Image: Historias de Nueva York

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Cine

Historias de Nueva York

Gangs of New York

27 febrero, 2003 01:00

Daniel Day-Lewis, inspiradísimo Bill en Gangs of New York

Director: Martin Scorsese. Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Leonardo Dicaprio. Guionistas: Jay Cocks, S. Zaillian, K. Lonergan. Fecha de estreno: 28 febrero / manga films

Violenta, épica, brutal, megalómana, insolente... Gangs of New York es la película más esperada de la temporada, la obra definitiva de Martin Scorsese, la última palabra sobre la Historia de Nueva York. ¿Es tan fiera como la pintan o se le notan los cortes que Harvey Weinstein, capo de la Miramax, ha impuesto en su montaje final?

A Martin Scorsese le ha faltado un pelo, o dos, para convertirse en el Michael Cimino del siglo XXI. Porque Gangs of New York no es tan distinta de La puerta del cielo. Es megalómana, intensa, coral, épica, y ha sufrido las presiones y tijeretazos de un estudio que a punto ha estado de transformar al director de El color del dinero en un mártir tan famoso como el polémico Cristo de Kazantzakis. Todo ha terminado felizmente, porque Hollywood ha premiado a Scorsese con diez nominaciones al Oscar, recompensa a la terquedad de un cineasta que quería finiquitar su particular visión de la Historia de América con una película libre y salvaje, que cabalgara desbocada entre 1846 y 1863, los años en los que nacieron las malas calles de los setenta, el período que nutrió de traiciones, crueldades y paranoias la futura existencia del Travis Bickle de Taxi Driver, de los antihéroes ávidos de sangre de Uno de los nuestros y Casino. Tres décadas después de toparse con el libro de Herbert Ashbury en que se basa la película, Scorsese ha logrado materializar su sueño y emular a los pioneros -D. W. Griffith, Erich Von Stroheim, Cecil B. De Mille- del cine mudo que se atrevieron a convertir la Historia en un espectáculo. En Gangs of New York, como en la Babilonia de Intolerancia, también hay elefantes que cruzan el encuadre, animales como apariciones jurásicas, espectros de otro mundo, king-kongs de peplum marmóreo.

No es la primera vez que Scorsese evoca el Nueva York de sus antepasados. Con sus bellos rituales y sus sentimientos estáticos, La edad de la inocencia era el reverso de Gangs of New York, que rebobina unos cuantos años atrás para que sepamos lo que ocurría en los bajos fondos de Manhattan. La brutal lucha que abre la película pone las cartas sobre la mesa: estamos ante una novela de Charles Dickens rodada por el George Miller de Mad Max, o en su defecto, una tragedia de Shakespeare concebida por la oscura imaginación del Frank Miller de El señor de la noche. Es fascinante la fuerza que respira la batalla entre los Conejos Muertos y la pandilla liderada por Bill el Carnicero, nativista que detesta la llegada de nuevos extranjeros (en el que se puede ver un pérfido retrato del racismo americano encarnado por George Bush) y verdadero Satán de esta epopeya afilada como una antorcha. Todo es infernal y subterráneo en Gangs of New York, y la conclusión de la película no es menos malvada: la línea del cielo, puntuada por las Torres Gemelas, está construida sobre la sangre derramada de miles de salvajes, sobre esas catacumbas con aspecto de purgatorio en las que Bill (un inspiradísimo Daniel Day-Lewis), Amsterdam (notable Leonardo DiCaprio) y Jenny (Cameron Diaz) se entregarán a una historia de amor, muerte y traición. Príncipes destronados, hijos adoptivos, mujeres atrapadas entre dos hombres, luchas épicas: difícil no evocar al Shakespeare de El Rey Lear o Enrique V (o al Kurosawa de Kagemusha y Ran) al ver Gangs of New York.

Si visualmente la película funciona como un conglomerado de citas (desde Dovzhenko hasta Welles, desde Leone hasta Fellini, desde Peckinpah hasta Lean) bien digeridas por la cinefilia de un gran director, todo lo que concierne a este triángulo de relaciones intensas es apasionante y poderoso. Sin embargo, cuando llega el momento del enfrentamiento entre Bill y Amsterdam, que coincide con los disturbios contra el Alistamiento Obligatorio de 1863 durante la Guerra Civil Americana, Scorsese se precipita. Es ahí donde se nota que a Gangs of New York le falta una hora de metraje crucial para mantener en alto un ritmo que, en el tramo final de sus dos horas y cuarenta minutos, aparece caótico y deslavazado. A Scorsese le pierde la emoción de abarcarlo todo, de no conformarse con su historia triangular para mostrar el horror y la decadencia de un país que siempre ha necesitado de la violencia para contarse a sí mismo. Scorsese se siente más cómodo entre las pasiones íntimas que entre los movimientos colectivos, y aunque su cine siempre parece avanzar como un navajazo en la niebla, rápido y ciego, su visión de este maremoto urbano, que irrumpe en las casas de los ricos como una ola monstruosa, es demasiado superficial y apresurado. Eso no impide que Gangs of New York sea una gran película, pero hace intuir que sólo su versión íntegra, que deseamos disfrutar en un futuro, será ese Novecento o ese érase una vez en América que todos esperábamos de uno de los mejores cineastas americanos en activo.