La columna de aire por Abel Hernández

Pioneras (10): En torno al cuerpo y la autonomía

2 diciembre, 2014 14:38
En 1966, Nina Simone publicó Four Women, canción donde retrata la herencia esclavista de los afroamericanos. Allí emplea cuatro estereotipos que representan distintas formas de tal clase de dominación y de actitudes ante ella. Pero Simone no habla de esos personajes sólo por ser afroamericanos. Las pinceladas con que describe cada caso insisten tanto en su condición de mujeres como en la relación que cada una tiene con su cuerpo. Tía Sarah dice de sí que tiene piel negra, pelo lanudo, brazos largos y una espalda endurecida para aguantar el constante dolor. Es sólo un cuerpo cosificado, fuerza de trabajo, una bestia que fustigar. Saffronia se describe como hija de una esclava negra a la que violó un propietario blanco y dice que su piel es amarilla y su pelo es largo. Debido a su cuerpo mestizo vive entre dos mundos. Está indefensa. Es casi como una apestada. El cuerpo de Sweet Thing es apetecible porque su piel es color tostado, su cabello fino y sus caderas y boca incitan al deseo. Su cuerpo le permite vivir entre blancos y negros pero su mentalidad sigue siendo de esclava. La última mujer es Peaches y su piel marrón es el único rasgo anatómico del que nos informa. Pero también nos cuenta que está llena de resentimiento porque su vida de hija de esclavos ha sido penosa. De alguna manera son sus sentimientos e ideas los que definen su identidad. Peaches es consciente de su condición e intenta rebelarse pero no tiene más herramientas que su rencor, en parte posiblemente porque ha limitado la conexión con su cuerpo. Así, Simone pone a nuestro alcance una interpretación de la esclavitud que supera lo racial para, desde el género, instalarse en el cuerpo como residencia de opresión o liberación. Su canción nos proporciona un marco y una perspectiva para este post donde prestaremos atención a tres mujeres de reciente irrupción que han publicado discos muy notables en los últimos meses y que, de diversas maneras, ponen en el centro de su discurso su relación con el cuerpo, discutiendo el modelo impuesto y acercándose a su liberación.

Pharmakon

Pharmakon es el proyecto musical de la neoyorquina de 22 años Margaret Chardiet. Tras editar en 2013 un primer LP de sofisticada violencia sonora y ruidismo electrónico-industrial-primitivista llamado Abandon, este año ha publicado Bestial Burden, donde propone una experiencia brutalista de formas más urgentes y menos elaboradas y fondo más sustancioso. El álbum se originó en el periodo de convalecencia tras una repentina operación quirúrgica. Al mirar las fotos de la intervención, Chardiet tomó consciencia “de la compleja red de sistemas que existen por debajo de la piel, cualquiera de los cuales puede fallar o flaquear en cualquier momento” y le sobrevino la noción de que “la mente consciente es un extraño dentro de un ente autónomo y también de la tensión que existe entre esas dos versiones del ser”. En Bestial Burden, la anterior expresión estruendosa de la neurosis como reacción al insoportable mundo exterior que salía a flote hinchada como un cadáver, se convierte en constatación de ese vivir en un cuerpo; algo que somos y sin el cual no somos pero que no necesita de nuestro raciocinio para existir esencialmente; que funciona como una arquitectura que soporta la “carga brutal” que da título al disco. La excesiva música-ruido de Chardiet es aquí acompañada por un grito que suena más primario, así como por los procesos “sucios” de los fluidos y los órganos funcionando. Es un disco de saliva, tos, mucosidades, respiración, latidos cardiacos. Aunque de difícil deleite por momentos, Bestial Burden es un magnífico álbum que merece la pena por la rotundidad con que llama la atención sobre el cuerpo enfrentándose en forma y fondo a lo ridículo de la idea triunfante de ello como algo de lo que disponemos y poseemos, y en especial contra la idea imperante de la juventud como organismo en pleno rendimiento y perfecto, sin fallos. Su sonido apela a lo corporal pero no sólo como esos sentidos con los que nos asomamos a lo real para disfrutarlo y padecerlo. El amor hacia las vísceras se sitúa en el lado opuesto del encanto del cuerpo como Capital y signo. Su construcción sonora, y la interpretación con cuerdas vocales en máxima tensión y espasmos, se plantean como representación que reproduce sus mecanismos y sugiere un fuerte replanteamiento de nuestra relación con éste. Explorando el no-control orgánico, Chardiet nos muestra la irrealidad en que se sustenta la lógica de los cuerpos y mentes como objetos para la seducción y la fuerza de trabajo-consumo intercambiable.

Gazelle Twin El segundo álbum de Gazelle Twin se llama Unflesh. Es parte de un trabajo conceptual de la inglesa Elizabeth Bernholz que incluye puesta en escena, trabajo visual y una música electrónica, oscura, experimental, maquinal, bailable, delirante y ciertamente adictiva, aunque construida sobre algo poco placentero. Emplea un elaborado proceso digital pero, además de numerosas capas de su voz (a menudo cyborgizada), incluye una gran participación de respiraciones, jadeos y ruidos hechos con la boca a modo de percusión. Con ellos, incita al oyente a que entre en el espacio físico interior de la cantante y en procesos que representan un permanente estado de ansiedad o trance. Según Bernholz, Unflesh quería tratar sobre el cuerpo y acabó extendiendo su sentido. Con un lenguaje que se abandona a lo automático e inconsciente, el disco toca otros asuntos en torno a la vida (reproducción, crecimiento) y la muerte como procesos fisiológicos sobre los que tomar consciencia. También acerca de los numerosos terrores que derivan de la fragilidad fisiológica: Unflesh es un disco sobre la ansiedad y el miedo a crecer en un mundo incomprensible. Una aprensión que surge en cierta manera del hecho de ser una adolescente a la que repugna el propio físico (Bernholz sufrió trastorno dismórfico corporal) y tener que desnudarse ante extraños en vestuarios públicos. A lo largo de sus canciones, siempre incómodas o inquietantes, está presente la relación del cuerpo propio con el cuerpo ajeno y con el entorno físico urbano contemporáneo y sus no lugares. Sobre su canción Belly of the Beast ha dicho en alguna entrevista: “los supermercados son lugares frenéticos, laboriosos, de deseo, dominación, clase, avidez, etc. Están todos esos olores y líquidos y productos animales (como un microcosmos del capitalismo moderno) toda la porquería escondida bajo la alfombra.” Con Unflesh, Gazelle Twin conecta el desgarro de lo corporal como liberación de la ansiedad y superación de los traumas infantiles y adolescentes con los disturbios juveniles de Londres (agosto de 2011) entendidos como reacción a lo irrealizable de la fantasía consumista con que somos martilleados. Es un disco de exorcismo físico, de atravesar estados de enfermedad y fiebre para alcanzar la vida mediante el cual, Bernholz consigue sacar el trauma y, haciéndolo cuerpo conectado a la máquina (amplificado por nuevos signos), lo convierte en poder.
Copeland En el caso de Alina Astrova, más conocida por su alias Inga Copeland, ahora copeland (en minúsculas), la utilización y reivindicación alternativas y rebeldes de lo corporal y el género es más sutil pero no menos consistente. Esta artista de 26 años, nacida en Rusia, criada en Estonia y desde algún tiempo medio asentada en Londres, se dio a conocer como parte de Hype Williams, junto al inefable Dean Blunt. Allí el enfoque socialmente construido la situaba como cantante del dúo. Su primera ruptura es con ese estereotipo de la chica que interpreta con voz sugerente lo que el hombre compone. En su primer LP en solitario, notable tejido de atmósferas abruptas y ensimismadas, bucles sin alcohol, rítmica descoyuntada y cierto ruidismo, en lugar de hacerse presente de forma más rotunda y glamourizada, se fortalece fragilizándose, restando protagonismo a los mensajes espectaculares de lo físico. Retira su voz de la mitad de los temas e imprime un recitante registro más cerca del de una máquina de autoservicio que del propio de una sexy intérprete de pop electrónico. Lo titula Because I’m Worth It, al tiempo que nos mira desde la portada vestida con una camiseta, la cara lavada y el pelo húmedo, en un acto de desvío situacionista del “porque yo lo valgo” de la marca de cosmética capilar y facial L’Orèal. Ese desvío flota a lo largo del disco, dando límites a un territorio ambiguo, situado en algún punto entre la reapropiación feminista de los signos del poder y una crítica recubierta de humor negro hacia los flirteos con los eslóganes “girl power” por parte de divas pop dedicadas a vender muchos discos en buena parte mediante su uso de la imagen y del cuerpo. Los asuntos de una toma de poder tan circunstancial que puede identificarse con un lema publicitario son puestos en cuestión desde un punto de vista que, no obstante, se reconoce como alienado. Una de las canciones más redondas es Advice to Young Girls, una especie de adictivo recado en el contestador cuyo monólogo parece aconsejar a las jovencitas que escapen a escondidas de casa y queden con otras para salir de noche por la ciudad. Ese aparente discurso de empoderamiento choca con la desapasionada monotonía de autómata con que lo recita. Y queda sacudido por el contexto general del disco hasta acabar pareciendo más bien una burla hacia los consejos paternalistas de apariencia feminista de las grandes mujeres del espectáculo (ese “haz lo que quieras pero sobre todo consume”). Pero, a la vez, suena como una incitación a la acción del cuerpo real, de lo sensorial y del fallo. De alguna manera, Because I’m Worth It, hace colisionar el sistema de maquillaje de apariencias y glamour con esa invitación a equivocarse. Tomar una postura consciente de las limitaciones a fin de alcanzar una autonomía que no es la publicitaria libertad de haz lo que quieras sino esa otra que debe conquistarse en cada momento mediante el auto-reconocimiento crítico.
Estas tres mujeres músicas niegan de diversas maneras la noción del cuerpo como espectáculo y capital propia de las estrellas (ellos y ellas) del Pop. Con discos de difícil digestión pero anticipados y hechizantes se acercan a lo carnal, pero no como mera apariencia híper controlada en la que situar una imagen sin tacha que sirva de ideal de juventud, fuerza, seducción y placer (ese cuerpo máquina de guerra con que conquistar nuestra mirada, deseo e imaginario que dirían Tiqqun. Tampoco se frenan en los recientes debates sobre el exhibicionismo y la creciente sexualización del Pop como sumisión o empoderamiento. Superando la comodidad de las posturas polarizadas en torno al negocio del espectáculo y sus tentáculos mentales, se sitúan en la batalla entre lo asumido inconscientemente y la resistencia a ser cosificadas, en el abismo entre la mente y eso que está ligado a los procesos naturales de lo corporal como organismo autónomo. El cuerpo, su aspecto y expresión del género y del sexo durante siglos fue una parte casi negada del ser, sobre todo a la mujer. El siglo pasado, una parte del mundo redescubrió el potencial social y económico de lo corporal pero la emancipación quedó frustrada, al permanecer convertido en una nueva y suave esclavitud moldeada desde los modelos e ideales de la industria del entretenimiento. Lo que parecen estar proponiendo sutil y artísticamente Pharmakon, Gazelle Twin y copeland (como seguramente otras que no ha dado tiempo a analizar aquí) es una recuperación de la conexión con ese cuerpo desde una nueva óptica no idealizada ni mediatizada por el consumo. Una que incluye y acepta la muerte y la enfermedad, la dificultad de la razón para conectarse con lo orgánico, la imperfección de las acciones y el delirio inconsciente, automático. Proponen nuevas vías para reconquistar la relación con el propio cuerpo como misterio de la existencia y organismo total y no como mera piel para la erótica social.

Otras pioneras:

Delia Derbyshire

Laurie Anderson

Nina Simone

- Annette Peacock (I) y (II)

Nico

- Yoko Ono (I) y (II)

Amanda Ghassei

- Carol Kaye

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