Image: Roman Polanski

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Cine

Roman Polanski

“A pesar del dolor, El pianista es mi película más positiva”

12 diciembre, 2002 01:00

Roman Polanski. Foto: Begoña Rivas

Con la distancia que da el tiempo, y las heridas ya cicatrizadas, Roman Polanski (Repulsión, La semilla del diablo) viaja de nuevo al horror del genocidio nazi con El pianista, película que obtuvo la Palma de Oro en Cannes y que llega el 13 de diciembre a las salas españolas. Basándose en las memorias del pianista polaco Wladyslaw Szpilman, el autor de Chinatown exorciza su memoria del horror recreando la invasión nazi de Varsovia y la degradación humana de la comunidad judía. El cineasta polaco habla sobre esta auténtica crónica de la supervivencia, protagonizada por el norteamericano Adrien Brody.

Después del violento asesinato de su novia Sharon Tate a manos del satánico clan Mason, Roman Polanski rodó el terrorífico relato sobre sectas diabólicas La semilla del diablo (1968), y luego se obstinó en llevar a la pantalla el clásico shakespeariano sobre la maldad más extrema, Macbeth (1970). Años después tuvo que huir de Estados Unidos acusado de violar a una menor, y automáticamente rodó las tortuosas Lunas de hiel (1992) y La muerte y la doncella (1994), en las que abordaba de frente el sexo violento y el reencuentro entre un torturador y su víctima. Salvo contadas excepciones, la vida y obra del cineasta polaco corren paralelas, de exorcismo en exorcismo. El más intenso y doloroso, el de su experiencia infantil en el gueto judío de Cracovia durante los años de la invasión nazi, es también el que más se ha hecho esperar.

-Durante muchos años he querido hacer una película sobre este período de mi vida y de la historia polaca -sostiene el cineasta-, pero no había encontrado el material perfecto. Me he topado con infinidad de libros que podrían haberme servido, pero generalmente contaban experiencias demasiado cercanas a las mías. Y yo no quería eso.

Fue en las memorias del pianista polaco Wladyslaw Szpilman, El pianista del gueto de Varsovia, donde halló Roman Polanski el material humano que necesitaba para viajar a esos años negros, y relatar así, aunque sea tangencialmente, su propia crónica de la supervivencia, merecedora de la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes.
-Este libro describe los hechos que recuerdo de mi infancia. No es otra historia más sobre el holocasuto que todos ya conocemos. Describe los acontecimientos desde el punto de vista de un hombre que los ha sobrevivido. Presenta la realidad de aquella época con sorprendente y fría objetividad.

Experiencias propias
El espectador asiste, con los ojos del pianista, a la degradación a la que paso a paso es sometida la población judía, desde la incertidumbre de los primeros meses, cuando la comunidad judía confiaba en la intervención de los aliados, al paisaje de ruinas, cenizas y muerte que dejó la guerra en la capital polaca. El autor de El cuchillo en el agua reconoce que el material biográfico de Szpilman le permitió "añadir experiencias propias mientras escribía el guión", pero sin convertir la película en su propia biografía -"Yo hago películas de ficción, no documentales", asegura-. Szpilman es el medium invocado por Polanski para mostrarnos su postura moral y su memoria del horror.

Escapando de mil muertes mediante situaciones de un absurdo elegante, siempre con la intercesión de alguien o de la pura providencia, los ojos aterrados de Szpilman y su actitud de resistencia pasiva sostienen también la película sobre esa mirada fría y objetiva que desprende el libro, a pesar de estar escrito poco tiempo después de los acontecimientos relatados.
-Quizá por eso sea un libro tan fresco -afirma Polanski-, en comparación con otras memorias que fueron escritas veinte o treinta años después de la guerra. Por su inmediatez y sorprendente frialdad, en cuanto leí los primeros capítulos supe que ese libro iba a ser el material de mi próxima película.

Y al trasladarlo a la pantalla, envuelto en el color azul grisáceo de la ceniza, Polanski no puede escapar a la acumulación de ciertos estereotipos establecidos por el cine sobre el holocausto, presentes en multitud de filmes firmados por grandes directores -"Speilberg hizo un gran trabajo con La lista de Schindler. Nadie podría haberlo hecho tan bien como él", opina el autor de Chinatown.

Personalidad creadora
La guerra es vista siempre desde ventanas, puertas medio entornadas, agujeros en la pared... desde la posición de un ojo espía, el de Szpilman, escondido en algún lugar de la ciudad devastada, que asiste estupefacto al mismo horror del que huye. Como cineasta que se ha sumergido en casi todos los demonios de la psique humana, es esta mirada subjetiva la que remite a la personalidad creadora de Polanski, indagando en los fantasmas del espanto y la claustrofobia. En este sentido, otro realizador menos dotado podría haber mostrado la desesperada lucha de la resistencia judía en el gueto. Polanski sólo nos ofrece la desigual contienda desde el ángulo de la mirada claustrofóbica de Szpilman, a través de la ventana del apartamento en el que se esconde. El interés de la película no está sólo en lo que muestra, sino sobre todo en lo que nos oculta.

En su búsqueda del actor sin mácula para el papel, preferentemente desconocido, Polanski descartó a 1.400 candidatos hasta dar con Adrien Brody (Pan y rosas), quien amplía y profundiza su rol mudo de La delgada línea roja.
-Nunca busqué la similitud física con Spzilman, porque creo que eso no tiene ninguna importancia. Quería a alguien que encarnara al personaje tal y como lo había imaginado al escribir el guión con Ronald Halwood, capaz de dar una infinita serie de matices en torno al sufrimiento. Al no encontrar a nadie en Gran Bretaña, amplié mi búsqueda en Estados Unidos.

Durante su cautiverio, Szpilman llega a ser la sombra de sí mismo, como Brody, quien perdió treinta kilos en aras de aportar realismo al personaje, tono del que nunca quiere escaparse el relato: "Quería que todo en esta película pareciera realista y auténtico, porque es la única forma de transmitir el estado del protagonista". El pianista polaco, a quien la guerra soprende grabando una pieza de Chopin en la radio (es el primer minuto de la película y ya entramos en el infierno), pasa de la riqueza a la hambruna y de la confusión al miedo, de tenerlo todo (familia, dinero, reconocimiento, amor) a vivir con nada.
-A pesar de ese dolor, creo que El pianista es mi película más optimista y positiva.

La esperanza y el sentimiento de confraternidad encuentran su mejor vehículo en el arma del artista, su piano y la música que interpreta (sobre todo nocturnos de Beethoven y Chopin), y en el convencimiento de Polanski de que "hay polacos malvados y polacos decentes, judíos malvados y judíos decentes, igual que hubo alemanes malvados y alemanes decentes". Hurgando en las zonas oscuras del ser humano, Polanski ha encontrado la luz.