En plan serie por Enric Albero

Málaga, en serie

20 abril, 2018 17:16

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El elenco de Vis a Vis en Málaga[/caption]

Prolongando la tónica que empieza a situar a las series de televisión en los festivales de cine, la 21ª edición del Festival de Málaga ha incluido en su sección ‘Málaga Premiere’ los estrenos de la nueva temporada de Vis a Vis y la proyección completa de la última propuesta de Movistar +, Matar al padre. Como el periodismo freelance obliga a estar al plato y a las tajadas y mientras uno se zampa cuatro o cinco películas diarias es prácticamente imposible ver series -porque además hay que escribir- no me ha quedado otra que aprovechar el guiño seriéfilo del certamen malagueño para no dejarles sin su ración de esta semana. Así que, queridos sufridores, por riguroso orden cronológico de estreno, allá vamos.

La marea amarilla

La teleficción española pasa por un gran momento. Al estreno de la que será la tercera temporada de Vis a Vis lanzada por Fox, hay que sumar el anuncio de la tercera entrega de La casa de papel, serie también salida del grupo Atresmedia que Netflix ha convertido en un éxito internacional y que ahora ha asumido como parte de su producción. Pero centrémonos en las internas de Cruz del Sur. La serie creada por Daniel Écija, Iván Escobar, Álex Pina y Esther Martínez Lobato volverá a las pantallas el próximo 23 de abril, casi dos años después de que se emitiera su último episodio y Antena 3 anunciara su cancelación.

El contexto actual y la conversión de la televisión en un medio social, la interacción de los espectadores a través de las redes sociales y su influencia en el contenido provoca fenómenos como el de esta teleserie. La importancia de los fans, sumada a la proyección internacional que ha tenido la serie, han sido decisivas para su recuperación de la mano de Fox (en un modelo de coproducción internacional junto a Globomedia), que el pasado día 19 anunció ya que habrá cuarta temporada, lo que se percibe como todo un acierto a tenor de las reacciones de los seguidores que llenaron el Teatro Cervantes solo cuatro días antes. De hecho, la propia Najwa Nimri reconoció durante la presentación que el regreso ha sido posible gracias a la insistencia de la ya conocida como marea amarilla (o sea, los fans de Vis a Vis).

Pero no nos despistemos. El aterrizaje en Fox trae cambios para bien. Para empezar, la duración de los capítulos abandona la magnitud de cadena generalista y se sitúa en 50 minutos, lo que permite una narración más directa. El relanzamiento de la serie destila inteligencia: el traslado de las presas a una nueva institución penitenciaria permite recuperarlas a través de una presentación concisa que no detiene la trama y, al mismo tiempo, sirve como recurso para introducir nuevos personajes. Todo ello sin salir del autobús que las mueve de una prisión a otra. Directos al grano.

Cruz del Norte será la nueva cárcel que las mantenga alejadas de la sociedad. En los primeros compases del episodio, la descripción del pasillo central del presidio y la oposición entre las recién llegadas y las titulares del centro (un grupo de presas chinas) ya advierte de en qué espacios y entre quiénes se librarán las luchas de poder durante el capítulo (y, con toda probabilidad, durante la temporada). Ni un gramo de paja, todo sirve a una narración con un pulso formidable y que rehúye cualquier circunloquio (cuando lo vean, fíjense en qué momento aparece el segway y cuan determinante será en este piloto o cómo se trabaja la técnica del plant, ir sembrando elementos o desarrollar acciones cuyas consecuencias o uso no se conoce hasta el final… el cable metálico, por ejemplo).

La nueva Vis a Vis mantiene los rasgos que la hicieron distinguirse de otras propuestas. Ahí están las entrevistas a las internas, su fotografía acerada o la dureza de unos personajes cada vez más curtidos, como demuestra una Macarena Ferreiro (Maggie Civantos) dura como el granito (su arco dramático es para estudiarlo). Y a las viejas conocidas se unen unas tipas no menos bravas: presten atención a la presentación de Goya (Iztiar Castro), a la determinación de la funcionaria Altagracia Guerrero (Adriana Paz) o la inclusión de una exedil de urbanismo (Ruth Diaz haciendo de Mercedes Carrillo) para no perderle la cara a la actualidad. Si a ello se suma la vuelta de Zulema (Najwa Nimri) y la multiplicación de esos cara a cara tan habituales, el grado de tensiones que se augura debe ser del nivel del de una reunión a puerta cerrada entre la cúpula de Podemos. Cuando todo acabe, volveremos sobre ella.

Matar al padre

Si en sus dos largometrajes previos, Mar Coll mostraba su interés por indagar en las fallas que se escondían tras la falsa solidez de la institución familiar, en su primer trabajo serial no abandona ese ámbito, si bien el resultado está lejos de la complejidad y solvencia de Tres dies amb la familia o Tots volem el millor per a ella. La relación de Jacobo Vidal (Gonzalo Castro) con sus seres queridos es, siendo muy optimistas, complicada. Marcado por el carácter de su propio padre, Jacobo es hipocondríaco, metódico, obsesivo, paternalista, intransigente y proclive a la injerencia. Es, en resumen, un gilipollas integral. Esta comedia negra que gira alrededor de un protagonista con quien es imposible empatizar, no termina de cuajar porque, precisamente, viendo la conducta de un sujeto al que dan ganas de abofetear sin descanso, resulta inconcebible que su mujer, psicóloga para más señas, aguante tanto a su lado.

A la difícil aceptación de un tipo al que seguimos, pero preferiríamos no ver, se suma una estructura elíptica en la que se produce un salto temporal de un episodio a otro, para observar tanto la evolución que sufre la familia como la del propio país, con la crisis económica pasando del último al primer plano de relevancia. Esos lapsus, sin embargo, hacen que los roles secundarios desaparezcan para luego regresar de manera fortuita - pienso en el episodio tercero y en Mireia (Núria González), devuelta a la trama, con un cáncer a cuestas, para ir asentando el discurso sobre el eterno dilema entre la felicidad y el dinero.

La sensación de largometraje alargado que ha buscado una estructura muy concreta en la que los elementos que la integran no acaban de funcionar, no me abandona. El principal problema es de tono: la supuesta comicidad choca frontalmente contra acciones gravísimas y descabelladas propias del cine de Michael Haneke. No existe una correspondencia entre el comportamiento dominador de alguien que se cree en permanente posesión de la verdad con el maltrato físico a sus familiares, menos aun con guiños humorísticos de por medio.

La historia de un hombre tan pobre que solo tiene dinero, al que le falla un sistema en el que cree firmemente (se dedica a las inversiones) y que ve como toda su filosofía de vida, necesaria para defenderse en un mundo hostil, no sirve para nada, termina resultando confusa aun cuando su discurso ideológico sea bastante simple (los bancos nos la saben meter), precisamente todo lo que no eran los anteriores trabajos de Coll.

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