Image: Diario de un escapista

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Cine

Diario de un escapista

Atrápame si puedes

23 enero, 2003 01:00

Leonardo di Caprio da vida al timador Frank W. Abagnale en Atrápame si puedes

Director: Steven Spielberg. Intérpretes: Leonardo di Caprio, Tom Hanks, Martin Sheen. Guionista: Jeff Nathanson. Fecha de estreno: 24 enero

Frank W. Abagnale, jr., el Houdini de los timos, ha encontrado en Steven Spielberg el biógrafo más aplicado y certero. Frívola y pro- funda, Atrápame si puedes cierra la inconfesa Trilogía del Abandono del autor de ET: el extraterrestre, además de recuperar para el gran público la presencia rutilante de Leonardo DiCaprio.

En los atrevidos sesenta, parece decirnos Spielberg en Atrápame si puedes, era más fácil convertirse en otro que ser uno mismo. Los americanos aún no se habían quitado la máscara de felicidad que escondía el miedo al comunismo, la enfermedad crónica de la década de los cincuenta. La sonrisa congelada en un rigor mortis de dientes blancos como una cáscara de huevo persistía, pesada y tonta. No obstante, la cáscara estaba a punto de romperse: el asesinato de Kennedy acabaría con la falsa era de oro chapado que había mantenido encerrados a los americanos en una burbuja de inconsciencia. El cinismo y el desencanto estaban a la vuelta de la esquina. Por eso si Frank W. Abagnale no hubiera existido, alguien tendría que haberlo inventado.

Su adicción al escapismo y a la mutación permanente, combinada con una insondable capacidad de seducción, le permitió huir de la justicia y estafar millones de dólares sin tener que sacrificar otra cosa que su identidad. La sonrisa del sueño americano, capaz de producir orgasmos tanto en hombres como en mujeres (ya es hora de delatar la amable misoginia del cine de Spielberg, en cuyas películas el eterno femenino es poco más que el reposo del guerrero), huía de su pasado para proyectarse hacia un futuro incierto, en este caso materializado en un sospechoso colaboracionismo que podría hacernos pensar que Spielberg no es más que un reaccionario pasado de moda.

Sin embargo, es obvio que al director de En busca del arca perdida no le importa el significado político de esta estupenda comedia dramática repleta de disfraces e idas y venidas. Atrápame si puedes es lo que podríamos llamar una película vacacional, el descanso que Spielberg merecía después de dos obras de la talla de A.I, Inteligencia Artificial y Minority Report. Gore The Mexican Verbinski era el director inicialmente previsto para el proyecto, pero su agenda y la de Leonardo DiCaprio no coincidían. Los nombres de David Fincher, Lässe Halstrom y Cameron Crowe se barajaron como sustitutos, pero Spielberg llegó, vio y venció. El reto estaba en hacer suyo un material tan aparentemente alejado de sus intereses como autor, vitaminizados a cada nueva película. Y lo más sorprendente es cómo Atrápame si puedes viene a cerrar una magistral Trilogía del Abandono, cuyo célebre prólogo fue la hermosa E.T, el extraterrestre. A la luz de la madurez spielbergiana, Elliot no es más que el entrañable borrador del robot David de A.I, del John Anderton de Minority Report y de este canalla y timador sin raíces llamado Frank W. Abagnale, jr.

El divorcio de los padres de Frank (inmenso Christopher Walken y breve Nathalie Baye) equivale al abandono de David en el bosque en A.I. y a la desaparición del hijo de Anderton en Minority Report. Más de un psicoterapeuta y más de un crítico de cine le dirían a Spielberg que intenta exorcizar el fantasma del divorcio de sus propios padres ahora que se toma en serio como autor, y probablemente no se equivocarían. Sin embargo, la desgarradora tristeza de A.I y la desesperada desolación de Minority report son sustituidas en Atrápame si puedes por una cálida simpatía por este moderno Robin Hood, ladrón de ricos y enemigo declarado de las grandes corporaciones que encuentra a su padre adoptivo en la figura de su perseguidor, un agente del FBI (Tom Hanks, que sustituye a James Gandolfini, interpreta por enésima vez al hombre corriente americano) entregado obsesivamente a su trabajo que comprenderá el lado tierno de su esquiva tortura. Lo que quiere Frank W. Abagnale jr. es lo mismo que quería David en A.I: quiere que le quieran, quiere demostrar que la pureza de sus sentimientos tendrá correspondencia en un universo que le rechaza sin remedio. Huyendo de un hogar roto a los dieciséis años, su único objetivo es encontrar una réplica de su familia, alguien que le acoja después de que su padre, hundido su negocio y su ánimo, llore conmovido cuando su hijo adolescente pretende ayudarle económicamente, ambos sentados ante una copa de champán caro en un restaurante de lujo.

Cuando Abagnale se convierte en médico, lo hace con un ojo puesto en el Doctor Kildare. Cuando se transforma en abogado, Perry Mason es su modelo. Página en blanco y niño que se niega a crecer, Abagnale -interpretado por un espléndido Leonardo DiCaprio, en su justo punto de insolencia, ingenuidad y desamparo- necesita mutar en estereotipo para seducir a los demás. Como el Leonard Zelig de Woody Allen, se deja contagiar por la ficción para "ser" ficción. Existe en función de la reacción de los demás, y es, a la vez, incapaz de enfrentarse a su rechazo. Ellos, los otros, son su espejo. La película cuenta la atribulada recomposición de los trozos de ese espejo, que no es otro que la identidad de Abagnale. Tan complejo personaje es contemplado por Spielberg con la empatía del que conoce de cerca ese proceso de cambio constante. No por azar, su carrera, que ha sufrido graves altibajos, le ha conducido desde el reino de la taquilla hasta el estatus asumido de autor autoconsciente. Atrápame si puedes narra, por tanto, la metamorfosis de un cineasta a través de su reflejo adolescente en la pantalla.

Y en esa metamorfosis, en esa permanente búsqueda de nuevos caminos expresivos, Spielberg se ha topado con la historia real de Abagnale, una perfecta excusa para alejarse de los delirios hipertecnológicos de sus últimas dos películas. Por eso si algo caracteriza la puesta en escena de Atrápame si puedes es su modestia, su transparencia.

Rodada en cincuenta y cuatro días en ciento treinta y dos localizaciones repartidas entre Los Angeles, Nueva York y Canadá, esta preciosa película menor asume sus restricciones de presupuesto -treinta millones de dólares sin contar con los salarios de Hanks y DiCaprio, una minucia para el dinero con el que está acostumbrado a trabajar Spielberg- como un acicate para que los actores, liberados de la dictadura de los efectos especiales, se muevan en un espacio cómodo, un cosmos nostálgico que les permite encontrarse cara a cara con el espectador, algo que no es habitual en el cine de evasión. Y Atrápame si puedes, como Con la muerte en los talones -homenajeada en los créditos, que parecen una versión pop de los que Saul Bass creó para la obra maestra de Hitchcock-, es puro cine de evasión. No en vano Spielberg ha evocado películas como Dos hombres y un destino o El golpe como referentes de un cine comercial que satisfacía al público sin despreciar su inteligencia. Spielberg ha preferido divertir sin perder el hilo de su discurso. Es decir, ha fusionado con habilidad de productor su lado lúdico sin renunciar a su lado de maestro consagrado.