Rima interna por Martín López-Vega

La sensualidad inteligente de Carlos Barral

19 septiembre, 2016 10:59

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Carlos Barral[/caption]

Tiene razón Andreu Jaume cuando en el prólogo a esta poesía completa de Carlos Barral, editada con todo lujo –como nos tiene últimamente acostumbrados- por Lumen con el título de Usuras y figuraciones, alude a las razones que mantienen la obra poética del autor catalán en un segundo plano con respecto a otros nombres de la generación del 50. De un lado, su gran labor editorial le colocó antes que ningún otro el marbete de editor en un país poco acostumbrado a gentes que sepan hacer más de una cosa bien. Por otro, la extrañeza de su poesía, que no casa bien con ninguna de las direcciones en las que la estética del 50 quedó fosilizada (fundamentalmente, Gil de Biedma por un lado y Valente por otro, con todas las ramificaciones pertinentes) hacen de él un raro en un país en el que los raros no gozan de especial predicamento.

Es cierto también que la oscuridad de parte de la obra poética de Barral ayuda a ese ostracismo. Cuando Andreu Jaume en su prólogo (por lo demás, excelente) alude a la necesidad de acudir a otros textos (las memorias, el diario de Metropolitano) para entender de forma completa y cabal el alcance de ese libro de alguna manera está subrayando un fracaso. Si el libro no se entiende por sí mismo y debemos acudir a esas otras fuentes, es porque su autor no supo abrir las puertas, por pocas o escondidas que fueran, que lo permitieran. Metropolitano es un libro tal vez demasiado barroco y sobre todo, hermético como para ser importante. Pero la segunda obra barraliana, Diecinueve figuras de mi historia civil, más cercana a algunas intenciones de sus compañeros de generación pero absolutamente personal en su intención de distanciarse de la lengua común, es un libro enorme que debería ser citado siempre entre las obras mayores del 50. Aunque son nombres que Jaume no cita en el prólogo y que no puedo afirmar que sirvieran como modelo a Barral, su manera de caracterizar a los personajes de sus poemas (el distanciamiento, el detalle preciso) recuerda a cierto Cavafis y su capacidad de reproducción sensorial (olores, colores...) otorga a sus versos la densidad y multidimensionalidad del mejor Ritsos. Barral caracterizaba su poesía como una poesía de la inteligencia y, a la vez, de una enorme sensualidad. Cuando en “Un pueblo” habla de “Una paciencia mineral” que “se pringaba en los naipes untuosos” da una lección de plasticidad poética fundamental. Copio, de este libro, el poema “Baño de doméstica”:

 

Entonces arrojaba

piedrecillas al agua jabonosa,

veía disolverse

la violada rúbrica de espuma,

bogar las islas y juntarse, envueltas

en un olor cordial o como un tibio

recuerdo de su risa.

 

¿Cuántas veces pudo ocurrir

lo que parece ahora tan extraño?

Debió de ser en tardes señaladas,

a la hora del sol,

cuando sestea la disciplina.

 

En seguida volvía

crujiendo en su uniforme almidonado

y miraba muy seria al habitante

que aún le sonreía

del otro lado de la tela metálica.

 

Vaciaba el barreño

sobre la grava del jardín.

Burbujas

en la velluda piel de los geranios...

 

Su espléndido desnudo,

al que las ramas rendían homenaje,

admitiré que sea

nada más que un recuerdo esteticista.

Pero me gustaría ser más joven

para poder imaginar

(pensando en la inminencia de otra cosa)

que era el vigor del pueblo soberano.

 

En los libros siguientes, Barral aúna esta cercanía recobra

da con un uso del idioma prodigioso y renovador, atento más que al significado habitual de las palabras, a su étimo, lo que obliga a repensar no sólo su sentido sino el del contexto. Aunque ese uso del lenguaje esté en primerplano, Barral nunca deja de usarlo para lograr un entendimiento del mundo que le rodea menos plano que el que daría un uso igualmente plano del lenguaje. Diría que es en, donde la reflexión sobre la experiencia propia se suma a todo eso, donde está el otro punto más alto de su poesía, pero esa no deja de ser una lectura personal y otros hallarán cosas más importantes en otros libros. Lo que es indiscutible es que la obra de Barral aporta aristas al retrato un tanto plano que va quedando de una quinta fundamental de la poesía española, aristas de inteligencia y sensualidad un tanto extranjeras a nuestra tradición, necesarias e inolvidables.

 

 

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