Image: Richard Lester

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Cine

Richard Lester

Con él llegó el escándalo

12 junio, 2003 02:00

Richard Lester

Burlesco, irreverente y cínico, Richard Lester fue uno de los contrapuntos sociales y culturales más influyentes de los sesenta. Cinema Jove ofrece a partir del 14 de junio una retrospectiva de su obra, con la que desafió los formalismos del cine británico y forjó una de las filmografías más singulares que se conocen. El escritor Jorge Berlanga repasa la obra del cineasta británico, verdadero icono de la modernidad, y rinde así su particular tributo al autor de Qué noche la de aquel día y Robin y Marian.

¿Le debe tanto Richard Lester a los Beatles como los Beatles a Richard Lester? Lo aclaró el mismo George Harrison, cuando dijo, "Nosotros nos dedicábamos a correr, a dar saltos, a divertirnos y decir tonterías, sin saber lo que hacíamos, pero Dick sabía muy bien lo que buscaba". El resultado, Qué noche la de aquel día (1964), no sólo sacudió todos los cimientos del cine de la época, sino que fue el origen de la estética del video-clip, inventando una fórmula revolucionaria de lograr una conjunción entre la música y las imágenes que todavía sigue vigente después de cuatro décadas.

Hablar de Richard Lester es seguir hablando de un sinónimo de la modernidad que no envejece. De la cultura del "Pop", dinámica y sin complejos, que nos ofreció un paso significativo en la renovación del lenguaje, musical, plástico y por supuesto cinematográfico. No es de extrañar que el festival "Cinema Jove" de Valencia, siempre atento a las vanguardias, mire también a la retaguardia rindiendo homenaje a un director con una visión tan refrescante del medio como para llegar a convertirse en un maestro clásico desde la iconoclastia.

Lester fue un niño prodigio, que a los dos años era capaz de recitar a Shakespeare de corrido. Con una capa- cidad innata de vocabulario encontró más tarde la piedra filosofal que consiste en encontrar el tiempo justo del mensaje. Los montadores se quedaban espeluznados viéndole, como un inspirado Fígaro, pegar fulminantes tijeretazos a la película en la moviola. Su estilo se adaptaba a la perfección a los vertiginosos años sesenta, con una capacidad de seducción para el público joven como la que tenía el protagonista de El knack... y cómo conseguirlo (1965) con las chicas. Las secuencias se sincopaban, la cámara y los actores se movían con libertad, y la música llegaba a hacerse protagonista de la pantalla. Con Help! (1965) alcanzó la cumbre del éxito junto a unos Beatles en el momento más espídico de su carrera. Volvería a trabajar con Lennon en la delirante Cómo gané la guerra (1967), donde insistía en el modelo del absurdo trepidante que le llevó a la fama ya desde los tiempos en los que revolucionó la televisión británica con su Idiot Weekly, un espacio de humor satírico del que beberían años más tarde los Monty Python y muchos otros cómicos del medio, gracias al que conoció a Peter Sellers para hacer Un ratón en la luna (1963), su primera película.

La categoría de Lester como cineasta innovador corre paralela a la década de los sesenta y su convulsión estética, coronada con las andanzas de una estupenda Julie Christie en Petulia (1968). Con la llegada de los setenta, el joven transgresor y disparatado se transforma en artesano al servicio de la gran industria, ofreciendo su indudable talento como director de superproducciones rompedoras de taquilla, como la divertida Los tres mosqueteros (1973), El enigma se llama Juggernaut (1974), uniéndose a la moda del cine de catástrofes, o Los cuatro mosqueteros (1974).

Obras más personales, aun contando con excelentes repartos, fueron Royal Flash (1975), sobre el personaje de MacDonald Fraser, Robin y Marian (1976), con unos inolvidables Sean Connery y Audrey Hepburn representando la vejez de los héroes de Sherwood, la excelente comedia El Ritz (1976), o una curiosa visión de la juventud de los protagonistas de Dos hombres y un destino en Butch y Sundance, los primeros golpes (1978). Cuba (1979) fue un fallido intento de hacer cine de espionaje romántico antes de entregarse en los años ochenta a los encargos comerciales de Superman II (1981) y Superman III (1983), en las que todavía podíamos disfrutar de destellos de su inconfundible humor, o la última broma entre viejos amigotes que fue El regreso de los mosqueteros (1989). Con los años, Lester ha dividido a la opinión crítica, entre los que le consideran un decente director de acción y comedia, y quien le sigue considerando un genio. Podríamos decir que sólo por lo que representó en su momento Qué noche la de aquel día, con su forma vanguardista de entender la realización a la que tanto deben sus modernos herederos, ya merece entrar en la Historia del Cine. Si hay quien le niega su categoría como Autor con mayúsculas, es innegable que es un creador que ha sabido dejar su firma en todos sus productos, incluso en los más comerciales, sin perder nunca su peculiar sentido del humor ni el electrizante sentido del ritmo que nos hace seguirle admirando como un icono de la modernidad. Porque Lester siempre ha sido sinónimo de un buen rato asegurado.