Vida-Vivida

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Stanislavblog por Liz Perales

La extraordinaria vida de ser viejo

El Museo Universidad de Navarra estrena este sábado un formato teatral en el que participan una docena de jubilados que reflexionan sobre sus vidas y expectativas

23 abril, 2021 17:19

El próximo sábado el teatro del Museo Universidad de Navarra estrena un peculiar montaje teatral que tiene mucho de experimento social: La vida vivida y por vivir. Un proyecto que nació del magín de José Manuel Garrido durante la pandemia, protagonizado por personas mayores de 65 años que desde el escenario, y arropados por un dispositivo escénico, reflexionan sobre lo que ha sido sus vidas y de cómo les trata nuestra sociedad alcanzada la vejez.

El montaje es calificado por sus promotores como “teatro participativo” y se concibió como un formato sin guion porque lo que se cuenta depende del relato de sus participantes. Producido por el Museo Universidad de Navarra, el punto de partida fue la convocatoria pública de un casting-taller en Pamplona, dirigido a reclutar personas sin experiencia teatral y en su mayoría jubilados. Tomás Muñoz y Pepe Galera dirigen este experimento que, en su primera fase, consistió en escribir un texto a partir de los relatos narrados por los participantes.

La pandemia, punto de partida

“Cuando Garrido me habló de este proyecto”, cuenta el director Tomás Muñoz, “él estaba indignado con la situación en cómo habían sido tratados los ancianos durante la pandemia, por la soledad y el abandono que sufrieron. Pero este espectáculo no es solo una reflexión sobre ello, sino que pone el foco en cómo son las vidas de nuestros mayores contadas por ellos mismos, qué sienten y piensan. Nace por el efecto que tuvo la pandemia en nosotros, pues creo que actuó como un huracán, y nos facilitó un momento de introspección y de reflexión, pero no es solo eso lo que nos ha interesado”.

El casting-taller convocó a mucha gente, pero finalmente se quedaron once personas, todos mayores de 65 años excepto una, que tiene 60. “Fue interesante porque el casting funcionó como un autodescarte, permanecieron aquellos que querían participar, aunque también hicimos algunas llamadas a personas que conocíamos”, continúa Muñoz. En las sesiones que diariamente mantuvieron durante varias semanas, los directores recopilaban relatos de los participantes sobre vivencias durante el confinamiento, su trayecto vital, sus expectativas… “Les lanzábamos preguntas, y les proponíamos improvisaciones para estimularles a contar sus vidas. Luego, a la manera de un editor, fuimos escribiendo el texto”, explica Muñoz, que cita también el trabajo prospectivo y de apoyo que han tenido de la profesora de Psicología y experta en geriatría Nuria Garro y de la filósofa Ibis Albizu.

“Algunos participantes se sorprendieron al principio de que no hubiera texto, imaginaban un proyecto teatral más al uso. La gente que se presenta a un casting de este tipo ya es bastante singular, pero no nos hemos encontrado con el relato del aventurero que da la vuelta al mundo. Da igual porque es muy bonito contar las historias de gente común, llenas de matices y sutilezas. Es muy emocionante. Cada persona es una historia particular”.

La familia, apoyo fundamental

De los once participantes, la persona de más edad tiene 87 años y la más joven 60, y según cuenta Muñoz, estas diferencias de edad son muy acusadas en el sector más anciano en lo que se refiere a las condiciones físicas. Maite Oreja es una de las participantes, tiene 72 años y vive sola en Pamplona, aunque cerca de uno de sus hijos y de su nieta. Asidua espectadora de teatro, nunca había hecho teatro. “La experiencia está siendo mucho mejor de lo que esperaba, estoy disfrutando tanto. No me veo como actriz porque nos personificamos a nosotros mismos. Pero lo más positivo es que hemos formado un grupo de trabajo que nos entendemos muy bien y eso me da mucha energía, nos retroalimentamos”.

El montaje actúa a la manera de poner una lupa sobre las vidas de estas personas, revelando aspectos sociales, políticos, sentimentales… de muy distinta índole. Pero lo que sobre todo pone de manifiesto es el papel fundamental que cumple la familia en nuestro país para este segmento de la población: “Descubres que todos tienen una vida familiar muy arropada por hijos y nietos. Ese tejido familiar es básico, y por eso la pandemia ha sido tan dramática, porque les ha mantenido alejados de ellos durante el confinamiento. Sin embargo, en este grupo no hay solitarios, aunque todos viven solos. Como dice Maite Oreja: vivo sola pero no en soledad”.

Reivindicaciones y expectativas

El espectáculo se estructura en cuadros: “Hablamos de cómo pasamos el confinamiento, también hacemos una pequeña síntesis de lo que somos y del camino que hemos recorrido, y da lugar a exponer nuestras preocupaciones y reivindicaciones y nuestras expectativas. Por ejemplo, yo expongo la discriminación que sentí al final de mi vida laboral por ser mayor. Trabajé 52 años, empecé a los 16 años en Argentina y me jubilé en España a los 68, siempre en labores administrativas. Cuando llegué a España tenía 52 años, mandé cerca de cien solicitudes de empleo, nadie me contestó. Creo que esta discriminación por edad sigue existiendo hoy y es mucho peor”, explica Maite Oreja. La actriz añade en su lista de reivindicaciones sociales que no se aísle a los mayores, “cuando cumples años te tratan como un idiota que ya no sirve”.

El otro gran reto del montaje ha sido el de llevarlo a escena con un envoltorio artístico y a la vez que mantuviera la espontaneidad y la emoción que sus protagonistas ponen cuando cuentan su historia por primera vez. La colaboración del coreógrafo Danni Pannullo en el diseño del movimiento contribuye a darle dinamismo y un toque abstracto a la puesta en escena. El propósito de los artífices no es tanto el de girar el espectáculo, como el de disponer de un formato para que otros teatros puedan ponerlo en práctica en sus respectivas ciudades con participantes locales. De esta manera, el próximo lugar donde tomará cuerpo será en Murcia.

@lizperales1

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