Un fotograma de la serie 'División Palermo', dirigida por Santiago Korovsky

Un fotograma de la serie 'División Palermo', dirigida por Santiago Korovsky

En plan serie

Comedias para partirse la caja (parte 2)

De Argentina a Estados Unidos y España, de la animación satánica al revival musical, de las Spice Girls a 'Loca Academia de Policía', repasamos algunas comedias recién estrenadas

9 marzo, 2023 17:55

Seguimos con la segunda y última parte del repaso a unas cuantas comedias estrenadas en distintas plataformas a lo largo de las últimas semanas. Hoy viajaremos de Argentina a Estados Unidos y de ahí a España (aunque en realidad nos vayamos a Nueva York); de la animación satánica al revival musical, de las Spice Girls a Loca Academia de Policía (más o menos).

División Palermo

Santiago Korovsky, 2023 / Netflix

He aquí una comedia policial protagonizada por el escuadrón de las minorías, un grupúsculo formado por una parapléjica, una mujer transgénero, un enano, un inmigrante, un anciano, un ciego, un obeso y, liderando la ficción que no las operaciones, un judío. Al frente de todos ellos, un oficial manco interpretado con titubeante convencimiento por Daniel Hendler.

La conocida como División Palermo, una versión de nuestra Protección Civil cuyas funciones no exceden la aplicación de unas mínimas normas de urbanidad y que además poseen un carácter indicativo que jamás adquiere condición de orden de obligatorio cumplimiento, es una loca academia de policía con profesores lerdos y alumnos sin titulación, una colección de inadaptados utilizados por las instituciones (el ministerio y la propia policía) para cumplir con las directrices de la agenda del respeto y, ya que estamos, agenciarse alguna subvención.

La desternillante apuesta de Santiago Korovsky, que podría haber sido una versión porteña de Campeones (Javier Fesser, 2018), se libera de los tópicos porque sigue, sin necesidad de saberlo, las enseñanzas de Rafael Azcona y democratiza la comicidad riéndose de todos sin importar sus defectos, porque no hacer bromas a costa de los menos favorecidos es incurrir en su marginación. Eso sí, lejos de aplicar la comicidad en sentido vertical, el guionista, realizador y actor argentino dispara su batería de mofas en todas direcciones y siempre con billete de vuelta.

Es decir, el gag puede proceder de una mujer en silla de ruedas, puede afectarle a ella o puede ser irónico y autorreflexivo (ella burlándose de ella misma). Que nadie esté a salvo no implica que la serie no tome postura en relación a determinados temas, como las falsas doctrinas sobre la superación —la sesión de stand up comedy protagonizada por Sofía (magnífica Pilar Gamboa)—, el paternalismo o el oportunismo.

Y es que en División Palermo esa supuesta disfuncionalidad de sus protagonistas se aplica a todo el mundo, ya sea la convencional familia judía de Felipe Rozenfeld (el propio Korovsky) que acaba desmontándose como un Lego en manos de Hulk o los propios organismos oficiales, gangrenados por una corrupción que recorre todos los niveles y que no es más que el síntoma de una estructura de estado destruida por la aluminosis de décadas de mala gestión.

Quizá la trama criminal sea menos consistente que el variopinto surtido de gags —¡qué bien manejan el llegar a destiempo Korovsky y sus guionistas!— y abuse de la casualidad forzada sobre todo en los dos episodios finales, pero solo por ver a la abuela del protagonista puesta de MDMA exhibiendo una sexualidad desaforada ya sea en la cama de un hospital o en un fin de fiesta que termina en una bacanal en off, uno perdona esas licencias.

Girls5Eva

Temporada 1 / Meredith Scardino, 2021/ Netflix

Las series producidas por Peackok, la plataforma de streaming de NBCUniversal, llegan a España con cuentagotas. Algunas, como la esperadísima Poker Face en la que Rian Johnson y Natasha Lyonne han unido sus talentos creativos, ni se las espera. Otras han sido lanzadas a través de la recién estrenada SkyShowtime (Yellowstone, por ejemplo) y, las menos, desembarcan en nuestro país con cierto retraso. Es el caso de Girls5Eva, la comedia de inspiración musical creada por Meredith Scardino que cuenta con Tina Fey como productora.

No es casual que la ideóloga de Unbreakable Kimmy Schmidt (Robert Carlock & Tina Fey, 2015-2020) o Rockefeller Plaza (Tina Fey, 2006-2013) esté detrás de este ficcional revival de una girl band claramente inspirada en las Spice Girls cuyos días de gloria quedaron enterrados cuando la década de los noventa pasó a mejor vida y que ahora, a sus cuarenta y tantos, quieren reverdecer viejos laureles ni que sea abonándolos con fertilizantes ilegales.

Más de 20 años después, cada una de aquellas aspirantes a ídolo pop ha terminado convirtiéndose en cualquier cosa menos en una estrella. Dawn (Sara Bareilles) es una madre de familia tan convencional y predecible como una misa de domingo para un católico. Summer (Busy Philipps) conservó su físico imponente pero abandonó su carrera para casarse con una variante amanerada de cualquiera de los Backstreet Boys con el que más que un matrimonio parece tener una relación a distancia.

Gloria (Paula Pell) abrazó su homosexualidad largo tiempo ocultada, se puso encima más kilos que años y ha hecho de la consulta odontológica su hogar. Y por último está Wickie (Renée Elise Goldsberry), cuya sed de triunfo le llevaría a vender su casa con su familia dentro con tal de volver a ocupar la portada del New Musical Express. Por cierto, la quinta integrante de la banda canta ahora en el coro celestial. Es lo que tiene el tiempo, que pasa (factura).

Revitalizar el grupo se aparece como sorpresiva posibilidad cuando un rapero utiliza un sample de uno de sus antiguos temas y las invita a que participen como coristas en una de sus actuaciones. Unas por intereses personales, otras por darle una capa de color a su gris existencia y alguna por inercia, las Girls5Eva organizan un comeback que le servirá a Scardino para hacer inventario del estado de la industria musical.

También para examinar las multiformes corrientes que activan las ondas de las dinámicas femeninas, oponiendo la supuesta sororidad que ha de ser la argamasa que reunifique a la banda a los impulsos individuales de cada una de ellas, alentados por una mánager que les recuerda que las All Saints o las Sugababes están muertas y enterradas y que ahora el estrellato ha de ser personal, singular e intransferible, que Beyoncé se cargó a las Destiny’s Child.

[Comedias para partirse la caja (parte 1)]

Los problemas asociados a la edad de unas protagonistas que han de reactivar una carrera en coma tras años de inactividad, y que han de hacerlo recuperando un formato caduco y carente de atractivo para el gran público; la representación nada condescendiente de roles femeninos comprometidos (la egocéntrica Wicke), estereotipados (la rubia tonta) o en permanente contradicción (Gloria) sin caer nunca en la reprobación o en la canonización, son el gran activo de la serie.

En ese sentido, una comedia de hechuras clásicas en lo visual como Girls5Eva nos muestra a distintos tipos de mujer sin necesidad de demostrar nada, simplemente señalando que existen y que, cada una a su manera (y equivocándose mucho), trata de alcanzar una posición digna en un entorno casi siempre hostil. Una confortabilidad social —también artística— que solo podrá llegar con el apoyo mutuo.

Así, las bromas sobre su caducidad como iconos pop (un gig en un centro comercial desolador con cita a El amanecer de los muertos; ellas como zombis de la industria musical) se mezclan con la reflexión de corte temático (¿qué comportamientos reforzaban las letras de nuestros viejos éxitos?) y con una conciencia feminista que no esconde determinadas tensiones (“figuras como Bette Davis y Judy Garland son a menudo admiradas por su capacidad para exhibir poder desde una posición de vulnerabilidad”) y que tiene que lidiar con las imposiciones del neocapitalismo rampante (véase el giro final del sexto capítulo a propósito de la autoexplotación de los derechos de imagen).

Por cierto, en Netflix tenéis las dos temporadas producidas hasta la fecha (aunque aquí solo hayamos hablado de la primera).

Pobre diablo

Miguel Esteban, Joaquín Reyes & Ernesto Sevilla, 2023 / HBO Max

A propósito de las cifras de visionado registradas por Eres tú, la comedia romántica dirigida por Alauda Ruiz de Azúa que se estrenó en Netflix el pasado 3 de marzo y que fue top 2 mundial de la plataforma durante sus tres primeros días de emisión con 10.930.000 horas vistas, Cristóbal Garrido, guionista del film junto con Adolfo Valor, se apuraba a desmontar, vía Twitter y tirando de datos, una de las supuestas grandes falacias que persiguen al género: “Dos mantras que se repiten en los despachos una y otra vez: las comedias románticas españolas no funcionan (Ocho apellidos vascos era una comedia romántica) y la comedia española no viaja (#EresTú, 2ª peli + vista en el mundo este finde). Relajaos, despachos. Abrazad la comedia”.

Con toda probabilidad, ni Miguel Esteban ni Joaquín Reyes ni Ernesto Sevilla han creído jamás en ese prohibitivo mandamiento industrial al que Garrido señala con el dedo, puesto que Pobre diablo, su última comedia animada para HBO Max, tiene una clara vocación internacional. Digamos que, a tenor de lo visto, su primer objetivo es que su historia sobre un Satán adolescente al que le queda un mes para destruir el mundo, viaje lo más lejos posible sin por ello tener que renunciar a su muy particular sentido del humor, aquel que vienen desarrollando y puliendo desde La hora chanante (2002).

Ahora bien, la hoja de cálculo de esta operación de exportación tiene más celdas que la cárcel de Rikers. En su afán por conquistar a los espectadores de ultramar, y sin perder de vista que la serie se aloja en una plataforma antes norteamericana que planetaria, Esteban, Reyes y Sevilla ornamentan las desventuras de un anticristo que responde al arquetipo de adolescente inadaptado y con deseos de satisfacer los anhelos de su padre, con referentes propios —y muy reconocibles— de la cultura made in USA (referentes que no se asumen con impostura, puesto que forman parte del oficioso proceso de formación audiovisual de cualquier español nacido en las décadas de los 70 y los 80 y siempre han estado presentes en los trabajos anteriores de los creadores, aunque quizá no de manera tan torrencial).

Así, todo arranca como una secuela cachonda de La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968), un what if en toda regla, y aprovecha su ambientación neoyorquina para beber de los musicales de Broadway o reinterpretar las comedias románticas más populares —de Cuando Harry encontró a Sally a 500 días (juntos)— en clave incel en un malabarismo hermenéutico que también apunta el interés de Pobre diablo por ofrecer una lectura mordaz del statu quo actual (en ocasiones parece que tenga una agenda que cumplir).

La serie sabe moverse con naturalidad entre la creación genuina (Enjuto Mojamuto) y la ajena (imposible no pensar en Rick y Morty), entre el humor escatológico y el chiste erudito, entre el formato pautado de la sitcom y las estructuras libres de la teleficción más moderna (véase el séptimo episodio, "Groenlandia"), …

En definitiva, estamos ante una producción pensada no solo para satisfacer a todos aquellos que comulgan con la comicidad chanante, sino también a aquellos que se sientan interpelados por sus citas, o a los que les vibre el sentido de la atención cuando tracen conexiones con la actualidad (la lectura que la serie hace de las redes sociales y su uso); una manera sutil de lograr que un sentido del humor inimitable e intransferible logre alcanzar a (parte de) ese público que hasta ahora se sentía total o parcialmente excluido, precisamente, por la propia originalidad de las propuestas de tipos como Miguel Esteban, Joaquín Reyes o Ernesto Sevilla.

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