Una escena de 'Mihura, el último comediógrafo'. Foto: Jesús Ugalde

Una escena de 'Mihura, el último comediógrafo'. Foto: Jesús Ugalde

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'Mihura, el último comediógrafo'. Joven autor brinda alocada comedia al maestro del género

La Nave 10 de Matadero rinde tributo al autor de 'Tres sombreros de copa' con una muy recomendable tarta metateatral que su director, Adrián Perea, trufa de paralelismos ente ficción y vida.

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En este final de temporada madrileña algunos teatros han coincidido en culminarla con un tributo a los maestros. La semana pasada escribía sobre el último estreno del Centro Cultural de la Villa que dramatiza el discurso de ingreso de Fernán-Gómez en la Real Academia Española. Ahora le toca el turno a un apunte biográfico de Miguel Mihura convertido en una disparatada comedia de La Nave 10, programada hasta el 15 de junio, muy recomendable.

Para Mihura, el último comediógrafo el joven Adrián Perea (Madrid, 1997) ha transformado en juguete cómico y tarta metateatral de varios pisos el bautizo del joven Mihura en el mundo del teatro, más concretamente la gira que hizo con el ballet de Carlos Alady y sus fascinantes bailarinas. Este episodio lo ha relatado y documentado Julián Moreiro en la estupenda biografía que le brindó en Mihura, humor y melancolía (Algaba).

Aquella experiencia inspiró a Mihura su primeriza Tres sombreros de copa, adelantada a su época, que escribió a sus 27 años durante una convalecencia y que no estrenaría hasta 25 más tarde. Y como escribe el biógrafo, hay en la obra un trasfondo autobiográfico que muchos no supieron leer engañados por los personajes alocados que aparecen en ella. Adrián Perea lo toma prestado y aborda la gestación de su comedia estableciendo un paralelismo comiquísimo entre ficción y vida, jugando con las posibilidades que el teatro brinda para salir y entrar de la ilusión escénica.

Como una ola que se riza en otras hasta alcanzar la orilla, así es la estructura de la obra: Una historia que habla de una anécdota real vivida por Mihura —transmitida con algo de fábula, posiblemente—, que nos lleva a la escritura de una obra literaria que la recrea (Tres sombreros de copa), y que Perea y sus actores nos devuelven en otra que compendia y sintetiza vida y ficción para darle un final idealizado y romántico.

Rulo Pardo recrea al Mihura maduro, perennemente tocado con el sombrero de ala, de andar cojo, con una indumentaria que peca de desaliñada, pero que acierta en su actitud escéptica, frase ingeniosa y chiste corto; actúa como narrador que también se ve abocado a intervenir en algunos episodios que son dramatizados, como cuando Gustavo Pérez Puig le pide estrenar Tres sombreros de copa a Mihura. Por otro lado, David Castillo da vida, entre tantos otros, al jovencito Mihura enamoradizo que se embarca en la gira del estrafalario ballet.

En ambos retratos hay admiración por un personaje melancólico y misántropo, con fama de gandul y misógino (pero que curiosamente nos ha brindado algunos de los grandes caracteres femeninos), sin grandes convicciones y adicto a dormir y a leer novelas policíacas, hoy considerado uno de los grandes del género cómico.

A estos actores fabulosos se suma un elenco que no lo es menos, camaleónico porque se doblan y triplican en distintos roles. Componen una divertida troupe de teatro de poca monta, con sus vedettes (tarea a la que se aplican con esmero Paloma Córdoba, Esther Isla y Esperanza Elipe), su descacharrante productor (divertidísimo Kevin de la Rosa, transformista a lo Peter Sellers) mientras Álvaro Siankope hace de alter ego del autor Perea y director de todo este disparate.

Beatriz Jaén añade esta obra a sus sólidos trabajos como directora de escena (Nada, Breve historia del ferrocarril...), confirmando su buen hacer e instinto para el oficio. La dirección de actores, las transiciones y disposición de los elementos para una correcta comprensión de tantas capas de metateatralidad y el ritmo ágil logran que las dos horas transcurran felizmente.

Este encuentro con Mihura tiene un aliciente añadido si, como es mi caso, se ha tenido el privilegio de tratar algunos de los personajes que aparecen. Hay un regusto en reconocer a Pérez Puig, un carácter volcánico que no reproduce la caricatura que aquí se hace de él, pero ni falta que hace. La propina sorpresa llega con Esperanza Elipe dando vida a Mariló Mihura, la sobrina y secretaria del autor, heredera de sus derechos, todo un temperamento de señora que Elipe recrea en una descacharrante y surrealista escena con ayuda de la no menos singular asistenta interpretada por Esther Isla.

Mihura, el último comediógrafo

La Nave 10. Hasta el 15 de junio

Autor: Adrián Perea
Dirección: Beatriz Jaén
Actores: David Castillo, Paloma Córdoba, Esperanza Elipe, Esther Isla, Rulo Pardo, Kevin de la Rosa y Álvaro Siankope
Diseño de vestuario: Vanessa Actif
Acompañamiento artístico: Marta Pazos
Diseño de Videoescena: Elvira Ruiz Zurita
Diseño de espacio escénico: Pablo Menor Palomo
Diseño de iluminación:
Pedro Yagüe
Diseño de sonido y composición musical: Luis Miguel Cobo
Producción: Nave 10 Matadero y Entrecajas Producciones Teatrales