Stanislavblog por Liz Perales

Mácbez a la gallega

1 mayo, 2014 12:00

[caption id="attachment_426" width="150"] Javier Gutiérrez[/caption]

Con Los Mácbez el director Andrés Lima ha vuelto al Centro Dramático Nacional y a Shakespeare (después de Faslstaff). Su versión tiene una atmósfera extravagante, una puesta en escena impecable y unos actores de quitarse el sombrero. El título no engaña, suena a serie de televisión o a cómic, y no se equivoca quien presuponga que Juan Cavestany (autor de la versión), quizá influido por la traición que se perpetra en la obra y siguiendo el santo y seña de la casa Lima, ha recreado una pieza bastante alejada del clásico. Y sin embargo, pervive el argumento, la creación psicológica de los personajes principales y muchos de los parlamentos escritos por Shakespeare.

¿Cuáles son las licencias que director y autor se han tomado? Básicamente, trasladar la acción de los castillos feudales de la Escocia medieval a los pazos de los políticos de la Xunta de Galicia de hoy, concretamente al Pazo de Raxoi (con la consecuente gracieta). En el original de Shakespeare, Macbeth y señora han usurpado el poder por la fuerza y en el contexto de una monarquía se comprende bien la derivación de este sistema político hacia la tiranía cruel en la que se instala el matrimonio. Pero en democracia, que es donde transcurre Los Mácbez, cuando se llega al poder cortando cabezas y con las manos manchadas de sangre el sistema político deriva en revolución y dictadura aunque, en este punto, nuestro matrimonio prefiere jugar a la ambigüedad. Si el propósito de esta traslación es desprestigiar la democracia actual y a sus artífices, creo que esta viga debería haberse apuntalado más sólidamente.

La otra licencia que se han permitido es la de condimentar la pieza con diálogos surrealistas y escenas cachondas, lo que convierte la obra en una tragicomedia protagonizada por dos serial killers que, a ratos, me recordaron el humor que destilan algunos dramas de los Coen, pero también la desmesura de un Alex de la Iglesia en película tipo Perdita Durango.

Las dos horas que dura el espectáculo pasan a buen ritmo. Javier Guitérrez está soberbio, es un gustazo ver su “crescendo”, desde el momento en el que su alma inicia el camino salvaje hasta completar su recorrido como asesino consumado y convertido ya en un esquizofrénico. Y es también un placer ver la “malísima” Lady Mácbez que compone Carmen Machi, esposa-madre, vulgar y pecaminosa, que despierta la sed de sangre de su marido y sabe humillarle y convencerle cuando conviene; evidentes las referencias bíblicas de su personaje. Quizá eché de menos una mayor química sexual entre ellos, pues es obvio que la dirección de Lima la ha marcado.

[caption id="attachment_427" width="450"] Carmen Machi y Javier Gutiérrez[/caption]

El resto del elenco hace un trabajo notable, muchos de ellos interpretan hasta cuatro y cinco personajes. Chema Adeva es un genial Duncan (aquí Duarte), pero también hace de chófer, bruja, mercenario a sueldo, con momentos muy celebrados. Laura Galán canta con una bella voz, presenta las escenas, hace de niño, de mujer, de hijo de Banquo. Rebeca Montero es la criada, la bruja, la hija de Duarte, la señora de… Juan Barranco, otro gran valor interpretativo, da vida a Banquo y a un caballero-conselleiro.

La dirección se empeña en distinguir lo que sucede en el mundo real de lo que pasa por la cabeza de Mácbez. Y lo hace gracias a un dispositivo escenográfico (Beatriz San Juan) hermoso y eficaz: un cubo blanco en perspectiva que adquiere con la iluminación (Valentín Álvarez) atmósferas variadas y que acoge lo que de especulación (brujas) y pesadilla hay en la obra. En otro lado, en el proscenio y fuera del cubo, se desarrolla la vida real.

Me gustó especialmente la composición de las brujas-meigas, de gran plasticidad y eficacia narrativa y qué tan importante papel juegan en la obra. Y hay otros detalles de dirección divertidos, como el recurso de introducir unas palabras de Valdano por la radio para evitar que las conversaciones que mantiene Mácbez con sus conselleiros sean escuchadas; o cuando el chófer de Mácbez adopta la forma de un humorista del estilo de Eugenio. Sí, mi instinto me dice que la obra va a gustar, y especialmente a un público joven.

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