Cine

El sueño cubano

24 mayo, 2000 02:00

Tercer Festival de Málaga

Juan Carlos Tabío fue el niño terrible del cine cubano en los 80. Tocó el éxito codirigiendo con el fallecido Tomás Gutiérrez Alea dos películas esenciales, Fresa y Chocolate y Guantanamera, y ahora vuelve a dirigir a Jorge Perrugoría y Vladimir Cruz, pero en solitario. En Lista de espera (que compite en el festival malagueño) construye una película coral de resonancias berlanguianas que respira entre el amor y el reproche a Cuba.

Una cola de pasajeros en una terminal de autobús, esperando a la guagua que nunca llega y que cuando lo hace se avería. El calor es casi tan pesado como los equipajes que abarrotan la estación. El sudor es casi tan denso como el aceite que respira el motor. Entra un ciego que no está tan ciego (Jorge Perrugoría) y le ofrecen el primer puesto de la cola, algunos se quejan. Los hay que quieren ir a La Habana, los hay que a Santiago. ¿Cuál será el destino de la próxima guagua? Nadie lo sabe. Ni siquiera el administrador. Habrá que hacer noche en la terminal. Pero un joven ingeniero (Vladimir Cruz) no quiere esperar de brazos cruzados y propone a todos -mujeres y niños, abuelos y truhanes- arreglar el autobús. El administrador, atónito y renuente, acaba cediendo. Los miembros de la cola ya no son personas anónimas, todos tienen un nombre (la chica dulce y prometida con un español, Jacqueline; el viejito impaciente, Avelino; la bruja, Regla; el ingeniero, Emilio, etc.), y además ya no discuten, porque tienen que arreglar el motor de una guagua para escapar. ¿Para ir a algún sitio?

"En una zona cerrada dentro de la sociedad, para estos personajes la única solución pasa por ser colectiva", explica Juan Carlos Tabío. Es la interpretación universalista del filme, "la propuesta de un grupo humano que cuando parece que los problemas no tienen solución, toma la iniciativa de inventar la vida". Pero para tratar el nervio universal ha hecho falta partir de lo puramente anecdótico. El microcosmos de la terminal (toda la película transcurre en el mismo sitio, aunque Tabío no tenga nada que ver con Hitchcock o con Mankiewicz) es la esencia de Cuba y la síntesis del universo. "Lo que al principio se presentó como una facilidad para la puesta en escena, se acabó complicando por el hecho de que había siempre una gran cantidad de personajes en el mismo sitio, en la misma historia, en la misma secuencia y hasta en el mismo plano".

Discurso polisémico

Y además, como si Luis G. Berlanga apadrinara el rodaje, todos hablan al unísono, y unos se pisan a los otros mientras la historia avanza con la misma naturalidad y pureza que el propio tiempo. "Siempre pensé en el Berlanga de Plácido para Lista de espera. Creo que su influencia como maestro de las películas corales es evidente", reconoce Tabío. Como obvia es también su deuda con Luis Buñuel -hay dos referencias explícitas a El ángel exterminador-. La misma dosis de costumbrismo ("sin ser nunca el fin de la película"), las mismas inyecciones de ironía burlesca, entre la comedia tierna y negra, un mundo particular de símbolos y guiños locales de los que ya dio meritorias muestras en sus anteriores trabajos (el fresa y el chocolate, el cementerio y el chaparrón de Guantanamera). Y desde luego, la sombra de Gutiérrez Alea, "maestro Titón", planea como un ángel en cada fotograma.

"El discurso artístico es por esencia ambiguo y polisémico. Caben múltiples interpretaciones, aunque no hay duda de que todo parte de una realidad nacional que responde a factores puramente económicos", afirma el director. Por razones económicas, Jacqueline -que representa la belleza y riqueza cubanas- va a escapar con su prometido español (Antonio Valero), y por razones sociales, Emilio -adalid de la fe y el orgullo cubanos- encabeza la revolución que puede cambiar el apático estado de las cosas.

"Quería lógicamente hablar de nuestra realidad actual y verla desde una nueva perspectiva. La ironía es el arma de la que dispongo para ello y el humor es el instrumento para provocar la reflexión acerca de asuntos muy serios", recapitula Tabío. ¿Y el caso del niño Elián? "Desde luego ofrece todos los ingredientes de sarcasmo para una película". Desde luego.