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Tengo una cita por Manuel Hidalgo

El camino de Anne Carson

24 enero, 2019 16:34

Cabe pensar que algunos estarán planeando, precisamente ahora, recorrer este verano el Camino de Santiago. Eso puede justificar traer aquí, con retraso de meses, Tipos de agua, el libro que Anne Carson (Toronto, 1950) escribió sobre su peregrinaje a Compostela, editado por Vaso Roto y traducido (muy meritoriamente) por Sara Cantú Pérez de Salazar.

Dicho esto, hay que añadir de inmediato que el párrafo anterior es apenas un pretexto para hablar de un libro y de una escritora deslumbrantes, pues lo cierto es que Tipos de agua, subtitulado El Camino de Santiago, no es una crónica ni, mucho menos, una guía del camino. ¡Aunque quién sabe!

La poetisa, ensayista, traductora y profesora canadiense, experta en la lengua y la cultura de la Grecia clásica, publicó Tipos de agua en 1995, entiendo que dentro de otro libro más amplio llamado Plainwater. Seguramente, hizo el camino cerca de esa fecha. Se sentía hambrienta y quería saber de qué tenía apetito, dice.

Tipos de agua se presenta en forma de diario. Está compuesto por un total de cuarenta muy breves capítulos, al frente de los cuales, siempre, Carson consigna la población en la que se encuentra, la fecha (el día y el mes, sin el año) y una cita literaria. Esas citas –aunque hay dos de Antonio Machado- son de escritores japoneses, lo cual es muy significativo en un libro tan minimalista, depurado y filosófico. Carson llega a hacer una comparación entre el peregrino y el teatro Nõ.

El libro se abre el 20 de junio en Saint-Jean-Pied-de-Port y se cierra el 26 de julio en Finisterre, lógicamente tras haber estado y pasado por Santiago de Compostela. Carson hace el periplo en compañía de un hombre, del que no da su nombre y al que llama Mi Cid. Parece ser un amigo (amado). No son amantes, desde luego. Duermen en habitaciones separadas durante el viaje. Mi Cid suele caminar delante de ella. El personaje parece servirle como pared, para contrastar actitudes, miradas y caracteres distintos: él tiene más energía, es más positivo, más optimista, más sereno. A ella le gusta, pero, a veces, le crispa. Llegan a discutir. La diarista se cansa, se enfurece, se desespera, se contraría, bromea con sarcasmo. Incluso se emborracha. No es un ángel en marcha. Los dos son –dice ella- animales enredados.

Al final de cada capitulillo –aunque no en todos-, hay una afirmación o una pregunta acerca de los peregrinos. El libro está lleno de preguntas. Las respuestas, si se dan, son difíciles. A menudo lo son las mismas preguntas (que no siempre tienen respuesta). Todo el libro es difícil. A ver: se lee fácilmente, incluso con avidez porque su lenguaje subyuga, y el lector –también por su fragmentación- se ve impelido a avanzar, a ir hacia adelante. Como el peregrino en su camino. Pero el libro no es de fácil comprensión. Es elíptico y sinóptico, reconcentrado, hermético. Conviene leerlo despacio. Incluso dos veces, me temo.

No es una guía, no es una crónica. No es informativo. Esta advertencia iba para quienes no conocen a Anne Carson. Es, en apariencia, un diario. Pero es también un ensayo. Y es, sobre todo, un poema. Un hermoso poema que narra, más que la peripecia externa, un proceso interior, un proceso espiritual, una búsqueda, un proceso de conocimiento y de autoconocimiento. Una pelea del alma.

Además de la diarista y de Mi Cid, apenas hay otros personajes eventuales. Que nadie busque referencias muy concretas a los pueblos y ciudades que atraviesan los peregrinos. Sin embargo, Carson describe con constancia los paisajes y sus diferencias: colinas, planicies, ríos. Siempre el agua, la lluvia. El aire. Hay llamas, ardor también. Son estados interiores, del espíritu y del corazón. Se diría que Carson recurre para su poética a los cuatro elementos constitutivos de la Naturaleza según los filósofos presocráticos: agua, tierra, aire, fuego. En estos elementos el libro funda su fisicidad y –no sé si decir que paradójicamente- su carácter metafísico. El libro es concreto y abstracto a la vez. Colorista y monocromático. Cálido y helado. Lobo y pan. Piedra y flor.

Con Tipos de agua, ya son ocho los libros de Anne Carson publicados en España desde 2007: Decreación, Hombres en sus horas libres,  Albertine, La belleza del marido… Es evidente que su escritura y su pensamiento no son accesibles para cualquiera. Carson se dirige a veces a un tú, que no he sido capaz de identificar como unívoco: ¿el lector de su libro?, ¿otro destinatario del diario?, ¿su compañero de aventura (hay aventura en el libro)?, ¿ella misma?. También alude a fotografías: ¿se han suprimido en esta edición?, ¿es una alusión –por más raro que parezca- en sentido figurado? No lo sé.

Sólo sé que Tipos de agua es un imán. Por su lenguaje, por su escritura, por lo que somos capaces de captar de su pensamiento en ocasiones aforístico –y de sus imágenes, símbolos y metáforas-, en fin, por su belleza. Cautiva. Te hace cautivo. Una revelación resplandeciente para quien no haya leído antes nada de Anne Carson.

Líneas como éstas: “Sería una historia de amor casi perfecta, ¿no? Ésa entre el peregrino y el camino. Sin duda es una cosa hermosa, el camino. Se extiende lejos de ti. Te conduce hasta el oro real: mira cómo brilla. Y sólo pide una cosa. Que resulta ser precisamente aquello que anhelas dar. Das un paso al frente. Te estremeces en la luz. No queda nada en ti salvo el deseo de esa economía de acción perfecta, usando todo el corazón, sin residuos, sin ningún error: camino. Sería tan simple como el agua, ¿no? Si existiera tal cosa como una simple acción para animales como nosotros”.

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