Escena de 'Esta noche se improvisa la función'. Foto: José Alberto Puertas

Escena de 'Esta noche se improvisa la función'. Foto: José Alberto Puertas

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'Esta noche se improvisa la función': Pirandello en tono de farsa

Lo que más me ha divertido de esta producción son las actualizaciones o añadidos de Caballero al texto de Pirandello, que sin subvertirlo, critican las corrientes teatrales actuales

19 junio, 2022 16:07

La producción que puede verse en el Teatro Español de Esta noche se improvisa la comedia sigue la obra de Luigi Pirandello escrita en 1929, pero la versión de Ernesto Caballero actualiza el texto original y potencia con sus aportaciones ingeniosas la vieja paradoja del teatro como simulacro y falsificación del mundo y, a la vez, espacio de realidad. Una comedia que funciona también por un estupendo elenco cómicos.

Lo que más me ha divertido de esta producción son justamente las actualizaciones o añadidos de Caballero al texto de Pirandello, que sin subvertirlo, critican las corrientes teatrales actuales como el teatro posdramático. Estas llegan en el momento oportuno, cuando como espectadores observamos el caótico ensayo al que está conduciendo el director de escena (Joaquín Notario) a su troupe.

Sitúo la acción: la compañía ensaya la novelita Leonora, Adiós, del propio Pirandello, que se ambienta a su vez durante el ensayo de una compañía de actores de un drama de una familia siciliana de principios de siglo XX. El director de la compañía quiere que sus actores se comprometan con interpretaciones naturales y espontáneas, que hagan que sus personajes parezcan reales, y les propone ejercicios de improvisación, de manera que se dejen llevar por la naturaleza de sus personajes y contribuyan a crear las escenas.

De arriba abajo: Paco Ochoa, Felipe Ansola, Jorge Basanta, Natalia Hernández, Ana Ruiz, Joaquín Notario y Ainhoa Santamaría, en un ensayo de la obra de Pirandello. Foto: José Alberto Puertas

De arriba abajo: Paco Ochoa, Felipe Ansola, Jorge Basanta, Natalia Hernández, Ana Ruiz, Joaquín Notario y Ainhoa Santamaría, en un ensayo de la obra de Pirandello. Foto: José Alberto Puertas

El método termina siendo un fiasco, no convence a los personajes, que saben que sus improvisaciones son una mentira, ya que están escritas de antemano; y por otro lado, vuelven a su realidad de actores cada vez que el director paraliza una escena y deben atender sus órdenes. Necesitan frases a las que agarrarse, pies para dar la réplica a sus compañeros, en definitiva, necesitan al autor para que fije el texto y dé sentido a la actuación.

El artefacto funciona como un juego de muñecas rusas, de planos de ficción y realidad encadenados: el texto que ensayan los actores, los pormenores de cómo transcurre el ensayo, la representación a la que asistimos como espectadores; sin contar todos aquellos otros a los que nos remite el drama naturalista representado de la familia siciliana, como es la historia de la ópera de Verdi de El trovador (basada en la obra de García Gutiérrez) y que sirve de eje musical en toda la función; o la propia novelita Leonora, Adiós que sirvió a Pirandello para escribir la obra de teatro sobre los procesos de creación artística y las relaciones entre autor, director, actores… (hay que pensar que estamos en 1929, justamente cuando el director de escena está ganando protagonismo en la historia del teatro frente al autor).

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La versión de Caballero, que también ha dirigido la función, reflexiona sobre los límites del teatro en nuestros días, pues la representación acaba siendo un híbrido multidisciplinar de estilos variados, en el que acaban entrando distintos géneros -comedia, drama, performance, cabaret…-, pero sin texto. Parece una obra posdramática, se dice, lo que le permite a Caballero hasta introducir una polémica cita de Javier Marías en la que el escritor se quejaba de las tragaderas tan grandes que tienen hoy los escenarios, pues uno va al teatro y está expuesto "a cualquier sandez de no pocos directores".

El contraste de toda estos planos conduce a situaciones equívocas y a una comicidad defendida en el bando masculino por tres estupendos actores como Jorge Basanta, Paco Ochoa y Felipe Ansola, frente al trío femenino integrado por Natalia Hernández, Ana Ruiz y Ainhoa Santamaría. El elenco se siente cómodo y bien avenido, y adopta un tono farsesco en toda la obra, que solo se ve interrumpido cuando Santamaría y Basanta introducen su larga escena dramática. Sobran algunos gritos, y me pregunto si de haber alternado la farsa con un tono más realista no se hubiera alcanzado el efecto tragicómico al que estamos acostumbrados con Pirandello.

Vuelta de tuerca pues al viejo tema del teatro como juego de espejos entre realidad y ficción, que Pirandello reformuló en los años veinte del siglo pasado. Un asunto que trasciende el arte escénico y cobra mayor interés en un ambiente como el actual, donde el relativismo ha vuelto discutible la verdad, y en el que las tecnologías digitales y sus inventos de realidad virtual contribuyen todavía más a la ceremonia de la confusión.

Ficha artística

Intérpretes: Felipe Ansola, Jorge Basanta, Natalia Hernández, Joaquín Notario, Paco Ochoa, Ana Ruiz, Ainhoa Santamaría
Espacio escénico: Monica Boromello
Iluminación: Paco Ariza
Vestuario: Beatriz Robledo
Coproducción de Lantia Escénica y Teatro Español

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