Fotograma de 'Poker face'.

Fotograma de 'Poker face'.

En plan serie

De 'Alias' a 'Poker Face': 7 series para maratonear este verano

Un surtido de sugerencias procedentes de todas las plataformas, de distintas latitudes y de diferentes épocas. 

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Aquí un surtido de sugerencias procedentes de todas las plataformas, de distintas latitudes y de diferentes épocas. Como voy a dejarles un mes sin blog, me dispongo a proporcionarles material más que suficiente para satisfacer sus, espero, extensos momentos de ocio veraniego.

Alias

(J.J. Abrams, 2001- 2006 / Disney +)

En la pirámide del prestigio, Alias siempre quedó por debajo de las siguientes creaciones de J.J. Abrams, a saber, Perdidos y Fringe.

Sin embargo, esta serie que mezcla argumentos procedentes del cine de espías con otros que parecen entresacados de la obra de Dan Brown (tiene mucho, también, de búsqueda del tesoro), es mucho más influyente en términos de escritura de lo que se le ha reconocido.

Abrams, con la inestimable colaboración de la pareja de guionistas Roberto Orci y Alex Kurtzman, reformula el género con una escritura rizomática que se abre constantemente a nuevos escenarios, partiendo de una estructura arborescente en el que los misterios, lejos de resolverse, se amplían ad infinitum.

Aferrada a las leyes de la continuidad como si el ansia por conocer qué sucederá justo después de lo que acabamos de ver fuese un objetivo innegociable, Alias lo mismo bebe de clásicos de la televisión como Mission: Impossible – no es casual que Abrams se hiciese cargo de la tercera parte de la saga protagonizada por Tom Cruise-, miniaturiza algunas de las constantes del Bond más lúdico (el previo a Daniel Craig), tales como la multiplicidad de escenarios o los gadgets tecnológicos, y, lo más importante, plantea un diseño dramático basado en la inclusión de dos operaciones por episodio -la segunda de las cuales siempre queda inconclusa hasta la siguiente entrega – y de una escritura retrospectiva, con continuos saltos al pasado que, o bien sirven para resolver un problema de guion, o bien para modificar las reglas del juego, algo que, por ejemplo, se observa claramente en éxitos contemporáneos como La casa de papel (Álex Pina, 2017-2021), por poner un ejemplo evidente.

Sidney Bristow, una espléndida Jennifer Garner que ganó el Globo de Oro en 2002 por este papel, es el corazón de Alias. Una joven universitaria reclutada por el SD6, una supuesta rama secreta de la CIA que, en realidad, no es otra cosa que un remedo de Espectra.

El descubrimiento de ese secreto llevará a Sidney a trabajar como agente doble: la relación con su padre, que ejerce idéntica función, los descubrimientos relacionados con el pasado de su madre y la atracción correspondida que siente por su supervisor en la agencia – Michael Vaughn (Michael Vartan)- densifican las emociones de un género en el que la acción siempre había sido más importante que los sentimientos.

Ballard

(Kendall Sherwood, 2025 / Prime Video)

Ballard es más un spin-off que una secuela del universo Bosch. Aunque se nutre de las dos derivaciones narrativas, las presencia del personaje matriz encarnado por Titus Welliver es tan testimonial que hablar de secuela parece un tanto exagerado, pues aquí el protagonismo coral de Bosch: Legacy se diluye para refundirse en la figura de René Ballard (Maggie Q), que ya nos era presentada en la temporada final de Legacy

El retrato policial de Los Ángeles diseñado por el escritor Michael Connelly se ha convertido en la franquicia audiovisual más rentable de Prime Video, también en la más sólida.

Personajes incrustados en las fuerzas de seguridad del estado que, continuamente, se encuentran con que la ley y la justicia son dos cosas bastante diferentes.

Además, poseen un código de honor que choca frontalmente contra las órdenes de sus superiores o contra los mandatos de un sistema con el que, en no pocas ocasiones, están en desacuerdo.

Si a ello le suman el escrupuloso respeto que los guiones exhiben por las reglas del género, una realización sobria que no trata de inventar nada pero que resuelve  con limpidez las escenas de acción (véase la secuencia de arranque), y un casting que, además de a la siempre efectiva Maggie Q incluye a actorazos como John Carroll Lynch, tienen una serie de factura impecable.

Ahora bien, aquí el factor diferencial lo encontramos en la relegación de la protagonista a la dirección de una unidad de casos sin resolver. A sus órdenes tendrá a un grupo de voluntarios formado por policías retirados, jóvenes aspirantes y señoras con vocación de servicio.

Hombres y mujeres que, en realidad, no forman parte de una institución que ha enviado a Ballard a un sótano atestado de archivos olvidados después de que esta denunciase a un compañero por un intento de violación (y de que la cosa no prosperase).

La investigación de varios casos, el descubrimiento de un asesino en serie – ojo al plot twist final – y la denuncia de una corrupción policial que se extiende como un cáncer hacen de Ballard una de esas series que uno no se cansa de ver.

El caso Hartung

(Soren Sveistrup, Mikkel Serup, David Sandreuter, Dorte Warnøe Høgh, 2021 / Netflix)

 En 2019, Soren Sveistrup, uno de los fundadores del denominado nordic noir gracias a la insoslayable Forbrydelsen / The Killing (2007-2012), publicaba su novela El caso Hartung o El hombre de las castañas, que sería la traducción literal del título original.

Dos años después, y secundado por otros tres guionistas, el escritor danés firmaba la adaptación de su libro en formato de miniserie para Netflix y seguía demostrando su buen pulso para moldear esa mezcla entre procedimental riguroso y drama familiar que ya estaba en The Killing.

La historia arranca con la aparición del cadáver de una mujer en las afueras de Copenhague. Le han seccionado una mano y le falta un ojo, y junto al cuerpo se encuentra un muñeco hecho de castañas. El caso queda a cargo de Naia Thulin (Danica Curcic), una policía y madre soltera que planea apartarse un tanto de su trabajo para atender mejor a su hija.

Recibirá la ayuda de Mark Hess (Mikel Boe Folsgaard), un agente al que le interesa tanto colaborar en la investigación como correr un maratón por el ártico.

Sin embargo, el caso irá complicándose, y con él la vida de los implicados, cuando en el muñeco aparezcan las huellas dactilares de la hija de la ministra de asuntos sociales, Rosa Hartung, desparecida un año atrás y dada por muerta. 

El descubrimiento del primer cuerpo no será más que la carta de presentación de un asesino en serie cuyas motivaciones homicidas hunden sus raíces en el pasado.

Estamos ante un nordic noir de manual, repleto de paisajes tan hermosos como opresivos, personajes torturados independientemente de si militan en el equipo del bien o en el del mal, y un desarrollo en constante crescendo tremendamente adictivo, si bien es cierto que los apuntes políticos se desvanecen a medida que se ahonda en la trama criminal y que la resolución del misterio no está a la altura del planteamiento. Los fans del género la disfrutarán.

En el corredor de la muerte

(Ramón Campos, Gema R. Neira & Diego Sotelo, 2019 / Movistar Plus +)

He aquí una serie injustamente olvidada y que seguirá estando de actualidad mientras el caso de Pablo Ibar no se resuelva, algo que está lejos de suceder porque su defensa presentó el pasado día 22 de junio una moción ante el tribunal en la que se solicitó de nuevo la repetición del juicio ante un juez del condado de Broward.

Esta producción para Movistar Plus + se beneficia de la suma de varios elementos a tener en cuenta. Un director con un universo autoral propio como Carlos Marqués-Marcet.

Una compañía como Bambú, capitaneada por Ramón Campos y Gema R. Neira, que había revolucionado el true crime patrio sobre todo desde el ámbito documental (El caso Asunta, El caso Alcàsser).


Y el libro homónimo de Nacho Carretero que sirvió como base para la miniserie, un autor del que la productora gallega ya había adaptado, además con notable éxito, Fariña.

En el corredor de la muerte es la demostración de que, también desde la ficción, se pueden abordar los casos referidos a crímenes reales sin caer en el sensacionalismo, aplicando sobre el material una mirada que aspira a ser lo más rigurosa posible y exponer los hechos con la mayor claridad – la serie es un prodigio de síntesis- sin renunciar a una visión autoral.

Cómo filma Marqués-Marcet los cuerpos en relación al largo confinamiento del reo, cómo utiliza la profundidad de campo o el empleo de las pantallas en un caso en el que una imagen borrosa sirvió para condenar a un hombre, vienen a exponer que otra manera de filmar las series de televisión es posible. También los true crimes.

Vean la serie y, si les interesa leer más sobre ella, aquí recuperamos el largo análisis que le dedicamos cuando se estrenó.

El detective cantante

(Dennis Potter, 1986 / Filmin)

Si creen que Dennis Potter forma parte del árbol genealógico de Harry, tienen un problema. Hablamos del que, con toda probabilidad, sea uno de los creadores que más han ayudado a renovar la ficción televisiva.

El detective cantante es una de sus grandes series de todos los tiempos y lo es porque, por un lado, se apartó de las convenciones que reinaban en la excelentísima BBC del momento, casi siempre apegadas al realismo, y, por el otro, cimentó las bases de un universo ficcional inseparable de la figura de su autor, algo que corroborarían sus obras póstumas Karaoke y La cabeza, ambas de 1996.

Esta miniserie de seis episodios es todo un ejercicio de vanguardia pop en el que los géneros populares, de la literatura pulp al musical, son pasados por el tamiz de la metaficción para culminar en una sublime vindicación del acto creativo.

Fotograma de 'El detective cantante'.

Fotograma de 'El detective cantante'.

El protagonista de El detective cantante es Philip Marlow (Michael Gambon) un escritor al que la soriasis le cubre todo el cuerpo (infección que el propio Potter padecía en sus carnes) lo que le obliga permanecer postrado en la cama de un hospital y le impide el desarrollo de su profesión.

La imposibilidad del acto creativo estalla en un collage mental en el que sus vivencias como enfermo se entrelazan con sus recuerdos infantiles al tiempo que se pegan a la trama de una novela de espías que Marlow reescribe en su cabeza.

Realidad, imaginación y proceso creativo se funden, los personajes se desdoblan y distintos géneros se dan la mano en un alarde imaginativo como pocas veces se ha visto en la pequeña pantalla. Una obra maestra. 

El gran guerrero

(Jason Momoa, Thomas Pa'a Sibbett, 2025 / Apple TV +)

He aquí una historia ambientada durante la unificación de las islas hawaianas en el siglo XVIII desde una perspectiva indígena.

Un jefe militar hawaiano, el guerrero Ka'iana (Jason Momoa) se ve envuelto en  una campaña sangrienta iniciada por el rey de una de las islas vecinas con el objetivos de unirlas a todas, mientras los colonos llegados de Occidente tratan de asentarse en el territorio.

El gran guerrero es una serie solo apta para fans de las aventuras épicas. Su dramaturgia es tan profunda como el libro de instrucciones de un botijo. Eso sí, tras un breve prólogo veremos como Jason Momoa caza un tiburón utilizando únicamente una soga.

Una soga y sus ciento y pico kilos de musculatura, sin duda uno de los grandes reclamos de esta producción de Apple TV + en la que los actores se pasean -o corren, sobre todo corren- semidesnudos por paisajes paradisíacos.

Combates cuerpo a cuerpo contra tipos que tiran lanzas como si fuesen avioncitos de papel y que igualan en tamaño a Momoa. Batallas sin cuartel que a algunos les recordarán al Mel Gibson de Apocalypto. Persecuciones por mitad de la selva huyendo de enemigos y de animales.

Una aventura simple que satisfará a aquellos y aquellas que quieran que, también su cerebro, disfrute de unas merecidas vacaciones mientras ven a unos cuantos mozos (y mozas) darse zurriagazos alegremente.

Poker Face

(Rian Johnson, 2025 / SkyShowtime)

La serie creada por Rian Johnson sigue reinventando con ingenio la televisión de los 70 en su segunda temporada.

Cada episodio de Poker Face funciona como un relato más o menos autónomo donde nos topamos con los casos más disparatados que podamos imaginar, desde niñas que tienen aterrorizada a toda su escuela —maestros incluidos— hasta policías que trabajan con un cocodrilo como si fuera un perro antidroga, a crímenes que se producen en una funeraria que acoge un rodaje.

Para resolverlos está Charlie Cale (Natasha Lyonne) esa improvisada detective itinerante, un detector de mentiras ambulante a la que no se le resiste ningún trolero.

La estructura remite claramente a un clásico como Colombo, serie a la que se le rinde homenaje de forma directa, sin dejar de ser fresca y dinámica.

Es cierto que no todos los episodios funcionan igual de bien, y que los mejores son aquellos en los que los guionistas optan por mezclar de forma bastante inteligente las historias de misterio con la comedia romántica y las heist movies (One Last Job) o se la juegan rizando el rizo de los giros de guion guiñándole un ojo al David Mamet de Casa de juegos y La trama (The Sleazy Georgian).

También cuando utilizan motivos como el falso culpable, como ocurre en el penúltimo capítulo escrito por Andrew Sodroski (Manhunt: Unabomber) y dirigido por Ti West (X, Pearl, Maxxxine), que además conecta con la trama transversal de la serie que tiene que ver con la tensa relación que Charlie Cale mantiene con la organización criminal que la persigue.

El gran mérito de Johnson es haber resucitado el formato de serie episódica con misterio semanal sin perder de vista sus referentes pero sin dejar de ser moderna.

Eso, y el carisma de la Lyonne, a la que nadie puede negarle el crédito de ser el otro baluarte creativo de Poker Face, hacen el resto. Si suman las apariciones de actores invitados como Cyinthia Erivo, Taylor Schilling, Giancarlo Esposito, Katie Holmes o John Mulaney, ya pueden imaginarse el festín.