Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Gaziel y el gran reportaje

18 marzo, 2014 10:05

Al hilo del actual debate sobre la cuestión catalana ha resurgido la figura y la obra de Gaziel (1887-1964), periodista y escritor que dirigió La Vanguardia entre 1920 y 1936, burgués ilustrado y laico, republicano y catalanista moderado, que llegó a tener problemas tanto con el franquismo, cuando regresó del exilio, como con los nacionalistas más drásticos, que le reprochaban, entre otras cosas, no haber escrito siempre en catalán.

Pero, teniendo interés Gaziel en el presente contexto político, la publicación de sus obras nos permite acceder a un excelente periodista y refinado escritor, a un intelectual de envergadura, cuya prosa y análisis se disfrutan sobremanera.

De París a Monastir (Libros del Asteroide), con clarificador prólogo de Jordi Amat, fue editado por primera vez en 1917 y reúne las crónicas que Gaziel escribió para La Vanguardia en el curso de un viaje entre el 12 de octubre y el 19 de noviembre de 1915. El periodista se propuso pulsar sobre el terreno y desentrañar las claves orientales de la Primera Guerra Mundial, en pleno apogeo. Para ello recorrió un itinerario que (en barco, ferrocarril y automóvil y en condiciones a menudo difíciles y peligrosas) le llevó de París, pasando por diversas ciudades italianas y griegas, a la candente localidad serbia fronteriza de Monastir, en ese momento acechada por los búlgaros mientras Serbia se desangraba bajo la invasión alemana que amenazaba a una Grecia escindida entre germanófilos y aliadófilos y que, en todo caso, había abierto sus puertas (en Salónica) a tropas inglesas y francesas.

Con una introducción que resume los aspectos histórico-políticos de la crisis, Gaziel recoge y pone en evidencia las coordenadas, posiciones y vacilaciones de las fuerzas y países en conflicto y dibuja un atormentado panorama de complicada solución que, por cierto, tiene ecos muy vivos en la reciente y actual situación de los Balcanes y del Este europeo, amasijo de religiones, minorías, razas y países sin resolver.

¡Qué periodismo se hacía entonces! ¿Puede hacerse ahora? Incluso: ¿sería parte de la salida al declive de la prensa de papel o al asentamiento del periodismo digital? Gaziel practicaba un periodismo de autor, cien por cien literario. El periodista era escritor y el escritor era periodista. La consecuencia eran textos destinados a la lectura pausada y placentera, apasionante por igual tanto por el brillo de la prosa y por el modo de mantener atento al lector con anécdotas e historias vividas sobre el terreno, y en primera persona contadas, como por el mencionado acopio de claves políticas tomadas en directo de los protagonistas principales y de los secundarios –las gentes anónimas-, que ni mucho menos son tan secundarios como podrían parecer.

Gaziel se entrevistó, sí, con Eleuterio Venizelos, figura decisiva de la política griega durante dos décadas y recién dimitido de su cargo de Primer Ministro por sus divergencias con el rey Constantino I de Grecia. Pero el objetivo de Gaziel como enviado especial durante un mes no era dar noticias, las noticias del día, sino empaparse de los entresijos de la vida cotidiana, de la realidad de la calle y de la gente, de manera que las observaciones y lances que recogía acabaran siendo la auténtica radiografía, la verdadera fotografía de la guerra y sus porqués.

El lector disfrutará, al tiempo que se informa, con los pormenores de las travesías en barco, con los paseos y conversaciones de Gaziel en Milán, Nápoles, Patras, Salónica o Atenas, con sus encuentros con los monjes de un monasterio remoto, o con unos comerciantes sefardíes, o con las tropas aliadas acampadas, o con los aterrorizados serbios que huyen de su país… Hoteles, terrazas, cafés, comercios, calles, estaciones, caminos de montaña o puertos, con su actividad frenética o con su desolación, forman un paisaje vivo en el que se agitan masas e individuos buenos y malos, asustados u oportunistas, víctimas y verdugos que dan pálpito a un relato que acoge las cualidades de lo novelesco, trufado con la multitud de referencias culturales que era muy capaz de introducir un hombre tan cultivado como Gaziel.

Pondré un ejemplo de la excelente prosa de Gaziel y de sus virtudes como narrador. Acaba de llegar a Patras y así describe, desde su barco, el ajetreo del puerto: “Las barquichuelas que se estrechan en torno del buque están cargadas de naranjas, melones, uvas ambarinas o purpúreas, membrillos rubios como bolas de oro, y espesos racimos de dátiles tostados, maduros, destilando azúcar. Otras vienen repletas de sacos de pardo café, de cajas de tabaco egipcio, de pasas corintias y de jarros ventrudos de miel del Himeto…”

Vocabulario, plasticidad y colorido magníficos, sí. Hoy también existen periodistas y escritores capaces de hacer periodismo con una prosa de esta textura y de estos efectos, pero, en buena medida, está descartado el formato o el contenedor –sembrados de urgencias y necesidad de impactos inmediatos- que lo permitan. Una pena. 

Mujeres

Anterior

David Byrne y el elogio del amateurismo andante

Siguiente