Gustavo Torner: 'Castilla (La rectitud de las cosas XV)', 1983. Foto: Juan de Sande / Archivo Fundación Juan March

Gustavo Torner: 'Castilla (La rectitud de las cosas XV)', 1983. Foto: Juan de Sande / Archivo Fundación Juan March

Entre dos aguas

Gustavo Torner, el hombre que encontró el arte escondido entre los vértices de la geometría

Las matemáticas y las ciencias son elementos que sobrevuelan toda la obra del artista conquense, que falleció el 6 de septiembre a los 100 años de edad.

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El pasado 6 de septiembre falleció en su casa de Cuenca, una de las "casas colgadas", el polifacético artista Gustavo Torner. Aún no se habían cumplido dos meses desde su centenario cumpleaños. Fue pintor abstracto, escultor y muchas cosas más, pero hoy yo quiero recordar una faceta singular, casi omnipresente en su obra: la geometría y la relación con la ciencia.

En uno de sus libros, Il saggiatore (El ensayador, 1623), Galileo escribió unas frases que se han repetido innumerables veces: "La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que continuamente está abierto ante nuestros ojos (es decir, en el universo) […]. Está escrito en lengua matemática y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin cuya ayuda es humanamente imposible entender nada; sin estas es como girar vanamente por un oscuro laberinto".

Con "filosofía" quería decir "filosofía natural", esto es, la ciencia, sobre todo la que pasaría a ser conocida más adelante como "física".

Mucho antes, en uno de sus libros, el Timeo, Platón había defendido ideas parecidas, ideas que leyó un joven Werner Heisenberg, como explicó en su autobiografía: "Platón afirma que las partes mínimas de la materia están formadas por triángulos rectángulos que, después de haberse agrupado a pares en triángulos equiláteros o cuadrados, constituyen los cuerpos regulares de la estereometría: cubos, tetraedros, octaedros e icosaedros".

Aunque Heisenberg no entendía cómo "un filósofo con un pensamiento tan crítico y agudo como Platón pudiera caer en tales especulaciones, la idea de que en las partes mínimas de la materia se tropieza al final con formas matemáticas me fascinaba". Y en su versión de la mecánica cuántica (1925) los objetos fundamentales son unos entes matemáticos denominados "matrices".

Como si fuera un Platón redivivo, ahora dedicado a la pintura y escultura, Torner acogió en una buena parte de su obra a la geometría.

Ahí están cuadros suyos como Negro, blanco, rojo con circunferencia roja (1963), El centro del mundo (1967), o algunas de sus serigrafías, como Sur-Geometries (1972), dedicada a nueve arquitectos, o el preciosista juego Amarillento, con rotura sobre negro que descubre circunferencia (1965), en el que dos líneas rectas perpendiculares cubren una lámina amarillenta, por la que asoma, en una zona rota, un fragmento de circunferencia, algo así como una metáfora de la geometría que, oculta, subyacía en la imagen del mundo de Platón, el gran defensor del círculo.

Su escultura en el jardín de la Fundación Juan March es una metáfora del universo, en el que el orden coexiste con el desorden

Y otro tanto sucede en su obra escultórica. Ejemplos como la titulada Castilla (La rectitud de las cosas XV), de 1983, instalada en el jardín de la Fundación Juan March de Madrid. Una geometría que representa una antítesis primordial, podría decirse, la del orden frente a la rotura, revelado en la forma aparentemente imposible que la sostiene. Como si fuera una metáfora del universo, en el que el orden coexiste con el desorden de esos mismos elementos, finalmente reunidos en un conjunto, el del Universo.

Y también está una legión de esculturas en las que se entrelazan cuadrados, en interminables e inagotables combinaciones, como sucede en Reflexiones (1972), en la que buscó remediar una de las limitaciones de la plaza en la que se iba a exponer (en la calle de la Princesa de Madrid, la famosa "plaza de los cubos"), que rodeada de altos edificios por tres lados y orientada al norte, nunca da el sol allí. Como la dirección de la luz cambia con las horas y las estaciones, para que siempre hubiera iluminación ideó una composición basada en una superficie reflectante dividida en múltiples orientaciones, con lo que siempre hay alguna que refleje el máximo de luz.

Otro espléndido ejemplo se encuentra en el dodecaedro que acoge la cruz de Música callada, homenaje a San Juan de la Cruz (1971). "La idea concreta —señaló Torner en el catálogo de la exposición, en la Galería Juana Mordó (1971)— se me ocurrió al leer en un libro de geometría que si a cada cara de un hexaedro se le coloca perpendicularmente un doble cuadrado que es la prolongación de la sección de otro que ha podido servir para formar un icosaedro se completa, solamente con la unión a los vértices del cubo, un dodecaedro. Esto solucionaba teóricamente el poder conseguir estructuras algo complejas a partir de elementos extraordinariamente simples".

La relación de Torner con la ciencia no se agota en lo que acabo de mencionar. Si los títulos de una obra significan algo, y así es, hay que recordar los de algunos de sus cuadros, como los Homenajes a Newton, Oppenheimer, Edison, Parménides, Pitágoras, y también a Galileo, donde una plomada recuerda el péndulo con el que el sabio pisano consiguió llegar a la ley de la caída de los graves.

Y cómo no mencionar su bellísima serie de 40 collages Vesalio, el cielo, las geometrías y el mar, cuyas primeras versiones realizó entre 1964 y 1965 y de la que Torner dijo que creía que "es la obra más completa que he ejecutado y que me ha dejado más satisfecho".

Una obra que surgió de uno de los grandes libros de la historia de la ciencia, De humani corporis fabrica (1543) de Andreas Vesalio (1614-1564), un libro científico revolucionario a la vez que bello, una obra en la que su autor realizó un vibrante llamamiento en defensa de la práctica anatómica, de la disección, como base imprescindible para la comprensión de la estructura y de las funciones de los órganos del cuerpo humano, pero que también es una obra de arte: contiene una colección de más de doscientas láminas anatómicas de impresionante realismo.

En uno de sus Aflorismos (Tusquets, 2011) el gran psiquiatra, escritor e intelectual Carlos Castilla del Pino escribió: "Recordar es mantener vivo lo recordado. Evocar, volver a vivir lo recordado, re-vivir". Recordemos y así re-vivamos, con agradecimiento, a Gustavo Torner por la obra y ejemplo de vida que nos ha legado.