Cine

"Confío en volver a tocar tierra, porque la vida sigue"

Llega "lágrimas negras", la última película de Ricardo Franco codirigida por Fernando Bauluz

21 febrero, 1999 01:00

A Ricardo Franco le llegó el éxito en la recta final de su corta e intensa vida. Cuando en 1998 recibió el Goya al mejor director por "La buena estrella", toda la sala prorrumpió en una cerrada ovación con ese afecto morboso que produce la intuición de la agonía. Pero su vitalidad estaba por encima de sepelios prematuros, y a pesar de su precaria salud, no dudó en embarcarse con ilusión inmarchitable en un nuevo proyecto. El eterno maldito, el rebelde insolente que nunca aceptó la rendición, con la autoridad que le daba el fracaso, de pronto era ya un director de culto no minoritario, sino celebrado por el gran público. Lo demás es conocido: en un descanso del rodaje de "Lágrimas negras", en un bar donde la parroquia vitoreaba al Madrid en búsqueda de su séptima Copa de Europa, el director se sentó y no se volvió a levantar. Es difícil ser albacea de un mito, pero Fernando Bauluz, ayudante de dirección, viejo amigo de correrías de Ricardo, se hizo cargo de la nave en plena zozobra para llevarla a buen puerto, a sabiendas del lastre que suponen las comparaciones bajo el peso de una ausencia.

Fernando Bauluz es un hombre curtido en mil batallas, un profesional de larga experiencia en numerosos frentes. En la cafetería del Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde nos encontramos para realizar la entrevista, un conocido le está consultando ideas para un proyecto. Un chaval se acerca a entregarle el guión de un corto para que lo lea. Ofrece una indudable imagen de cineasta respetado, uno de esos maestros de oficio de la generación perdida que ha hecho de todo en la profesión, cargándose de bagaje. De la raza de los artistas de la labor oscura, no siempre lo suficientemente reconocidos. Como es lógico, comenzamos hablando de "Lágrimas negras" que, protagonizada por Ariadna Gil (a quien su interpretación le valió el premio a la mejor actriz en la pasada edición del Festival de Cine de Valladolid), Fele Martínez, Elena Anaya, Ana Risueño y Elvira Míguez, se estrena por fin en España el próximo viernes.

Caída en el abismo
-Todo viene de una historia de Dionisio Pérez Galindo. En la escuela de guiones de Manolo Matji hizo una adaptación Fernando Fernández Ayuso, un tío genial que anda por ahí buscado por la justicia. El guión recibió un premio de la "Script Found" y cayó en manos de Ricardo Franco, al que le gustó muchísimo, aunque decidió finalmente hacer un nuevo planteamiento con ayuda de ángeles González Sinde. En esencia, la película suponía el reto de narrar una historia de amor, de pasión, de sentimientos calientes, tórridos, pero desde una óptica fría, casi gélida, a ver qué pasaba.

Bandera negra
-¿Y qué pasó?
-De todo, como ya se sabe. Se trataba de lograr un distanciamiento apasionado, una imagen álgida en la disección de los sentimientos. El personaje que interpreta Ariadna Gil, Isabel, es una grave enferma mental que se sitúa en el mundo de la locura. El de Fele Martínez, Andrés, es un hombre que se enfrenta a ella desde la terapia del amor. "Lágrimas negras" representa una caída en un abismo emocional, una visita al lado oscuro de las cosas. Es, sin duda, un ejercicio complicado, al intentar alejarnos de cualquier sensación cálida, pero interesantísimo.
-¿Esa búsqueda de frialdad ayudó a superar la desaparición de Ricardo Franco?
-No, por supuesto. Fue un mazazo, un bajón, un nudo en la garganta. Ese vacío se nota. Se compensó en cambio con un subidón del equipo, unidos todos como una piña, con una determinación a continuar. Aunque sabiendo lo que hay que hacer, se le echa mucho de menos. Ricardo Franco era una bomba, incluso en la camilla intentaba todavía levantarse. Pero de pronto te quedas solo, y sólo te queda intentar mantener el mismo espíritu.
-¿Cómo se afronta de ese modo la autoría?
-Yo la película la he sentido mía desde el primer día, desde que nos sentamos a preparar el proyecto. Me he involucrado en "Lágrimas negras" de manera total. Todo el plan lo teníamos pensado conjuntamente. Otra cosa es que sea inevitable el peso de la ausencia de Ricardo. A mí me gustaría saber si se nota, si se pueden hacer cálculos del porcentaje de uno y del otro en la obra. Por supuesto, a pesar de la compenetración que teníamos, cada uno de nosotros es diferente. Me pareció que podía ser un error intentar la continuidad como imitación. De cualquier modo, Ricardo Franco está presente, y el trabajo que todos hemos hecho no deja de ser un homenaje. Quisiera huir de equívocos. Me he concentrado sobre todo en el desarrollo de los personajes con los actores, y ahí tengo que señalar el trabajo de Ariadna Gil, una mujer que maravilla en su capacidad como persona y como actriz, y también me gustaría destacar el fabuloso talento contenido de Fele Martínez.

Dentro de la burbuja
-¿Hasta qué extremo llegaba su complicidad con Ricardo Franco?
-Como consecuencia de una profunda amistad. Desde "El sueño de Tánger" trabajé con él en diversas series de televisión, de"La huella del crimen" o "La mujer de tu vida", hasta "La buena estrella" [en la que trabajó como ayudante de dirección]. Desde "El desastre de Annual" (1977) no había trabajado libremente, y ahora había llegado por fin a un momento en el que podía dar rienda suelta a su creatividad. Nos gustaba sentirnos bajo la bandera negra, con una camaradería de piratas, soñando con batallas y navíos. últimamente había padecido varias operaciones de ojos, pero no quería parar. Ricardo tenía más proyectos, como "Plenilunio", una película sobre enfermos de sida; no dejaba nunca de maquinar cosas, aunque tenía problemas de azúcar en la sangre y en los últimos tiempos apenas si veía, solamente en blanco y negro.
-Sin perder nunca su faceta de seductor.
-Toda la vida se le dieron bien las mujeres. ¡Si hasta se ligó a Jean Seberg! Era descarado y echado para adelante. Recuerdo una anécdota que ocurrió hace años en el barrio chino de Barcelona, en la que me vi envuelto en una pelea por un asunto de faldas. Ricardo vino en mi defensa con un arrojo al que lamentablemente no podía acompañar su constitución. Le dieron un puñetazo que hizo que una de sus muelas saliera volando por el aire como a cámara lenta. Desde entonces dijo que, como él me prestó su muela, yo le presté mis ojos.
-¿Cómo se calificaría usted profesionalmente?
-No lo sé. Yo pertenezco a una generación autodidacta. Lo mismo produces que diriges, que haces cualquier otra cosa. Tengo dos películas, "Martes de carnaval" [un filme de corte fantástico de 1991 ambientado en Galicia e interpretado por Fernando Guillén, ángela Molina, Elisa Montes y Juan Diego, entre otros] y un documental sobre la vida del Papa Clemente. La televisión es una salida, pero los problemas que plantea son, en primer lugar, tener que estar bajo la férrea dictadura de la audiencia y, en segundo, que la mitad del presupuesto se lo lleve el actor principal. Ya veremos, ahora mismo tengo sobre la mesa tres proyectos, uno de ellos para dirigirlo yo, que confío que salgan.
-¿Y qué espera de "Lágrimas negras"?
-Que se vea y que se aprecie en su conjunto, sin buscarle las vueltas. Luego queda también el asunto de la distribución. En la actualidad se hace una gran cantidad de copias que provocan que la exhibición se masifique, empobreciendo la capacidad de elección. Nosotros preferimos una estrategia de prestigio, más humilde. A ver qué pasa. Yo hasta ahora he estado metido en una especie de burbuja de acero. No sólo acabas la película, sino que tienes que seguir en la misma situación hasta el estreno. Confío en volver a tocar tierra, porque la vida sigue.