Carolina Yuste como Massiel en 'La canción'.

Carolina Yuste como Massiel en 'La canción'.

En plan serie

'La canción': Massiel contra Franco en una serie tan inocua como llevadera

El cese de Domingo Corral al frente de la dirección de contenidos de Movistar Plus + marca el inicio de una nueva etapa con producciones menos arriesgadas, como ocurre con lo nuevo de Araújo y Coira.

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A principios de octubre de 2024, en un encuentro con la prensa, Domingo Corral, hasta hace unos días director de contenidos de Movistar Plus +, anunciaba, entre otros muchos proyectos, el lanzamiento de una miniserie sobre el triunfo de Massiel en el festival de Eurovisión de 1968.

Hoy, casi siete meses después de aquella comparecencia, La canción (Fran Araújo & Pepe Coira, 2025) ve la luz al mismo tiempo en que Corral deja su puesto en manos de Jorge Pezzi, actual CEO de Boomerang TV que ahora cogerá las riendas de la plataforma de Telefónica en lo que a la producción de ficción se refiere; la parte de entretenimiento queda en manos de Hugo Tomás, hasta ahora productor ejecutivo de programas en ITV Studios Iberia.

Si tensamos esa convergencia factual —un estreno, un despido— podemos evaluar lo que supone La canción en relación a la evolución del modelo de teleficción impulsado por el ya exresponsable de los destinos ficcionales de Movistar Plus +.

De hecho, la serie creada por Fran Araújo, a la vez productor ejecutivo de la producción original de series de la compañía, y Pepe Coira puede verse como un ejemplo de transición entre un modelo inicial que apostó de manera clara por recuperar la fugaz línea editorial acuñada por Canal + con títulos como Crematorio (Jorge Sánchez Cabezudo & Alberto Sánchez Cabezudo, 2011) y ¿Qué fue de Jorge Sanz? (David Trueba & Jorge Sanz, 2010), y por desplazar la autoría televisiva de lo colectivo —las grandes productoras del estilo de Globomedia que dominaron la producción en los 90 y los primeros 2000— a lo individual, importando a creadores procedentes del mundo del cine (entiéndase individual como la ejecución de una obra llevada a cabo por equipos creativos reducidos con una clara visión autoral).

Con el paso de los años, esa apuesta fue dejándose paulatinamente de lado para impulsar proyectos más próximos a los estándares de las teleseries más convencionales.

Desde una aproximación analítica, y atendiendo también a las relativamente bajas cifras de espectadores cosechadas por unas series que, sin embargo, acumulaban prestigio crítico y arrasaban en las galas de premios, es interesante prestar atención al modo en que los responsables de la plataforma fueron buscando un modelo combinado que salvase las distancias entre fracasos de audiencia estrepitosos y producciones desechables.

Como ejemplos de lo primero, tendríamos ese intento por revitalizar el wéstern que fue Libertad (Enrique Urbizu, 2021) o un supuesto hit como La mesías (Javier Calvo & Javier Ambrossi, 2023), con costes estratosféricos pero del que nunca se facilitaron datos de público. Si hablamos de títulos que podrían pasar por series de toda la vida de cadena generalista ahí están Reyes de la noche (Cristóbal Garrido & Adolfo Valor, 2021), Sentimos las molestias (Juan Cavestany & Álvaro Fernández Armero, 2022), Todos mienten (Pau Freixas, 2022-2023), Dime quien soy (José Manuel Lorenzo, 2020) o Los espabilados (Albert Espinosa, 2021).

Entre esos dos extremos, la autoría desaforada (y carísima) y la narrativa acartonada, tenía que haber un término medio, series que respondieran a los estándares del mainstream pero que no estuviesen exentas de una calidad mínima (eso, lo crean o no, existe, y ahí está The Pitt para demostrarlo).

En ese sentido, Hierro (Jorge Coira & Pepe Coira, 2019-2022) primero y, sobre todo, Rapa (Jorge Coira & Fran Araújo, 2022-2024), después, pueden verse como la primera piedra de un modelo de teleficción reconocible para aquellos espectadores que se abonaban a la plataforma por su catálogo de deportes (y por el fútbol, principalmente) y que en estas dos series producidas por Portocabo podían encontrar cierto acomodo.

Se trataba de trabajar desde el género, con caras conocidas, apostando por paisajes distintos, tocando temas de actualidad, … Pero, además de eso, y sobre todo en el caso de Rapa, su construcción revelaba una enorme pasión por el policíaco y una notable erudición capaz de ensamblar múltiples referentes para armar una serie que fue creciendo con el paso de sus temporadas.

Resulta curioso, y a la vez iluminador, que la marcha de Domingo Corral se produzca casi al mismo tiempo en el que se estrena La canción (ocho días de diferencia), una serie que refleja un momento bisagra de la historia de España, precisamente porque La canción misma puede verse como una serie bisagra en lo que a la evolución de Movistar Plus + se refiere.

Patrick Criado y Alex Brendemühl en 'La canción'.

Patrick Criado y Alex Brendemühl en 'La canción'.

La accidentada épica de despachos forrados de maderas nobles, pasillos convertidos en pistas de atletismo y ascensores revestidos con el forro de la metáfora hace de La canción un relato de renuncias y conquistas. Renunció Joan Manuel Serrat (Marcel Borràs) a cantar el La, la, la compuesto por Ramón Arcusa y Manuel de la Calva (El dúo dinámico), mitad por voluntad propia, mitad por la presión social de una Cataluña que lo veía como estandarte lingüístico.

Renunció Massiel (Carolina Yuste) a recibir de manos de Franco el Lazo de Isabel la Católica, lo que le valió casi un año de veto en Televisión Española. De hecho, en mayor o menor medida, todos los personajes de la serie avanzan a base de renuncias: renuncia Esteban Guerra (Patrick Criado), un joven y ambicioso ejecutivo de RTVE, a asumir su condición sexual; Lucía (Laia Manzanares), su pareja, se contiene a la hora de participar en los movimientos universitarios que claman por la democracia; cede Artur Kaps (Alex Brendemühl) ante las imposiciones de la cadena pese a cagarse a diario en la burocracia del régimen que todo lo pudre.

Sin embargo, la renuncia del cantautor del Poble Sec deriva en el triunfo de "La tanqueta de Leganitos", una ruptura final augura una doble emancipación y la negación de Massiel a ser recibida por Franco le hace ganar en dignidad lo que pierde en reconocimiento institucional.

Ese mismo esquema puede trasladarse a la evolución misma de Movistar Plus +, vista su paulatina ruptura con aquel rompedor modelo inicial del que surgieron La zona (Jorge Sánchez Cabezudo & Alberto Sánchez Cabezudo, 2017) o Arde Madrid (Paco León y Ana R. Costa, 2018), al que poco a poco se ha ido renunciando para conquistar mayores audiencias con producciones menos arriesgadas.

Si bien sería injusto y sesgado obviar que todavía siguen impulsando series de autor, como reflejan las recientes Querer (Alauda Ruiz de Azúa, Eduard Sola, Júlia de Paz, 2024) y Los años nuevos (Rodrigo Sorogoyen, Paula Fabra, Sara Cano, 2024), no deja de ser cierto que ahora ya no hablemos de una tendencia general sino de apuestas concretas.

Desde una óptica crítica, aquel modelo "cinematográfico" inicial supuso un soplo de aire fresco en el panorama nacional, pero quizá desde una perspectiva empresarial/contable los números no terminasen de cuadrar, por más que la fuente principal de ingresos de la plataforma de Telefónica no proceda de la ficción.

Dicho de otro modo, si alguien podía permitirse arriesgar en este país, era Movistar Plus +, aunque visto el último cambio de cromos, quizá se pasaron de frenada. Nótese que en el currículum de Pezzi como productor figuran títulos como Por H o por B (Manuela Burló Moreno, 2020-2023), Dos años y un día (Miguel Esteban, Raúl Navarro, Sergio Sarria, Luismi Pérez, 2022) o la más reciente Perdiendo el juicio (Susana López Rubio, 2025). Ese es el perfil que se ha buscado, muy alejado del de Domingo Corral.

Por más que quien esto firma encuentre notables diferencias entre los mejores títulos de aquella primera hornada de originales de Movistar Plus + como La peste (Alberto Rodríguez & Rafael Cobos, 2017-2019) o Gigantes (Enrique Urbizu, 2018-2019) o sus comedias de alto nivel (Vergüenza, Mira lo que has hecho, El otro lado, Poquita fe, Celeste), —aquí los responsables de la compañía pueden colgarse la medalla de haber transformado el género en España— y propuestas como Hierro o Rapa, no es menos cierto que estas nuevas producciones abrazaron una masa de público que la mayoría de aquellas series jamás tuvo.

Un fotograma de 'La canción'.

Un fotograma de 'La canción'.

La canción puede verse como la heredera directa de esa línea de producción a la que veremos si la nueva dirección da continuidad. Hablamos de un episodio nacional más o menos pintoresco, filmado con enternecedora corrección por Alejandro Marín (Te estoy amando locamente, Maricón perdido), de una serie hasta cierto punto entrañable (¿peligrosamente entrañable?), en la que Franco y Carmen Polo parecen abueletes extraídos de una sitcom sesentera y los comentarios sobre el periodo histórico se quedan en notas a pie de página; de hecho, hay mayor carga política en los intertítulos finales que en el conjunto de la serie.

Aquí lo que importa es la peripecia, las tribulaciones de un ejecutivo arribista y un productor de espectáculos que tienen que enfrentarse a mil y un contratiempos para cumplir con los deseos del dictador y de su Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga (Xosé A. Touriñán). Y a todo eso le brindan sus respectivas dosis de verdad los actores, verdadero sustento de esta comedia dramática que se debate entre la curiosidad antropológica y la nostalgia apolillada.

Patrick Criado, probablemente el mejor actor de su generación, borda al funcionario enchufado que busca a toda costa ascender en el escalafón de RTVE, el triunfo profesional como máscara bajo la que esconder su, por aquel entonces, pecaminosa orientación sexual (hacen bien Coira y Araujo en no forzar la reivindicación de lo queer en un contexto en el que no procede, en trabajarla desde las miradas y lo no dicho).

O un Alex Brendemhül disfrutón, que encarna a un Artur Kaps que cree que el pragmatismo y el cinismo son dos caras de la misma moneda. Y una Carolina Yuste que le calca el gesto a Massiel sin dejarse devorar por completo por el personaje, talento que solo posee esa infrecuente estirpe de actrices que no dejan de ser nunca ellas mismas mientras son otras —lástima que no la escuchemos cantar más; ya demostró en El cover (Secun de la Rosa, 2021) que tiene una voz tremebunda—.



Su brevedad (tres episodios), su vibe a lo Cachitos de hierro y cromo que surge de su jugueteo con el material de archivo incardinado en la ficción y cierto toque descreído, y el sinfín de anécdotas más o menos cómicas que jalonaron el imprevisible triunfo de Massiel en aquella gala celebrada en el Royal Albert Hall, hacen de La canción una serie tan inocua como llevadera.

Ahora bien, sería una lástima que el grueso de la producción de Movistar Plus + optara únicamente por esta vía intermedia (por mí la de Paraíso, Segunda muerte y Muertos S.L. pueden declararla muerta) en detrimento de, pongamos por caso, los siguientes proyectos (nos referimos a los que vendrán después de los ya anunciados) de Diego San José o Rafael Cobos, algo que ya les sucedió a cineastas como Mar Coll (Matar al padre), Cesc Gay (Félix) o Ana R. Costa (Fácil).

Sería una pena que Movistar Plus + perdiera esa versatilidad que representa alguien como Fran Araújo, capaz de trabajar mano a mano con cineastas como Isaki Lacuesta y de acercarse a las convenciones del género o de la televisión más tradicional cuando hace tándem con Pepe Coira, o de una productora ejecutiva como Susana Herreras, sin duda otro pilar fundamental en el devenir de la plataforma.

En cualquier caso, y tiempo habrá para ello, convendría valorar en su justa medida la labor de Domingo Corral al frente de la dirección de contenidos de la firma pues, más allá de aciertos y errores, impulsó un modelo inédito en nuestro país —y fuera de nuestras fronteras, también— que demostró que las cosas se podían hacer de otro manera. Como conquista, no parece baladí.