Image: Paul Thomas Anderson

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Cine

Paul Thomas Anderson

“Siempre me han fascinado las bajas pasiones del petróleo”

14 febrero, 2008 01:00

Paul Thomas Anderson dirige a Daniel Day-Lewis en 'Pozos de ambición'

Una semana después del desembarco de los Coen, el "otro" favorito para los Oscar, Paul Thomas Anderson, estrena Pozos de ambición, un western de tono épico protagonizado por Daniel Day-Lewis. El director de Magnolia ha hablado con El Cultural sobre cómo se gestó el filme.

Pozos de ambición ha sido ya aclamada como una de las más grandes películas de este año, y algunos incluso aventuran que podría convertirse en un clásico del siglo XXI. No es extraño que a su director, Paul Thomas Anderson (Studio City, California, 1970), muchos lo comparen con Orson Welles. El autor de Boogie Nights (1997), Magnolia (1999) y Punch Drunk Love (2002) fue vitoreado en la Berlinale junto a su gran protagonista, el actor británico Daniel Day-Lewis, quien aspira al Oscar por su interpretación de un codicioso prospector de petróleo, Daniel Plainview (el apellido en castellano significa "visión plana"). En la capital alemana del cine, aparece con su aspecto de eterno adolescente -mirada azul intensa, aspecto descuidado, barba de varios días-, para hablar con El Cultural. Anderson, que fue enfant terrible, se presenta con un "llámame P.T." ya convertido en maestro.

- Aunque ha dedicado la película a Robert Altman, es la menos "altmaniana" de su obra.
- ¡Efectivamente! No hay grupo coral de actores, ni locuras con la cámara ni asomo de sexo. Por eso mismo. Eso sí, la ha montado el colaborador habitual del maestro, Dylan Tichenor. Así que algo hay.

- ¿Qué le llevó hasta la novela de 1927 Petróleo de Upton Sinclair (recién reeditada en España por Edhasa) en la que se basa el filme?
- Yo no había oído hablar de él ni había leído La jungla en el colegio. No sabía que fuera tan prolífico, ni conocía su carrera política o su apoyo a la causa anarquista. Deambulando por Londres me encontré en una librería esa novela, y me llamó la atención esa tapa tan llamativa, con el título escrito en rojo y el signo de admiración (en el original se llama Oil!). Descubrí una escritura magistral. Además, soy un hijo de California, por lo que crecí escuchando las historias de aquellos brutales "barones" del petróleo y me noqueó hasta qué punto Sinclair, quien para colmo era de Baltimore, conocía aquella etapa y el carácter de aquellos hombres. También me gustó que contara una historia "enorme" con gran economía de palabras.

Viejas leyendas
- Siempre ha trabajado con historias suyas. ¿Fue una experiencia diferente adaptar un texto ajeno?
- No me sentí como un adaptador. La pieza fundamental de partida fue el libro aunque sólo usé las primeras 200 páginas de las 500 del total, porque después deriva por otros senderos. Utilicé también libros sobre la industria petrolera de comienzos del siglo XX, fotografías de la época y esquemas míos para futuros guiones. De hecho, en Londres estaba luchando por escribir la historia de dos familias enfrentadas pero no cuajaba y sentía nostalgia de "mi" valle de San Fernando. Y lo usé. Era como ensamblar un puzzle.

- ¿Por eso cambió el título?
- Sí. Porque al final resultó que sólo se había utilizado menos de la mitad del libro y no quería que se confundiera con una fiel adaptación. Hubiera sido un engaño. Y además, cuando encontré el título…me gustó (en inglés la película se llama There Will Be Blood, "Correrá la sangre"). Insisto en el elemento autobiográfico, crecí en California, cerca de Bakersfield, donde sucedieron los primeros hallazgos de petróleo y donde todavía se sigue extrayendo. Siempre he estado fascinado por las bajísimas pasiones que desata ese líquido negro. Y recordé figuras reales de aquellos caníbales que surgieron de las profundidades de las minas de plata para violar Texas o la soleada California. También me basé en figuras legendarias reales.

- ¿Quiénes?
- Fundamentalmente, dos. Edward L. Doheny y Harry Sinclair. Doheny, inspirador de Sinclair, fue la encarnación mítica del demonio que sale del infierno de la mina y hace saltar a la sociedad al siglo XX. En el plató solíamos bromear con Day-Lewis: "Tú puedes sacar al chico de la mina, pero nunca la mina del chico". Estos hombres brutales y míticos se hicieron a sí mismos pero acabaron degradados en algún tipo de escándalo, crimen, corrupción o problemas familiares a gran escala. Vendieron sus almas para conseguir sus ambiciones, se convirtieron en caníbales de sí mismos y se habrían comido a sus propias madres si hubiera sido necesario.

La relación con Day-Lewis
- ¿Escribió el personaje diabólico de Daniel Plainview con Daniel Day-Lewis en la cabeza?
- Sí.

- ¿Le conocía?
- No.

- Explíquese, se lo ruego.
- (Risas) Tenemos un amigo común que me hizo saber lo mucho que a Daniel le había gustado Punch Drunk Love y aquello me dio la confianza para enviarle un guión que estaba tan sólo escrito a la mitad.

- ¿Y cómo fue trabajar con un actor tan intenso cuando está habituado a los rodajes corales?
- Fue como cortejar a una novia, ¡en serio! Estuvimos juntos dos meses en Nueva York, paseando y conociéndonos. Apenas hablamos de la película. Luego yo regresé a California a escribir y él a Irlanda a cuidar de su familia. Fue un tiempo de creatividad enorme, cada uno al otro lado del océano.

- ¿Por qué tardaron dos años en comenzar a rodar?
- Ocurrieron cosas, nacieron niños, Daniel se lesionó la espalda... Pero el día que comenzamos, una espectacular energía fluyó. No obstante perdimos dos semanas.

- ¿Qué ocurrió?
- Al principio nada encajaba. Nos sentíamos desorientados, pero a los 15 días, ¡bum! Todo arrancó. Fue un rodaje magnífico, el mejor que haya tenido. De hecho, uno de los días más tristes de mi vida fue el del último grito de ¡corten! Me gustaría seguir estando en aquel plató…

- La voz que Day-Lewis ha otorgado a su personaje resulta indisociable de la personalidad del filme.
- Fue un proceso perturbador. Desde Irlanda me iba haciendo llegar grabaciones realizadas en un dictáfono de principios del siglo XX y creaba un sonido muy… antiguo. Las voces iban cambiando y vi que todo iba adquiriendo sentido. Que ya se había hecho con el personaje pero necesitaba encontrar su voz. Al final, tiene el ritmo, la cadencia y el arrastre de la de John Huston.

- ¿Qué influencias ha sentido con mayor intensidad?
- El tesoro de Sierra Madre, el clásico de Huston sobre la fiebre del oro, la paranoia, los grandes espacios geográficos y la música de Max Steiner. Al Este del Edén por la dinámica de las relaciones masculinas y la rivalidad fraterna, que suele ser perversas, un material a lo Caín y Abel, aunque sólo vi la conexión una vez finalizado el rodaje. Chinatown por la explotación de los recursos naturales de California. El personaje de John Huston en esa película, Noah Cross, es similar al de Daniel en el sentido de que son violadores de la tierra. Los vividores, de Bob (Altman). Y rodamos en Marfa, donde George Stevens grabó Gigante.

Música de cámara
- Caín y Abel son Daniel Plainview y Eli Sunday, el predicador.
- Son dos escorpiones en un cubo, dos tipos que quieren demostrar constantemente quién la tiene más grande. Hay algo fálico en esa enorme torre de Daniel que expele líquido negro en todas direcciones (Risas). No creo que pueda haber una metáfora más fantástica.

- Las fuerzas que mueven a los personajes son la religión evangélica y el petróleo, religión organizada y capitalismo. Aunque la historia se desarrolla entre 1890 y 1920 las resonancias actuales son inevitables.
- Sí, pero no he querido hacer una alegoría política. De acuerdo, hay un buscador de petróleo y un muchacho que lleva una parroquia. Pero lo que yo quise es mostrar el enfrentamiento entre dos familias con el envoltorio de una película de terror y la atmósfera de un combate de boxeo.

- La banda sonora de Johnny Greenwood, de Radiohead, es sublime. ¿Cómo llegó a él?
- Utilicé partes de su composición Popcorn Superhet Receiver y encajaban a la perfección. Así que le pregunté si le interesaría componer alguna música original. Lo hizo en un tiempo récord tras estudiar la música estadounidense religiosa de finales del XIX. Son piezas casi de cámara, bellísimas.