Image: Fugitivos (Les égarés)

Image: Fugitivos (Les égarés)

Cine

Fugitivos (Les égarés)

Director: André Techiné

16 junio, 2005 02:00

Emmanuelle Béart en Fugitivos, de André Techiné

Intérpretes: Emmanuelle Béart, Gaspard Ulliel / Guionistas: Gilles Taurand y André Techiné. Estreno: 17 junio 95 min.

Hay un territorio en el que el cine André Téchiné se mueve como pez en el agua: la exploración de lo sensorial que se abre paso, en estrecho contacto con el bullir de la naturaleza, frente a las barreras de lo racional, el estudio de las emociones físicas subyacentes que emergen a la superficie y que acaban por desbaratar el cálculo mental. Es la vertiente más claramente "renoiriana" de su cine, la que tiende a indagar en la condición moderna como "un estado de conmoción y de interrupción constantes" (Kent Jones), como un espacio en el que turbulentas pulsiones sumergidas ponen en cuestión la certeza del conocimiento. La temperatura emocional que su puesta en escena inyecta a sus mejores ficciones envuelve a sus criaturas en una corriente de intensidad sensorial de la que el cineasta se vale para poder abordar la tensión entre lo consciente y lo inconsciente, lo esperado y lo inesperado, lo que se puede controlar y lo que no.

De esta dialéctica se alimenta un cine extremadamente físico, que extrae su vigor del movimiento incesante (tanto del cuerpo como de la mente), de la tensión erótica siempre a punto de estallar, de la organicidad con que los lugares, su clima y su atmósfera, inciden de manera determinante en el comportamiento de los personajes. La brújula de su imaginario apunta casi siempre hacia el sur (Souvenirs d’en France, El lugar del crimen, Ma saison préférée, Los juncos salvajes, Alice et Martin, Loin), pues de ese paisaje tan querido para él (nacido en el suroeste francés) parece extraer la inspiración necesaria para que su cámara pueda capturar la energía propia y singular de cada cuerpo en su desplazamiento por el espacio. Y de todos estos rasgos se alimentan, también, la historia y las imágenes de Los extraviados, traducción fiel del original Les égarés.

El pretexto utilizado por Téchiné en esta ocasión le venía servido por la novela original de Gilles Perrault (El muchacho de los ojos grises), donde se narra cómo una maestra parisina de extracción burguesa, que huye de la capital -camino del sur- dentro de una columna de refugiados tras la ocupación nazi en 1940, queda confinada en un caserío solitario perdido en mitad del bosque tras un ataque alemán que desbarata el éxodo colectivo. Aquí la reconstrucción histórica, que sólo se deja ver en la irrupción intermitente, pero muy discreta, de algunas pocas imágenes documentales entre medias del relato, deja paso a lo que verdaderamente le interesa al director: el análisis del desconcierto y de la inseguridad que abre, en una figura de apariencia firme y rígida, el encuentro con lo desconocido y con impulsos internos difíciles de controlar.

Esa figura es Odile (Emmanuelle Béart) y lo desconocido aparece representado por un joven adolescente de personalidad enigmática pero de comportamiento impetuoso, auténtico animalillo del bosque que se mueve con instinto animal y que, mitad niño, mitad fiera, viene a conmocionar las normas y la mirada que Odile y su hijo mayor (de trece años) intentan mantener frente al entorno. Viaje de conocimiento y de apertura a los instintos, de encuentro con lo atávico que cuestiona los rudimentos de la civilización y que sacude también los cimientos de una sexualidad convencional, Les égarés juega en estos aspectos sus mejores bazas (su nerviosa fisicidad, su atención a la inestabilidad y a la indefinición de los cuerpos y del raciocinio amenazado), pero desemboca en una resolución final demasiado acelerada (por acumulación de giros argumentales) que desvela la servidumbre ilustrativa de la narración fílmica respecto al relato literario.