Stanislavblog por Liz Perales

Mis queridos monstruos (de la escena) I. Elisabet Gelabert

24 enero, 2013 01:00

Maridos y mujeres marcha como un cohete en La Abadía. Álex Rigola ha hecho un trabajo considerable en la adaptación del filme. Y es un gusto ver a esta troupe de actores (Luis Bermejo, Elisabet Gelabert, Alberto Jiménez e Israel Elejalde, a los que se han sumado Nuria Mencía y Miranda Gas), tan compenetrados, más o menos de la misma generación, hijos artísticos de José Luis Gómez. La obra me ha llevado nuevamente a la película, que es más cruda, más divertida, aunque destila el mismo cinismo sobre las relaciones de pareja y al final te quedas con la misma bofetada.

Este montaje me da pie para hablar de esta generación de actores única, a partir de una actriz a la que sigo la pista desde hace años: Elisabet Gelabert. Ella deber rondar los cuarenta, es muy alta y tiene una belleza como antigua, no sé por qué me recuerda a Margarita Lozano. En escena transmite vitalidad, nervio. Pero lo que más me gusta de Gelabert es su voz, poderosa, y su clara dicción.

En Maridos y mujeres es Alicia, una tocapelotas a la que le cuesta alcanzar el orgasmo con su esposo (Israel Elejalde) y posiblemente con todos los hombres que conozca. Tras muchos años de matrimonio, se ha separado del marido y ahí comienza la obra, cuando ella y su ex se lo comunican a sus amigos. La actuación de Gelabert es sutil, aporta detalles. Al volver del teatro con su ligue y, a preguntas de éste sobre si le ha gustado el concierto y el restaurante donde han cenado, nos damos cuenta por su testimonio y por su comportamiento de que es una perfeccionista insatisfecha que no sabe lo que es la prudencia. En la película su personaje lo interpreta la estupenda Judy Davis, por lo que el desafío para Gelabert es grande.

A la actriz se le dan bien este tipo de mujeres temperamentales, potentes; además, es convincente tanto en las comedias como en los dramas. Me viene a la cabeza su labor en Veraneantes, como la esposa de un empresario que no le presta demasiada atención, por lo que a ella no le importa agarrarse al gin-tonic y explotar su deseo sexual como sea; este trabajo le valió un premio de la Unión de Actores. Pero donde yo la recuerdo tremenda es haciendo de Mari Gaila, el gran personaje femenino de Divinas Palabras, con ese texto endiablado que ella hacía propio como si se bebiera un vaso de agua: “Para mí ha sido uno de los papeles de mi vida”, confiesa, “se lo debo a Gerardo Vera, que luego me incorporó a otros montajes como Un enemigo del pueblo y Platonov. Y fue también la primera vez que me sentí una actriz profesional”.

Y es que Elisabet ha hecho la mitad de su carrera en La Abadía, donde comenzó su andadura a los 22 años, cuando Gómez la seleccionó para formar parte de un elenco de actores al que formó en las enseñanzas de Mikhail Chejov y de otros maestros como Lecoq. Por aquel elenco pasaron, además de los ya citados, Pedro Casablanc, José Luis Alcobendas, Carmen Machi, Ernesto Arias, Inma Nieto, Lidia Otón, Ester Bellver... muchos de ellos célebres hoy. Recibieron una exquisita formación que fueron traduciendo en espectáculos como Retrato de la avaricia, la lujuria y la muerte, Baraja del rey Don Pedro, Rey Lear, Entremeses, El señor Puntila y su criado Matti... Pero explica Gelabert que, a pesar de las numerosas obras que hicieron, “en aquella época los medios casi siempre nos presentaban como alumnos de Gómez, restándonos personalidad”.

Aquel elenco más o menos estable fue una experiencia única que La Abadía no quiso continuar, pero que hoy nos permite comprobar que la formación de actores es una labor minuciosa, difícil, muy exigente..., de la que no se puede esperar resultados inmediatos. También sirve para preguntarse por qué en este país es tan difícil crear elencos estables. “Me siento hija artística de Gómez, pero también de Vicente Fuentes, maestro en cómo decir el verso, y de Mar Navarro, una estupenda maestra en cuerpo y movimiento discípula de Lecoq. Y me siento privilegiada porque hoy es impensable una iniciativa como aquella”, comenta Gelabert.

Maridos y mujeres es el tipo de trabajo con el que Gelabert disfruta: “A mí todavía no me ha dado por el monólogo, lo que me gusta es trabajar en grupo, sentir los hilos invisibles que se van tejiendo entre mis compañeros y yo y saber que me puedo tirar a donde sea porque me van a recoger”. Esa idea que en danza está muy presente, no lo está tanto en el teatro y exige también un entrenamiento que los actores han convenido en denominar “Elenco”. Gelabert es hoy profesora precisamente de Elenco, que me explica así: “Son una serie de juegos y ejercicios para despertar la escucha en escena entre los actores”.

Sorprende que ningún director de cine haya puesto sus ojos en Gelabert, con excepción de Iciar Bollaín (Te doy mis ojos, 2003). En la televisión ha tenido más suerte. Pero recientemente se ha estrenado por la red un corto que corre como la pólvora, Don Pepe Popi, en el que los Vega Monjas le han dado un papel protagonista en una delirante historia de puro humor negro. Veánlo si quieren:

Don Pepe Popi de Venga Monjas

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