estos elementos habría que añadir uno más, Planet 51. Avatar también trata de un humano perdido entre alienígenas con la diferencia de que lo que en el filme de dibujos animados se convierte en una ingenioso Mcguffin, para Cameron es el germen para construir una metáfora sobre la naturaleza humana en general y sobre los años Bush en particular. En esta ocasión, al contrario que en filmes tan distintos como Independence Day o Mars Attacks, los malvados no son esos extraterrestres azulosos con costumbres de comuna hippie (escuchan a los árboles y su vida entera consiste en vivir en armonía con las plantas y los animales) sino los propios seres humanos, gobernados por un coronel malísimo sin fisuras que, en el momento cumbre, ordena a sus tropas lanzar un ataque preventivo cuyo único fin declarado es la explotación de los recursos naturales de sus falsos enemigos.

Una metáfora evidente
Las palabras no son inocentes en un guión medido al milímetro y Cameron ataca de esta manera, de manera frontal y sin ambages, la política exterior de su país. De nuevo, la metáfora vuelve a ser evidente cuando los alienígenas, claramente inferiores en medios tecnológicos, aseguran su victoria porque conocen el terreno y, además, cuentan la cerrazón de sus enemigos, incapaces de comprender o respetar sus costumbres. Fábula con tono ecologista new age y demoledor alegato contra los peligros del imperialismo, Cameron, eso sí, jamás identifica a ese ejército humano de asesinos con la bandera estadounidense, lo cual quizá hubiera sido llevar las cosas demasiado lejos...

Puede que el 3-D haya venido para quedarse -aunque es un tipo que tiene tendencia a huir con el rabo entre las piernas e intentarlo cada tanto-, puede que el cine lo interpreten ya siempre actores infográficos, pero parece obvio que Avatar no descubre nada, no inventa nada, no crea nada. Sólo lleva hasta sus extremos más caros y sofisticados lo existente: Griffith, Eisenstein, Kurosawa, Leone, Godard… y otros más humildes: Ulmer, Corman, Argento… Citar es de mal gusto, pero, más concretamente, en el género de en el que pretende adentrarse Avatar podemos recordar Metrópolis, Planeta prohibido, 2001, La guerra de las galaxias, Alien, Blade Runner... E incluso una película pequeña, barata y sorprendente, Terminator, de un ya lejano James Cameron. Son los 'avatares' de la vida.