Image: Alejandro González Iñárritu

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Cine

Alejandro González Iñárritu

“Si "21 gramos" fracasa, me sentiría orgulloso”

22 enero, 2004 01:00

Alejandro González Iñárritu. Foto: M.R.

Con sus Amores perros, Alejandro González Iñárritu entró como un torbellino en el paisaje cinematográfico. Su nominación al Oscar, su éxito mundial, su talento natural quedaban pendientes de confirmación. El 30 de enero estrena su segundo largometraje en nuestras salas, 21 gramos, melodrama experimental protagonizado por estrellas internacionales. El cineasta mexicano explica a El Cultural los riesgos y motivaciones del filme.

No. Aunque esté protagonizada por Sean Penn y Benicio de Toro y se titule 21 gramos, este segundo largometraje de Alejandro González Iñárritu (México D.F., 1963) no es una película sobre la cocaína. Eso ya lo hizo Soderbergh con Traffic, filme del que el mexicano ha tomado nota para su puesta de largo en Estados Unidos -actores internacionales, rodaje en lengua inglesa- y con todo la expectación generada tras su extraordinario debut en Amores perros. El título tiene que ver con otro tipo de droga. Dicen que 21 gramos es lo que perdemos en el momento exacto de nuestra muerte. ¿El peso del alma, del espíritu, de la vida? Si en la asombrosa Amores perros, Iñárritu hablaba desde los extremos del amor y del odio, ahora lo hace desde la vida y la muerte.

-Nos llevó tres años hacer esta película. Al terminar Amores perros, Guillermo [Arriaga, su guionista] me llamó y me contó la trama. Me gustó mucho, pero lo difícil fue darle el espíritu adecuado, porque podía resultar algo muy melodramático y absurdo. Lo importante fue darle veracidad y realismo, escuchar las voces internas de los personajes, comprender sus porqués.

Como en su ópera prima, también en 21 gramos se presentan tres historias desarticuladas para coincidir en un mismo punto: un accidente de tráfico. Sin embargo, aquí el orden cronológico está mucho más dinamitado. En esta película, todo ya ha ocurrido, y sin saberlo podemos estar viendo el final en los primerso minutos de cinta. Es como si Dios, o el director, recompusiera los acontecimientos a su antojo una vez que el juego ha terminado. Pasado, presente y futuro no existen. De hecho, durante hora y media, el público anda confuso tratando de recomponer las piezas-secuencias, ordenando mentalmente un engranaje de tres historias que avanzan y retroceden caprichosamente, y en la última media hora va completando el rompecabezas. A veces es el público quien sabe más que los personajes, y a veces es todo lo contrario. La pregunta parece sencilla:

-¿Por qué cree que contar la película de este modo es mejor que hacerlo de principio a final?
-Me di cuenta desde el primer momento de que había que atender más a la emoción que a la razón, más al orden emocional que al orden cronológico. Yo quería hacer una especie de experimento cubista, arrojar sobre la pantalla splashes emocionales para que el público poco a poco pudiera alejarse y verlo todo con perspectiva. De este modo demando su atención, le obligo a que ponga de su parte.

-¿Y el miedo al fracaso?
-No existe. Considero más importante encontrar nuevas formas... no por el hecho de la estética y el estilo, sino porque hay muchas cosas por explorar que son bien interesantes, y que aun fallando son más dignas que no intentándolo. Si esta película fracasa, me sentiría más orgulloso que habiendo hecho un filme de fórmula con mucho éxito. Es algo que me haría sentir mal. Lo digo honestamente, aunque también sea productor de la película.

Hormigas en el corazón
-¿Se trata, entonces, de pura voluntad experimentalista?
-En cierto sentido, sí. El cine es muy joven y se ha quedado estancado, sobre todo en el área comercial. Me aburre tener el control absoluto de la situación, saber qué es lo que va a pasar y recorrer caminos trillados, porque entonces esto de hacer cine se convierte en una "chamba", en un trabajo. Creo que el cine tiene que ver con poner más de mi parte, que me haga sentir hormigas en el corazón. No se trata de arriesgar a lo idiota, sino con algo que sabes que tiene corazón.

-Sin embargo, tiene el reclamo de estrellas internacionales... ¿No resulta algo contradictorio?
-No creo. Quise dejar la comodidad del éxito en México y explorar otras culturas, verme desde otra persepectiva y entender mi nacionalidad desde fuera. Quería explorar con gente a la que he respetado toda mi vida, especialmente con Sean Penn. Fue un reto interesante en el que la posibilidad de fracasar era brutal, tan grande como quizá el éxito de Amores perros. Era o todo o nada. Filmar en inglés me dio la oportunidad de encontrar un casting internacional... australiano, inglés, francés, puertorriqueño, americano... fue como un código que me abrió la puerta a muchos actores.

-¿Cómo se comprometieron con el proyecto actores de tanta reputación? ¿Qué les atrajo de él?
-Sean Penn me llamó por teléfono para decirme lo fan que era de Amores perros. Le conocí en Los Angeles y le dije que el fan era yo. Me invitó a participar en el proyecto de sketches 11-S, que fue una gran experiencia, y en la promoción hicimos amistad. A Naomi [Watts] no la conocía de antes, y a Benicio lo conocí en la fiesta de los Oscar 2001. Aunque les envié el guión, todos aceptaron sus papeles sin leerlo. Aceptaron trabajar en 21 gramos a partir de ver Amores perros. Tuve el honor de que me concedieran su confianza absoluta y entraran en el proyecto con los ojos cerrados.

-Como en Amores perros, el destino del individuo a expensas del azar es un tema central de 21 gramos. ¿Por qué quiso seguir profundizando en el tema?
-Desde niño he estado obsesionado con las circunstancias del individuo. Me inquieta saber qué circunstancias generamos nosotros y cuáles no tenemos forma de cambiar. Es como preguntar qué porcentaje de nuestras vidas está escrito y qué podemos hacer para controlar nuestro destino. Siempre me obsesionó el personaje de Judas, que no pudo escapar de lo que estaba escrito. Si como reza la Biblia, Dios sabe hasta el último pelo que se mueve en nuestra cabeza, ¿qué libre albedrío tenemos? Es lo que trato de explorar en las dos películas porque es un tema muy intenso y muy atormentador para mí.

Proceso de tintado
-¿La opción de otorgar distintas tonalidades cromáticas a cada historia proviene de Traffic?
-Nada que ver. De hecho tengo grandes problemas con esa película, porque tomó la opción simplista de que los mexicanos somos amarillos y cochinos y los americanos azules y angelicales. La textura y el planteamiento estético de 21 gramos responden al mismo tratamiento de fotografía de Amores perros. Son las dos únicas películas de la historia en que se ha utilizado el proceso de tintado bleach-bypass en su totalidad. Junto con la directora de Arte, Brigitte Broch, y el operador, Rodrigo Prieto, encontré la necesidad de dar con un color que definiera cada historia, no sólo para otorgar un impacto emocional y psicológico distinto a cada personaje, sino también para darles un lugar en el complejo mosaico. Además, el grano de la imagen se acentúa según la intensidad de emoción de la escena, para que el público pueda perciba de forma inconsciente lo que estamos contando.

-Usted siempre se ha encargado de editar sus películas, ¿por qué en 21 gramos no figura como montador?
-La verdad es que encontrar a Stephen (Mirrione) fue una fortuna, me ayudó mucho a darle claridad a la estructura. Es como un escultor que aportó angulaciones distintas a la película y sobre todo aportó tranquilidad al proceso tan caótico que es el montaje, especialmente en una película como ésta. Afilando las escenas y la trama, lo cierto es que logramos quitar una hora de material, veinte escenas, y movimos algunas cosas, de manera que al cambiar una pieza del mecano, afectaba al resto de la estructura. Nos dimos cuenta de que 21 gramos es una película muy arquitectónica. Que a pesar del caos aparente, todo su orden interior está muy estudiado.

-¿Cuáles son sus planes a partir de ahora? ¿Quiere seguir haciendo películas en Hollywood?
-No sé... la verdad es que mi experiencia de producción en Hollywood ha sido totalmente distinta al cliché que se tiene. Por lo visto, trabajar en Hollywood es como si le dijeras a una mujer: ¿sigues trabajando en ese prostíbulo? Mi experiencia en Estados Unidos ha sido muy libre. Terminé el guión, escogí los actores, la ciudad, a todo mi equipo. Envié a cinco estudios mis condiciones para dirigir la película, reglas de libertad de creación inamovibles. Y las aceptaron. Si eso es Hollywood, es maravilloso. Si eso es corrupción, viva la corrupción.

-¿Aceptaría un encargo de algún gran estudio?
-No creo, porque para mí el cine es una experiencia tan personal y dolorosa que si me entrego a ello es para hacer algo que deseo fervientemente. No creo que sea una experiencia que valga ni dinero ni nada. A mí ni me impresionan las celebridades, ni me impresionan los millones. Hago lo que quiero.