El incomodador por Juan Sardá

El cine español vive un momento histórico

7 septiembre, 2015 14:44

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Una imagen de Atrapa la bandera[/caption]

Nos informa la compañía de medición de taquillas Rentrak que este último fin de semana la película de animación española Atrapa la bandera, de Enrique Gato, aumentó el sábado su recaudación un 15% respecto al fin de semana pasado (el de su estreno) empujando a la producción patria hasta sobrepasar el 50% de recaudación total. No solo Atrapa la bandera, Anacleto: agente secreto, estrenada este pasado fin de semana y lanzada directamente al número dos, o los buenos resultados de Un día perfecto, que el fin de semana pasado en que debutó convocó a sesenta mil espectadores, a sumar Extinction, el thriller apocalíptico de Miguel Angel Vivas, están lanzando a la producción patria hasta niveles desconocidos. A lo largo del año, hemos visto otros éxitos como Ahora o nunca, Perdiendo el norte o Las ovejas no pierden el tren y lo mejor está por llegar. Todo esto, en un contexto en el que el IVA sigue en el 21% y hay un amplio acuerdo en el sector de que el gobierno del PP tiene una actitud incluso hostil al cine con los recortes masivos a las subvenciones.

El año pasado, ese porcentaje de taquilla ya marcó un récord histórico al alcanzar el 25%. Muchos dijeron entonces que el éxito de Ocho apellidos vascos, que engrosó casi 60 millones de euros ella solita era el verdadero motivo del dato. Sin embargo, el inminente estreno de Ma ma, de Julio Medem con Penélope Cruz, Regression, de Amenábar; Mi gran noche, de Alex de la Iglesia con Raphael; El desconocido, un thriller con Luis Tosar dirigido por Dani de la Torre que ha suscitado numerosos comentarios positivos y se estrena estos días en el Festival de Venecia; y la traca final de Ocho apellidos catalanes, en la que repiten Dani Rovira y Clara Lago, sin olvidar Palmeras en la nieve, una superproducción de Fernando González Molina con Mario Casas que se estrena en Navidad pero que podría arrasar en pocos días disparando ese porcentaje del 25% del año pasado hasta más allá del 30%. Y esta vez, nadie podrá decir que se trata de una sola película como también sucedió en 2012 cuando arrasó Lo imposible y el cine patrio sobrepasó el 20% por primera vez desde la democracia.

No solo hablamos de éxito en taquilla, también de calidad. La semana que viene, el Festival de San Sebastián arranca prometiendo, un año más, la mejor selección de cine español y proyectará las nuevas películas de Agustí Villaronga (El rey de la Habana), Cesc Gay (Truman, con Darín y Javier Cámara), Un dia perfecte per volar, de Marc Recha, o Amama, de Asier Altuna, que promete ser una nueva joya del cine vasco después de aquella magnífica Loreak del año pasado. Hace pocas semanas, en Locarno, como nos informaba Carlos Reviriego, eran recibidos los nuevos valores del cine underground patrio con todos los honores y allí triunfaban Lois Patiño, Sergio Oksman, Xacio Baño o un venerable veterano como José Luis Guerín.

Durante mucho tiempo, se dio por buena la teoría de Enrique González Macho, ex presidente de la Academia, de que "el cine español es el que es" y las pequeñas variaciones se debían a títulos concretos. Durante muchos años, de hecho, el señor Macho tenía razón porque funcionó así, pero hay una nueva tendencia que parece irse consolidando y avanza un nuevo panorama en el que, efectivamente, el cine español puede comenzar a exhibir unos porcentajes de taquilla mucho más que dignos comparables incluso a los de nuestro eterno espejo, Francia. Ahí van algunas reflexiones al respecto:

1. Lo dije hace tiempo, cerrar el grifo a las subvenciones de una manera radical era una mala decisión  no solo desde el punto de vista cultural sino empresarial. Durante mucho tiempo, los españoles invirtieron con el dinero de sus impuestos en la creación de una infraestructura industrial del cine en España. Con todos sus defectos y errores, el sector aprovechó la bonanza para robustecerse, profesionalizarse y hacer mejores películas. Es decir, después de algún tiempo, esa inversión de los españoles en su propio cine comenzaba a tener un retorno no solo artístico también en términos de negocio puro y duro como demuestran los buenos resultados de estos últimos años. El mazazo del PP llegó, pues, en el peor momento.

2. El regreso de la comedia. En los años 90, cuando se produjo una profunda renovación del cine español con la aparición de nuevos talentos como Medem, Amenábar, Fernando León, Isabel Coixet o ya a finales de la década Jaume Balagueró hubo un movimiento consciente o no hacia géneros como el terror, el cine social o con miras internacionales como el de Coixet que significaron en la práctica que en España se comenzaron a hacer muy pocas comedias. En ese rechazo a lo humorístico también había algo de manifiesto generacional, los nuevos directores dejaban atrás un género tradicionalmente asociado al cine español de toda la vida, casposo y anticuado que se quería superar. La comedia utiliza códigos más locales y es más difícil de exportar que el terror o el thriller pero como se está demostrando en estos últimos años, en los que filmes como Ocho apellidos vascos, Tres bodas de más, Ahora o nunca, Fuga de cerebros, Primos o la reciente Anacleto triunfan, es que la comedia gusta al público y que los directores y guionistas han superado viejos prejuicios para darle nueva vida al género sin los tics de antaño.

3. El impacto de las televisiones. Desde 1999, las televisiones están obligadas a dedicar un 5% de sus ingresos a financiar el cine español. Durante mucho tiempo, las subvenciones eran generosas, TVE tenía un gran peso y la visibilidad de Atresmedia y TeleCinco no era tan grande en el cine español. Con los recortes, su peso e influencia han crecido y también su implicación en las películas. Los productores se quejan de que abusan de su poder y a veces los tratan como meros instrumentos, pero la realidad es que no solo el dinero que han invertido, quizá sobre todo la forma en que han utilizado su potencial propagandístico ha sido uno de los factores clave de los éxitos recientes. Ha habido abusos y no todo es idílico, pero también es cierto que la mentalidad cien por cien business de las televisiones también le ha venido bien a un cine español demasiado acostumbrado a saber mucho mejor hacer películas que a promocionarlas.

4. Un nuevo star system. Durante mucho tiempo, el cine español tuvo problemas para lanzar actores que gozaran del favor del público. Además, cuando triunfaban, caso de Penélope Cruz, Antonio Banderas o Javier Bardem, se marchaban a Estados Unidos. Las tornas están cambiando. El éxito de Luis Tosar, Mario Casas, Dani Rovira, Quim Gutiérrez o Adrian Ugarte, María Valverde y Clara Lago, que además de hacer películas copan portadas, saben posar perfectamente en los photo calls y acumulan legión de admiradores presentan un nuevo panorama en el que el cine español se quita de encima esa etiqueta de que no venden los actores sino los proyectos y comienza a exhibir un star system aún por perfeccionar pero ya consolidado que tiene glamour y es atractivo.

5. Una nueva generación de productores. Los productores del cine español de hoy hablan de cine pero también, y mucho, de números y no son pocos los que tienen una formación como economistas o en dirección y administración de empresas. Son personas como Gonzalo Salazar Simpson (LaZona, Ocho apellidos vascos), Juan Gordon (Morena Films, Las ovejas no pierden el tren), Edmon Roch (Ikiru Films, El niño), Emma Lustres (Vaca Films, Celda 211) o algunos ya más clásicos como Belén Atienza (Apache, Lo imposible), Enrique López Lavigne (Apache, Tres bodas de más), Francisco Ramos (Zeta, Anacleto, Ahora o nunca) o Fernando Bovaira (Mod, Un día perfecto, Regression) que están en plena forma.

6. Un sector menos politizado. Si hace diez o quince años el cine español se hubiera enfrentado a unos recortes y un IVA como el de los últimos años todo hubiera sido un rasgarse las vestiduras. Sin embargo, en la más dura de las situaciones, aunque lógicamente ha habido protestas, se ha impuesto por lo general la prudencia. El cine español sabe que tiene fama de subvencionado y en un clima de depresión ha optado, de forma inteligente, por la discreción y las buenas maneras con el Gobierno antes que por una confrontación violenta. Más allá de cualquier consideración, en términos de conexión con el público, es mejor estrategia.

7. El renacer del cine de autor. Este es el punto más oscuro. Por una parte, el cine español está viendo el nacimiento de una nueva generación de cineastas radicalmente comprometidos con un cine personal y con ambición artística y por la otra la disminución de subvenciones que obligan a que se realice en unas condiciones de gran precariedad que si bien como espectadores no nos importan sí hacen excesivamente difícil que esas producciones salgan a la luz y sus autores puedan crear en condiciones dignas. Vemos nuevos talentos como Carlos Vermut y su Magical Girl, Angel Santos y Las altas presiones, Lois Patiño (Costa da morte), Ramiro Ledo (VidaExtra) o Marçal Forés (Animals) y me olvido muchos que parecen destinados a moverse en unos parámetros de producción escasos mientras echamos de menos a voces como Pedro Aguilera, Javier Rebollo o Agustí Vila (y me olvido también unos cuantos). Surgen nuevos productoras como Aquí y Allí Films de Pedro Hernández o Avalon, con Stefan Schmitz y María Zamora al frente aportando aire fresco pero los problemas de financiación son evidentes. Son películas minoritarias que encuentran una amplia distribución internacional y como dicen en el Gobierno, hacen "marca España". Las subvenciones, después de todo, siguen teniendo un sentido. Esperemos que la anunciada bonanza traiga un pequeño alivio.

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