Tengo una cita por Manuel Hidalgo

La 'España negra' de Darío de Regoyos

5 noviembre, 2013 13:17

Al filo de la antológica que el Museo de Bellas Artes de Bilbao dedica a Darío de Regoyos –y que viajará a Madrid-, Casimiro ha editado un muy curioso libro del pintor asturiano. España negra recoge las impresiones de un viaje que el artista hizo con su amigo Émile Verhaeren por diversas localidades españolas en 1888. Fue el poeta belga quien escribió y publicó previamente su relato y sus opiniones en Bruselas, pero diez años después el pintor tradujo esas páginas, las ilustró y las editó en Barcelona. Verhaeren –en esta edición, al menos- ni siquiera aparece citado en la portada, y la curiosidad –rayana en lo insólito- viene de que el artista del impresionismo no se limitó a traducir a su aire los textos de su amigo, sino que intercaló en el interior de esos textos numerosas apreciaciones de su propia cosecha, comentarios y matizaciones. No es habitual encontrarse con un texto así.

Los dos amigos visitaron San Sebastián y otros enclaves guipuzcoanos, Pamplona, Tudela, Zaragoza, Madrid –con parada obligada en el Museo del Prado-, El Escorial y otras localidades.  Regoyos, que tantos paisajes luminosos pintó, estaba fascinado por la España negra –que también pintó- y quiso mostrársela a su amigo, que acometió la empresa con indisimulable entusiasmo, al igual que otros ilustres viajeros europeos que en esos años y en otros anteriores y posteriores recorrieron nuestro país buscando lo más ancestral, oscuro y primitivo.

El poeta perseguía con ahínco lo sucio, lo abandonado, lo viejo, lo pobre, junto a todo aquello ligado a la muerte, al crimen, a la sangre –las corridas de toros- y a los más enlutados y atávicos ceremoniales religiosos. Así llega a escribir: “Pero esta suciedad hay que perdonarla; vale más taparse la nariz y seguir adelante, porque gracias a la falta de cuidado se piensa poco en demoler, menos en modernizar y jamás en restaurar; todo tiene cierta poesía para el artista; torrecillas truncadas, losas gastadas, goznes torcidos, la vejez en todo reinando siempre”.

O sea que, con cierto espíritu romántico, Verharen se complacía líricamente en encontrar en España la confirmación del tópico del atraso, la ruina y la barbarie. Para él, una España moderna y modernizada hubiera sido una decepción.

Ciertamente, España era entonces y siguió siendo durante décadas un país pobre, retrasado y con evidentes muestras de oscurantismo en las costumbres religiosas y en otras. Pero si, además de gitanos, mendigos, tullidos y viejas enlutadas, el viajero buscaba monográficamente otras muestras de la España atascada y sombría es obvio que iba a encontrarlas para su deleite y que iba a tomarlas como el único rostro del país. Regoyos cuenta que Verhaeren le pidió visitar los cementerios de todos los pueblos y ciudades que recorrían, de manera que no es de extrañar que el poeta llegara a escribir esta notoria exageración: “España entera únicamente admite la alegría que hace sufrir”.

Ahora que le damos vueltas –sin mucho resultado- a la idea de la Marca España, este librillo nos recuerda algo que fue Marca España durante siglos, la España Negra, que no sólo tuvo adeptos entre los extranjeros, sino también entre los naturales del país, no pocos de los cuales, mediante determinadas tradiciones, la siguen cultivando y alimentando con pasión y dolores de pasión dignos de mejor causa.

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